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09 MAR

CONCURSO DE MICROS 22-23 DE ALI I TRUC. QUINCENA XIII (1 de 2)

Aquí tenéis los 34 relatos que empiezan con la frase «Olemos a mierda de gallina», comienzo de la novela "Hijos de la fábula" de Fernando Aramburu.

Con esta frase, inicio del libro Hijos de la fábula de Fernando Aramburu deben comenzar los relatos de esta décimotercera quincena de la segunda temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de 34 relatos que, durante los días 10, 11 y 12 de marzo pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos. De estas votaciones, saldrá la terna finalista de la quincena, que conoceremos el próximo lunes 13 de marzo en Onda Cero Elche

 

ALBOROTO, de Francisco Ramírez Munuera.

Olemos a mierda de gallina... No sé si somos unos gallinas o unos mierdas, pero el corral está alborotado: hay mucho cerdo hociqueando muslos y los conejos no salen de su madriguera. El gallo se siente amo del cotarro y no para de cacarear, a ver quién es el guapo que le moja la cresta; vamos pitas, vamos, vamos...

También las palomas están en época de celo y el macho zurea, arrullando a la hembra; ya solo faltaría que la mula se removiera para tener la fiesta completa. No sé yo como acabará el folclore este, pero mucho ojito que hasta el gavilán acecha...

 

AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS, de Mariam Vicente.

—¡Olemos a mierda de gallina! —exclamó el orador. Y todos aplaudieron entusiasmados.

Como si supieran qué son las gallinas, esos animales que se extinguieron hace mucho y que nadie recuerda, solo en algunos incunables encuentras alguna foto junto a los huevos, esas esferas en las cuales crecían sus crías.

Como si supieran cómo olía su mierda, cuando todos sabemos que la mierda no huele, que nada huele desde aquella pandemia hace tantos siglos que arruinó ese sentido en los hombres.

Como si supieran algo, en esta época en la que todos se guían por lo que dicen los charlatanes.

Pero ellos aplauden. Y son felices.

 

BUENA SUERTE, de Francisco Ramírez Munuera.

Olemos a mierda de gallina... La gallinaza es un excelente abono para lograr buenas hortalizas: tomates, pimientos, judías y hasta girasoles con vistosas coronas de pipas, ese ruidoso entretenimiento cuyas cáscaras ponían perdido el suelo del cine de barrio.

Pero ¡ay dolor!, aquellos tiempos ya pasaron... Los abonos sintéticos sustituyeron tanto al estiércol natural como al mismísimo guano, ese excremento de aves marinas que donde van lo ponen todo perdido de mierda; la escatológica visión ya asombró al mismísimo Darwin, dándole que pensar sobre el origen de las especies.

Bueno, pero después de todo pisar una mierda trae buena suerte, así que: ¡Adelante, siempre adelante!

 

CELO AVIAR, de Rafa Olivares.

Olemos a mierda de gallina; como si acabáramos de revolcarnos en un corral. No debimos fiarnos de aquella oferta on line tan barata, ni de los muchos «me gusta», y menos aún del eslogan: Seductora fragancia de pétalos silvestres. Pero lo que me preocupa ahora es la pareja de gallos que nos viene siguiendo. Ojalá que solo sean de pelea.

 

CONTAGIO, de Chato P.G.

Olemos a mierda de gallina. Mariano acaba de morir y su cuerpo yace en el suelo de su granja. Su viuda, Soraya, está desesperada y no sabe qué hacer. Decide utilizar las gallinas como una forma de deshacerse del cuerpo.

Así que decide darles de comer la carne del fallecido. Pero las gallinas empiezan a actuar de manera rara, cacareando y poniendo huevos extraños. Soraya se asusta y llama a la policía.

Cuando llegan, la encuentran rodeada de gallinas enloquecidas. Resulta que Mariano había muerto por una enfermedad contagiosa y Soraya había propagado la infección a través de las gallinas.

 

EAU DE CO-CO, de Francisco Eugenio Crespo.

—Olemos a mierda de gallina.

—Eso solo lo sabemos nosotros. El resto de la humanidad piensa que es el perfume de su vida y nosotros vamos a conseguir que lo sea.

—Pero jefe, no puedo dejar de sentir náuseas al pensar que van a ponérselo encima.

—¿Acaso sabes tú qué utiliza la competencia? Uno de los perfumes más famosos lleva sesos de conejo. No revelaremos nuestro componente secreto: mierda de gallina. El éxito está asegurado con nuestra campaña de marketing agresivo en marcha. La gente quiere algo diferente. El perfume se llamará EAU DE CO-CO.

 

EL ABANDONO, de Edgar Pascual.

«Olemos a mierda de gallina», escrito en centenares de carteles. Grito unísono como en Anfield el «You´ll never walk alone». La lluvia no frena a los guadalajareños, llegados de cada rincón, de cada pueblo fantasma. Aun vaciándose son los huevos del país. Algunos castellanomanchegos hablan con la televisión local. No son grandes oradores, pero hablan desde las callosidades de sus manos y las heridas abiertas de ver la situación de la zona. «El abandono es el tentempié del olvido», dice una anciana. La retransmisión se corta cuando cubos de pintura son lanzados a los carteles al grito de «¡Paz para las gallinas!»

 

EL JUEGO, de Roberto Hurtado.

Olemos a mierda de gallina. Era la señal para jugar con papá. Aquel día especial buscó en los bolsillos de su bata: surgió un pergamino, un reloj, una escoba, un soldado de plomo y un encendedor. Con eso contamos mil historias que iluminaban la recámara, recorrían nuestro pequeño mundo y hacían de la tarde una aventura. En ella, el soldado de plomo disparó su fusil, el encendedor prendió el pergamino y todos gritamos de alegría. Cuando mamá mostró el reloj todo acabó de golpe. La habitación se apagó y disimulamos. Papá seguía enfermo, esta vez olía a mierda de hombre y todos dejamos de husmear.

 

EL LLAMADO DE LA NATURALEZA, de Silvia Espina.

—Olemos a mierda de gallina —nos dijimos mientras orinábamos por la ventanita de la habitación hacía el pequeño jardín del hostal.

Estábamos en el primer piso y el único baño, al fondo del pasillo, estaba siempre ocupado. Nos pareció feo, pero las urgencias son difíciles de dominar; total estaba bastante oscuro.

El caso es que el jardín resultó ser un gallinero y nuestra rociada alborotó a las aves provocando que el dueño del hotelito saliera con una tremenda linterna cuyo furioso haz de luz nos iluminó.

Disimulamos como pudimos, pero a la madrugada siguiente, antes de que hubiera movimiento, abandonamos el lugar a la disparada…

 

EL OCTAVO PASAJERO, de Natividad Fernández.

Olemos a mierda de gallina, dijo el Capitán de la nave espacial mientras cruzaban por un agujero negro que zarandeaba sus cuerpos como si estuvieran dentro de una gran batidora.

El resto de la tripulación miró a su superior con cara de asombro pensando que había perdido la razón.

Decididos a desentrañar el misterio se pusieron en contacto con la central de Galaxias, donde les indicaron que efectivamente, por un poro diminuto, al cruzar el agujero negro, se había colado un pedo de gallina que fue a parar directamente a la nariz del Capitán.

 

EL REY DEL GALLINERO, de Paquita Márquez.

Olemos a mierda de gallina tras la noche inolvidable que hemos pasado revolcándonos en las gallinazas. Mi cresta ha crecido roja y firme mientras te dominaba y estoy esperando tu cacareo apoteósico. Pero tu cacareo no llega y la luz del amanecer me depara una sorpresa:

—¡No eres gallina, eres un pollo!

Y te alejas, picarón y orgulloso, mientras veo cómo, además de tu cresta, crecen por momentos esas brillantes plumas doradas que desde hoy adornan tu cola de vencedor.

 

EL ROSAL REPUDIADO, de Raquel Zaragoza.

─¡Olemos a mierda de gallina!, aquí no hay quien pare, ─protestaron unas abejas escandalizadas con el hedor del nuevo abono.

─Para presumir hay que sufrir ─replicaron las rosas del jardín─. Venid, venid, mirad nuestros pétalos aterciopelados son muy seductores y su color rojo pasión es inigualable y tenemos los pistilos cargados de un delicioso polen y nuestra fragancia invita a polinizarnos…

─ ¿Fragancia? ¡Bufff! Seréis muy hermosas, pero no tenéis olfato ─dijeron las abejas antes de salir zumbando.

 

FKASHBACKS, de Sofía Ortiz.

—Olemos a mierda de gallina —afirmó súbitamente con repugnancia—, ¿será una consecuencia de nuestra cobardía, ya que decidimos abandonar a esas personas que confiaban en nosotros robando el dinero que necesitaban con el único fin de lucrarnos, traicionando a amigos en un inútil intento de salir ilesos de los brazos de la ley afirmando desconocimiento absoluto de nuestros actos?

—¡Reclusos, sigan limpiando el gallinero!

 

FUSIÓN, de Paquita Márquez.

—¡Olemos a mierda de gallina, Lolita!

—¡Sí, profesor, pero ha merecido la pena! Al fin hemos conseguido la piedra filosofal, la panacea, el elixir mágico de la felicidad que la humanidad lleva toda su historia persiguiendo. ¡Lástima que la fusión de fluidos se haya desparramado por el suelo del gallinero! Ha sido como un deslumbramiento repentino en un lugar inadecuado. Pero… ¡uf, qué subidón!

—Bueno, no te preocupes, Lolita querida. Esta tarde repetimos el experimento entre sábanas. Todo es cuestión de volver a trabajar en equipo.

 

GALLUS GALLUS DOMESTICUS, de Américo Fojo.

Olemos a mierda de gallina porque las de las perchas superiores no respetan a las que dormimos abajo.

Además, cada tanto, tenemos que soportar al Gallo que nos aplasta con su peso y luego se pavonea con su fanfarrón quiquiriquí, para que los demás se enteren.

Pero debo reconocer que la vida en el gallinero es cómoda.

Últimamente, con este tema de la ecología, nos tiran el maíz por los suelos mezclándose con hierbas y bichitos. Esto no le gusto a la ponedora blanca; intentó rebelarse… escuchamos cacareos, gritos… y se transformó en cazuela.

Yo me quedé tranquila y mansita; para eso somos gallinas ¿no?

 

HERMANOS, de Edgar Pascual.

—Olemos a mierda de gallina.

—Tener miedo no es cobardía.

—Somos unos cobardes grandes como pelotas de cocido.

—Sabes cómo están las cosas en casa, Ramón.

—¿Compensa pagar el alquiler por tragar lo que tragamos?

—Compensa.

—¡Gallina!

—Aguantar o irnos de casa.

—Los pobres no tenemos casa.

—Mientras vivimos allí lo es.

—Si tú lo dices… bien que viene la casera sin avisar. Lo único nuestro es el pagar.

—¿Entonces?

—No lo sé. Cantarle las cuarenta al mamarracho que nos deshumaniza… quitarme este olor a gallina con el que me voy a dormir.

 

HUEVOS, de Ana Montesinos.

—Olemos a mierda de gallina desde hace tres días, es lo que querías, ¿no? —masculló Nora con retintín—. Cuidado con lo que deseas, decía mi madre habitualmente.

El lunes era un alto ejecutivo, sueldo escandaloso, bien valorado y seguro de mí mismo, impregnaba, para más inri, mi despacho con perfumes caros. Sólo los domingos me permitía desconexión digital para ir al pueblo y cuidar el corral. Mis felices ponedoras surtían mi nevera de deleitables huevos.

Cuando los problemas en la oficina martirizaban mi vida, solía vociferar que el día menos pensado abandonaría todo y me iría con mis gallinas… y llegó el menos pensado.

 

INDIFERENCIA, de Francisco Eugenio Crespo.

«¡Olemos a mierda de gallina! ¡Se nos debería de caer la cara de vergüenza! Antiguamente por mucho menos nuestros padres salían a la calle y se manifestaban, luchaban por sus derechos, defendían a sus familias…

Nos suben las hipotecas, alquileres, alimentos, luz, gas… y el salario y las pensiones apenas han aumentado, y nosotros tenemos que trabajar más para poder llegar a fin de mes. ¡Pasemos a la acción!»

Ante el clamor de la multitud el orador se vino arriba y se lanzó al público, como si fuera un cantante de rock. Se pegó un brutal planchazo contra el suelo.

«Así nos va» pensó dolorido.

 

MATERA, de Edgar Pascual.

«Olemos a mierda de gallina», es la frase que decía mi bisabuela y marcó a mi madre de pequeña como la vacuna de la viruela. Por aquel entonces, en Matera era normal que animales y familia compartieran hogar. ¿Era mejor oler a mierda de cerdo y caballo que sólo a la de gallina, o ser más pobre? Mi madre nunca supo responderme, pero supo que Carlo Levi tenía razón a medias. No estaba de acuerdo en que Cristo no pasara por Matera, pasó, claro que pasó, y miró hacia otra parte. Sin embargo, Levi estaba en lo cierto: allí no había esperanza.

 

MENÚ DEL DÍA, de Raquel Zaragoza Durá

«Olemos a mierda de gallina, ¡qué sucio está el gallinero!», se lamentaba el profesor con sus alumnos cuando les interrumpió la cocinera de la granja:

—¿Profesor, ¿qué va primero el huevo o la gallina?

—Pues verá, de acuerdo con la teoría sobre la evolución de las especies primero fue el huevo —después de una breve pausa, continuó con su disertación—. Sabemos que hay huevos desde hace millones de años, mientras que las gallinas aparecieron hace tan sólo unos diez mil años. En consecuencia…

—No, no, profesor, lo que quiero saber es qué tomarán primero: ¿el huevo relleno o la gallina en pepitoria?

 

MISIÓN ESPECIAL, de Francisco Ramírez Munuera.

Olemos a mierda de gallina...

La observación del comandante de la nave causó incredulidad y extrañeza en el Centro Espacial Houston, desde donde controlaban el viaje de aquella pionera misión a Titán, la gran luna del planeta Saturno. Al descender hasta el gélido satélite, cuyo rocoso suelo y densa atmósfera debía estudiar el equipo científico, el señor Jones reconoció a Bola de Nieve.

Entre los camaradas de la titánica Granja de Animales resaltaba la presencia de gallináceas; el excelente estiércol de estas aves servía de abono orgánico para los grandes invernaderos que, sobre el inhóspito suelo del cuerpo celeste, había desplegado la Comunidad.

 

ORFANDAD, de Felipe Tenebaum.

Olemos a mierda de gallina. Y a orín de puerco. Tiene que ser eso. Desde que tengo uso de razón nadie nos ha querido ni se ha apiadado de nuestra orfandad. Antes, al menos, pasaba algún caballero distinguido por nuestro hogar de acogida y simulaba interesarse por nuestro futuro. Incluso, en alguna rara ocasión, dos o tres de nuestros hermanos gozaron del privilegio de ser adoptados. No funcionó. Nunca lo hace. Al mes exacto, nos devuelven a todos. Incluso antes. Da igual si somos alegres, revoltosos o sesudos. Nadie nos quiere realmente. En cuanto terminan de leernos, nos regresan a la biblioteca municipal.

 

PUBLICIDAD ENGAÑOSA, de Rafa Olivares.

Olemos a mierda de gallina. No nos van a dejar entrar en el pub de moda. No debimos confiar en aquel vendedor callejero ni en la etiqueta de Esencias naturales de ave.

 

¿QUE PASA EN LA GRANJA?, de Natividad Fernández.

Olemos a mierda de gallina. Los pobladores de la granja estaban desconcertados, desde hacía algunos días un olor nauseabundo hería su olfato, las cabras, las vacas, los cerdos, los caballos y hasta los burros sentían náuseas y mareos.

Reunidos en el establo de las vacas, decidieron hacer una asamblea para dilucidar de dónde provenía ese desagradable olor.

Un loro llegado de lejos les confirmó que habían instalado un gallinero a no muchos metros de su granja.

Por fin habían desentrañado el entuerto. Las gallinas tenían un olor tan desagradable que a todos les daban a todas ganas de vomitar.

 

¿RECUERDAS?, de María Ángeles Vaíllo.

Olemos a mierda de gallina, vamos a asearnos. ¿Recuerdas aquellos tiempos? Vamos a vivir como antaño, nuestros hijos están independizados. Nos iremos al pueblo, la casa sigue en pie, el asfalto nos asfixia.

Compraremos gallinas, las soltaremos en el huerto. ¿Recuerdas la olivera que hacia sombra al verano? Recogeremos sus frutos, plantaremos tomates, coceremos el pan en el horno que nos hizo mi padre. Viviremos sin prisas, nos despertará el gallo, la lluvia llenará el viejo aljibe. En tiestos de colores plantaré azucenas y violetas. Viviremos felices el invierno de nuestras vidas ¡doctor mi marido ha despertado y está sonriendo!

 

SINFUM, de Francisco Eugenio Crespo.

—«Olemos a mierda de gallina». Eso es lo que reza un artículo de un periódico. ¡No es permisible!, ¡nuestra reputación está en juego!

—No hay de qué preocuparse -—dijo el titular del laboratorio—, ¿qué es lo que dice?

—«El laboratorio Sinfum huele a mierda de gallina. Después de haberse aprobado la inclusión de su innovador medicamento para dejar de fumar, el laboratorio argumenta que no tiene unidades disponibles… algo incomprensible conociendo el acuerdo con antelación».

—Perfecto. No dice nada acerca de los millones que hemos recibido de las tabacaleras para inmovilizar las unidades. Sin problema.

 

TODO SALPICA, de Gumer Pérez.

Olemos a mierda de gallina y ya se sabe que, aunque la mierda se tape, sigue oliendo.

Mi padre ese día me miró y grabó en mi cabeza aquella frase. No le entendí. Solo tenía nueve años. Estaba asustado, muy asustado. Me había quedado a solas con él. Tardaría años en descifrar lo que me quería decir. Encontré la respuesta en un cajón. Dentro, había una foto. En ella se veía a mi madre con su primo y una frase escueta pero aclaratoria: no soy su puta, le quiero.

No sé si era de gallina, pero la mierda nos había salpicado. Sobre todo, a mí.

 

UN ERROR DE NARICES, de José Manuel del Río.

—Olemos a mierda de gallina. Porque ahora todos son auténticas gallinas. Al menos todos deberían serlo —reflexionó el maestro sin molestarse en mirarlos absorto como estaba observando el vuelo de un perigallo—. Si han seguido los pasos correctamente no deberían preocuparse. En breve el hechizo se revertirá. La clase ha terminado. Pueden marcharse a medida que recuperen su forma original. Peláez, usted venga a mi despacho cuando todos se hayan ido.

Para ser la primera vez que hacían un complejo hechizo de conversión, no hubo que lamentar ningún herido.

Poco después, Peláez con una cresta de gallo en la nariz se presentaba en el despacho.

 

UN ESCONDITE NO TAN PERFECTO, de Felipe Tenenbaum.

Olemos a mierda de gallina. ¡Y quién no en medio de una guerra! A lo sumo los altos oficiales. Esos disponen de tinajas de agua hirviendo, grandes bañeras y un par de codornices suculentas esperando sobre el plato de porcelana. Los soldados carecemos de lujos. Mejor. Cuando los rusos arremeten, desnucan siempre primero, a los que huelen a caldo de gallina (mientras los verdaderos héroes nos ocultamos entre el estiércol y el excremento de animales muertos). Sería mejor esconderse en el espacio infinito y velado entre lo dicho y lo sugerido de un microrrelato… pero llevamos un año de hostilidades. Allí ya no cabe nadie.

 

UNA DE CAL, OTRA DE ARENA, de Rafa Olivares.

Olemos a mierda de gallina y de vaca después del ejercicio de asalto a una granja. Ahora, el soldado Lucas acaba de sugerir al capitán que, para compensar, la semana próxima podríamos simular el asalto a la perfumería de El Corte Inglés.

 

UNA NOCHE EN LA GRANJA, de Raquel Zaragoza

—Olemos a mierda de gallina. ¡Qué asco! —le susurró una mofeta a otra mientras robaban los huevos del corral.

—Hasta la pocilga llega el olor a mofeta. ¡Qué peste! —gruñeron los cerdos.

—Vámonos, Carmela, que aquí huele a cerdo. ¡Qué tufo! —le dijo el mozo a la hija del granjero, mientras se la llevaba en busca de intimidad.

«¡Esto me huele mal!», pensó el dueño de la granja cuando escuchó a Paco retozando con su hija en el granero…

—¡Mierda! ¡No corras, gallina! ─le gritó al muchacho que huía «descalzonado».

 

VICTORIA, de Chato P.G.

Olemos a mierda de gallina y pólvora. En plena guerra, la granja que nos sirve de refugio no es el mejor lugar para pasar las noches.

Esta mañana, los soldados enemigos han invadido el corral y las gallinas han salido corriendo. Mi amigo y yo avanzamos con escobas y cubos.

La batalla es feroz, pero retomamos el control. Las gallinas vuelven a su lugar y nosotros regresamos victoriosos, con mierda de gallina y plumas en la ropa. Quién diría que, en una guerra, la victoria tendría olor a gallinero.

 

ZEUS, de Felipe Tenenbaum.

Olemos a mierda de gallina. Y a vetustez. Especialmente Afrodita que nació de la espuma del mar y cree que con remojarse basta para desprenderse del tufillo a humanidad (y otras atrocidades) que nos envuelve. Incluso cuando reinábamos en el Olimpo (y el advenimiento de los monoteísmos aún no nos había hecho caer en el olvido), aquel magnetismo nos atraía al mundo mortal. Desde entonces, vivimos rodeados de multitud de seres insignificantes que ignoran de lo que somos capaces. Como la vecina del quinto vuelva a poner el Sálvame a los gritos a la hora de la siesta, la próxima pandemia será una plaga letal.

 

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