Notícies

13 ENE

CONCURSO DE MICROS 22-23 DE ALI I TRUC. QUINCENA IX

Aquí tenéis los 29 relatos que empiezan con la frase «Siempre he sabido que algo no funcionaba bien», comienzo de "El peligro de estar cuerda" de Rosa Montero.

Con esta frase, inicio del libro El peligro de estar cuerda de Rosa Montero deben comenzar los relatos de esta novena quincena de la segunda temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de 29 relatos que, durante los días 13, 14 y 15 de enero (hasta las 14:00), pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos y dándoles 1, 2 y 3 puntos. De estas votaciones, saldrá la terna finalista de la quincena, de la que el próximo lunes 16 de enero sabremos el ganador en Onda Cero Elche - Comarcas del Vinalopó de mano de Rosa Montero .

A continuación podéis leer los relatos por orden alfabético a partir del primero que recibimos.:

 

 

ENCHUFISMOS

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en aquel lugar. Ella, con máscara, aprovechaba la oscuridad para atizar a diestro y siniestro con su melena al aire. Muchas veces he sentido el golpe en la cabeza. Innumerables. Yo me resistía, intentaba robarle el arma. Hacía frío, viento. Llovía. Una vez nos detuvimos en mitad del combate. Ella se quitó la máscara, la peluca verde cayó al suelo y comprobé que era un hombre. Saludó a sus amigos, riendo. Uno de ellos tenía la escoba. «Joder», dijo mi padre, «¡hasta en este sitio!». Nos alejamos, despacio, mientras yo mordía un algodón de azúcar.

 

HÉROE

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mí. No sabría cómo explicarlo, pero desde pequeño, he sentido una pasión inconformista por querer cambiar el mundo.

Decían que ya se me pasaría, que todos alguna vez nos habíamos sentido así y que es el tiempo quien acaba diluyendo este afán.

Algunos lo llaman síndrome del héroe y otros afirman que padezco un exceso de soberbia. Pero esto no acabará así. Iré a por Tiempo y le daré su merecido por arrebatarle los sueños a esa pobre gente. Esta ciudad me necesita, tengo que actuar. ¿Dónde está mi capa?

 

HUBO UNA VEZ…

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en esta historia, pero aun así me dejé seducir con aquello de tener una infancia idílica sin más preocupaciones que atravesar el bosque cada día para llevarle la cesta a mi abuelita. Además, sería guapa, alegre y obediente, famosa por mi caperuza roja y mi sagacidad ante feroces artimañas y un ejemplo para niños y también para mayores. No supe negarme. Y ahora, cuando me quejo porque hace mucho que talaron los bosques, ya apenas quedan lobos y una afonía persistente me impide cantar, no me hacen caso. Lo único que les importa es seguir viviendo del cuento.

 

MAGIA

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en mi embarazo.

El cerezo del huerto florece al amanecer para dar cerezas maduras al ponerse el sol. El manzano, la tomatera y el granado le acompañan en esta fantasía diaria.

En mi interior, a veces, oigo risas. Por la noche, mi abdomen se ilumina como una luciérnaga. Solo entonces es cuando mi amuleto levita hasta mi cara, acariciándola.

Hoy, víspera del solsticio de verano, ha nevado. Un hecho mágico y anticipado.

Uno más.

Como mi embarazo.

Doy a luz. Intranquila amamanto a mi bebé. Ella me mira, sonríe y susurra -no te preocupes más mamá. Todo va bien.

 

OPCIONES

—Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en este intento de conquista. No sé cómo abrir una rendija en esa fría coraza que la hace infranqueable. A veces pienso que necesitaría una carga explosiva para romper el acero de su indiferencia. O transformarme en ¡qué sé yo…! En líquido corrosivo para llegar a sus entrañas, o en un gas aromático y seductor para colarme por sus poros hasta ablandar su corazón…

—¡Tío, no sé…, todo eso lo veo muy complicado! ¿Has probado a decirle que la quieres?

 

PALABRAS REBELDES

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien al empezar a escribir y es que las palabras asaltan mi cabeza con su caprichosa y creativa retórica literaria.

Algunas presumen de ser las más elegantes a la hora de componer bellas metáforas. A continuación, aparece una batería de originales recursos que sugieren dotar de estilo y empaque a la escritura.

Se acusan mutuamente de ser insípidas y aburridas unas; vulgares o inapropiadas otras, incluso las hay que se tiran de las vocales llamándose estiradas o pedantes, me tienen harta.

Si no dejan de pelear las encerraré en el tintero y dejaré el folio de mi relato en blanco.

 

POLIFONÍA

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en la sinfonía del mundo. Soy capaz de replicar a cualquier erudita sobre materias sumamente remotas, cantar como los pájaros más exóticos o asentir al padre que aconseja beberse el zumo de naranja rápido para que no se escapen las vitaminas. Ningún sonido me es extraño y, sin embargo, apenas sé qué es la música —pensaba Eco mientras pronunciaba sus primeras palabras—: Quiero recuperar mi voz.

 

PRESENTIMIENTO

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien. No era normal ese miedo interior a perderte. Desde que te conocí con doce años en la biblioteca, me enamoré instantáneamente de ti. ¿Te acuerdas cuando nos casamos? Yo sentía que no te merecía; no te lo dije nunca por temor a que realmente lo pensaras. Vinieron nuestros hijos, nuestros nietos, ocultando con su algarabía mi eterno desasosiego de perderte. Ahora, nonagenario ya, te veo en el féretro exánime y veo inexorablemente cumplido mi temido presagio. Y lo peor es que yo ideé el pacto para irnos juntos. ¡Tú sí lo cumpliste!, pero yo fui incapaz de tomarme esa pastilla…

 

PURA MAGIA

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en esta habitación… o en mí, cuando entro en ella. Las mariposas que adornan el papel de las paredes cobran vida y revolotean a mi alrededor al ritmo del vals que desgranan las teclas del piano de cola que preside la estancia. Del retrato de la abuela se escapa el gato que dormita acurrucado a sus pies y trata de cogerlas con saltos increíbles, mientras al baile se unen las lágrimas desprendidas de la magnífica araña de cristal que pende del techo y que, al danzar, se tornan líquidas y llenan mi rostro de sonrisas y lágrimas.

 

REGALO DE REYES

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien, cuando en mis viajes largos ella no me esperaba en la puerta para saltarme encima de pura emoción. Hoy no está en casa, no me responde, la cama está vacía. Pensé, este viaje fue más largo de lo normal… Tiré los regalos de Reyes al suelo. ¿Para qué quiero todo esto sin ella? Cerré los ojos y derrumbado en el sofá oía las brasas en la chimenea. ¿Porque te fuiste? me lo preguntaba una y otra vez, cuando su suave cola pasó por mi rostro. Salté del sofá y ella con cinco pares de ojitos maulladores me dieron la bienvenida.

 

SINCERIDAD MARITAL

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en las críticas de mi mujer.

«Era de madrugada —le leí en la cama—. Clima brumoso. Casi en penumbras. El leviatán de la parsimonia había crecido más de lo habitual durante los últimos días.

El microrrelatista se tanteó el pijama. Nada que arrojarle. Nada con qué defenderse. La criatura dio uno, dos, tres pasos. Al cuarto, el escritor acorralado desenvainó su pluma y le asestó varias estocadas letales. La última con la empuñadora de su asíndeton más filoso».

—Cariño —le pregunté, dudando—, ¿soy muy repetitivo con lo de la metaliteratura?

—Para nada…

 

TODO SIGUE IGUAL

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en el espejo de mi abuela. Los reflejos salían en blanco y negro o en sepia. Con líneas y cuadros cuando había tormenta.

Y mejor ni hablar de cómo reflejaba los objetos. Si le mostraba el móvil, me devolvía la imagen de un teléfono de los de rueda. A los dvds los transformaba en vinilos y a Alexa, en un walkman. Ayer lo puse frente a la tele por hacer la gracia. La transformó en una radio. El locutor al otro lado del espejo hablaba de la gripe española, la primera guerra mundial y vaticinaba una devastadora crisis económica.

 

UN SIGLO DE SOLEDAD

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien; resultaba evidente que se aburría conmigo. Si no me dejó antes fue por vergüenza, porque mientras todos me elogiaban; él no entendía el porqué.

Fue ayer cuando, por fin, tomó la decisión de abandonarme en un parque, en el mismo banco donde solíamos pasar las tardes. Antes de irse se disculpó diciendo que no era por mi culpa; y que merecía estar con alguien que me supiera valorar. Bla, bla, bla…, luego me dejó sola.

¡Demagogia! Como si yo no supiera que se pasaba las noches… enganchado a otra novela.

 

UNA MAÑANA CUALQUIERA

Siempre he sabido que algo no funcionaba, pero a estas alturas casi que me da igual.

Esta mañana levantándome de buen humor, al oír la radio me vino la imagen de Los Hermanos Calatrava; los que hace tantos años tuvieron éxito. Se hacían llamar el guapo y el feo. Pero… de momento me puse a caminar hacia atrás (con la cara del feo en mí retina) y me entró risa, pensé: no sé si decirle a mi marido que me he transformado en cangreja. ¿Me llevaría en su hombro a pasear?

No creo que todo un grupo ría del mismo chiste malo. Ni cerrar los ojos por barbaries que llenan de arena el entendimiento.

 

VÍNCULOS

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en mi familia. Cuando crecí me di cuenta de que todo en ella era un negocio. La droga era un negocio. He aprendido que se puede hacer cualquier cosa por ganarse los cuartos, incluso matar a un padre. Mi hermano ha venido hoy a la panadería: quiere que le esconda un cadáver. Está envuelto en la alfombra del salón. «Aquí nadie sospechará», ha dicho. «Es solo un delincuente». Me he puesto nervioso, le he gritado, le he golpeado, pero creo que finalmente le ayudaré. Al fin y al cabo, ambos son parte de mi familia.

 

AL SON DEL REDOBLANTE

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien, pero aquella tarde cuando nos convocó la oposición a manifestar contra el régimen, como muchos otros salí con la bandera como escudo y corazones pintados en el rostro cantando ¡Libertad!. La gran multitud avanzó, cual corderos al matadero, por aquella avenida flanqueada de adeptos al gobierno. Silenciosos nos observaban escuchando los cánticos al son del redoblante, en nuestro camino hacia el Congreso. En un instante dejamos de cantar y la atmósfera de tensión se quebró con el grito de ellos ¡NO PASARÁN! detonando las armas que ejecutaron la emboscada. Aquella tarde de nada me sirvió saber que algo no funcionaba…

 

ALEA IACTA EST

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en mí y he decidido acabar con todo. Pero este veneno no ha actuado como debía: ¡en lugar de finiquitarme, me ha producido catalepsia! Intento abrir los ojos, mover un dedo o levantar un poco las cejas, pero nada, no hay manera. El oído y el olfato me funcionan perfectamente. En la nota de suicidio puse que no quería ni flores, ni música, ni llantos, pero escucho a Bach, lloriqueos y me marea el olor de tanta flor. Espero que en lo de la incineración tampoco hagan caso… Pero no sé, no sé… Parece que empiezo a oler a chamusquina…

 

AMISTAD UNILATERAL ETERNA

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien con mi dragón. No volaba a más de 10 kilómetros por hora. Tampoco escupía fuego. Y las escamas se le desteñían cuando llovía. Naturalmente lo regresé a la tienda. Me ofrecieron a cambio un jinete del Apocalipsis o un unicornio azul. Escogí el segundo…

Tampoco funcionó la cosa. Por mucho que he seguido las instrucciones, nunca conseguí extraviarlo. Ni dejándolo pastando. Ni dedicándole canciones nostálgicas. Incluso contraté a un tal Monterroso para que lo perdiera en sueños. Se despertó con el unicornio y un dinosaurio a su lado. Desde entonces aquí estamos. Condenados a vivir juntos. Hasta la extinción.

 

ANUNCIANDO CHAPARRÓN

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien, es la frase que repite mi madre constantemente desde que mi padre nos dejó para irse con la vecina del ático.

Todo lo ve negro, siempre anunciando chaparrón, aunque el sol sonría y nos guiñe los ojos… Ella quiere que vuele con sus alas que son oscuras y pesadas, yo prefiero las mías alegres y livianas.

Tendré que hablar con ella y darle un ultimátum, o cambia y aprende a bailar bajo la lluvia o me largo. Ya no aguanto más, quiero ver colores en la niebla y alzar el vuelo. ¡Sólo volveré si aprende a soñar bonito!

 

AUDAZ

—Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en su cabeza —suspiró la profesora observando a la joven alumna.

—¿Por qué lo dice? —el tono del padre mostraba una severa preocupación.

—Pues es que siempre se tropieza con la misma piedra, me desespera.

El padre reflexionó unos instantes, analizó cada caída de su hija. Tras un rato de silencio sus ojos se iluminaron de orgullo.

—Eso puede parecer, pero, si observas con atención nunca cae en el mismo lado.

 

BRECHA GENERACIONAL

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien al notar el mal humor de mis padres cuando se mencionaba a mi hermano Tito.

Conocíamos sus inclinaciones y no nos incomodaban, pero ellos, mayores y atávicos, no se avenían al avance de los tiempos ni al derecho de amar a quién cada uno quisiera.

Cuando Tito anunció su casamiento con Alfonso el rechazo se agudizó; los días previos a la boda fueron de una tirantez inusitada; pensamos que nuestro hermano renunciaría a todo.

Pero el sol se abrió paso entre nubarrones cuando mi hija Clarita, de cuatro años, preguntó:

—¿Abuelos, cuando se casan dos hombres, quién tira el ramo?

 

BUSCA LAS CAUSAS MÁS SENCILLAS

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien. Repasaba una y otra vez: el rotor, las turbinas, el alternador de frecuencia, el sintetizador biomédico, las pantallas aislantes… en fin, no podía descubrir ese pequeño sonido estridente. ¿Y si fuera fruto de una vibración? Si hay vibración puede ocurrir un desastre. Tengo que detenerlo, pero ahora es impensable, el presidente ya lo anunció, todas las televisiones del mundo están listas para cubrir el primer lanzamiento tripulado a Marte.

Diez… Nueve… Ocho… ¿Qué hago Dios?

—Papá…

—Hijo ahora no puedo, ¡estoy dirigiendo el despegue!

—No encuentro a mi grillo Felipe y yo lo puse a dormir en tu maletín.

—¡¡¡¿¿¿Felipe???!!!

 

CENA FAMILIAR

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en esta familia adoptiva. Vengo de un país conflictivo, así que supuse que eran simples especulaciones causa de mi tormentosa infancia. Nunca supe por qué ocasioné aquella rivalidad, pero intuía que mi propia existencia era peligrosa.

Hace tiempo presentía que algo ocurría con un miembro de la familia. En la cena de Navidad todos comían sin temor ni apuros. Yo no le temía a la muerte. Primero cayó mi nuevo padre, acompañado de mi madre y hermanos. No tardaron en desvanecerse todos. Pude ver cómo alguien sonreía mientras tomaba un poco de su copa de vino. Le devolví la sonrisa.

 

CIEN

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien. Se me escapó una lágrima. Mis peores augurios se habían cumplido. El test había dado positivo.

Recordé que mi novio me amaba, y que el resultado del test, seguramente, no destruiría ese amor. Y mis padres me apoyaban siempre, nunca me abandonarían.

Con recelo, volví a mirar desolada el resultado.

Dudé. Nadie contaba con esto. ¡Maldito test! ¿Cómo podría ocultarlo? Solo era cuestión de tiempo. Pronto se sabría.

No conocía a ninguna chica con esas cifras en el test de inteligencia. A ninguna viva. Si el coeficiente intelectual superaba cien puntos, daba positivo. Y nadie las volvía a ver.

 

CONFESIÓN

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en mi familia: sospechaba que se mantenía en secreto que yo había sido adoptada.

Después de años de sicoanálisis, logré comprender mis angustias y mi comportamiento irritante hacia mis padres como una venganza por su ocultación.

Las comidas eran una pelea constante, especialmente cuando venían visitas: rechazaba los platos que tuvieran cebolla, pimientos o ajo (según las épocas); hacía berrinches exigiendo un postre distinto; volcaba torpemente los vasos llenos en el mantel…

Ayer me confesé con mi madre; su simple respuesta me liberó de mis tribulaciones:

—Hija, quédate tranquila —dijo—, si hubieras sido adoptada te habríamos devuelto hace años.

 

DECISIÓN DEFINITIVA

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien, estaba enamorada, la vida de casados sería más bella; ¡qué error más grande! Las sesiones de psicología no solucionaban nada, era difícil convivir con esa personalidad llamada «marido» que no ponía nada de su parte. A veces me sentía culpable de que en mi hogar no reinara la felicidad. Mis hijos me daban la fuerza de seguir ante la soledad inmensa de la depresión.

Pasaron años y mi hija un día me preguntó intrigada: «Mamá, ¿por qué los papás de María se besan?». Yo, sorprendida, con ojos vidriosos, le dije que sus papás eran felices, y entonces tomé la decisión.

 

EL INICIO DEL MAL

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien. En días soleados no salía de casa, y cuando por obligación tenía que hacerlo, iba buscando las sombras de los edificios, de los árboles, de cualquier objeto que me cobijara del Sol. El astro rey marcaba mi deambular diario y su acción directa sobre mi cuerpo me trastornaba. Aquello empezó con la adolescencia. No recuerdo el día, pero sí la causa. La marihuana fue la cerilla que encendió la mecha. De pequeño era muy maniático, calculador y demasiado ordenado. Mis padres decían que era un niño «especial». Después vino el infierno.

 

EL RELOJ DE LA ESTACIÓN

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en aquella antigua estación.

Envuelta en un halo de misterio despertaba todo tipo de teorías. A decir verdad, procuraba mantenerme lo más lejos posible de allí.

Un día, sin saber cómo, me vi caminando entre los pasajeros.  Llegué sin escuchar el eco de mis pasos, sin equipaje y en la más absoluta soledad.

Poco a poco fuimos subiendo, como sombras proyectadas por una luz mortecina.

Desde mi vagón podía ver un reloj cuyas manecillas giraban en sentido contrario, cada vez más lento. El tren se puso en marcha, rumbo hacia lo desconocido justo cuando el reloj se paró.

 

EL TEMOR A LA FASE REM

Siempre he sabido que algo no funcionaba bien en mí. Cada noche desde que tengo memoria, sufría esos sueños tan reales, tan vividos. Despertándome en mitad de la noche, con el corazón acelerado, sudando, las piernas agarrotadas y jadeando del miedo. Enchufando la luz, mirando frenética a cada rincón de la habitación para asegurarme de que solo había sido un sueño, que estaba a salvo en mi habitación. Trataba de relajarme, pensar en cosas alegres, meditaba y llamaba a mi gata, la acariciaba y me relajaba con su ronroneo mientras seguía pensando en cosas que me calmaban, hasta que me volvía a dormir y todo comenzaba de nuevo.

Tornar a les notícies