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24 MAR

CONCURSO DE MICROS 22-23 DE ALI I TRUC. QUINCENA XIV (1 de 2)

Aquí tenéis los 39 relatos que empiezan con la frase «Al poco de cumplir catorce años», comienzo de la novela "Punki", de Juarma.

Con esta frase, inicio del libro Punki, de Juarma, deben comenzar los relatos de esta décimocuarta quincena de la segunda temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de 39 relatos que, durante los días 24, 25 y 26 de marzo pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos. De estas votaciones, saldrá la terna finalista de la quincena, que conoceremos el próximo lunes 27 de marzo en Onda Cero Elche, de donde Juarma elegirá el relato ganador.

 

PIRATA

Al poco de cumplir catorce años llegó al puerto, con las pupilas llenas de codicia. El brillo del cuchillo se hundió hasta partir en dos el corazón, y al viejo tendero solo le quedó el asombro. La hija se esconde tras el mostrador. La miró y murmuró para sí «otro botín». Abalanzándose la somete y en dos zarpadas, con sus manos cubiertas por el óxido de la lujuria de cualquier pirata, penetra violentamente y el cuerpo inerte cae al suelo. Observa alrededor y se dispone a marcharse del ambiente ensangrentado, cuando el tendero le grita ¡A dónde vas! ¡primero limpia todo! mientras yo cocino las lubinas.

 

PRIMERA

Al poco de cumplir catorce años apareció una mañana en clase. Alta, delgada, morena con largas pestañas y una graciosa comisura de labios. Me enamoré al instante, que queréis, tengo catorce años.

Era la primera vez en mi vida que prefería sentarme disimuladamente cerca de ella durante el patio, en vez de jugar al baloncesto o decir gilipolleces con mis amigos. Estaba apardalado, que queréis, tengo catorce años.

La besé en la fiesta de fin de curso, tras varios bailes, un beso torpe y chapucero que provocó en ella carcajada y condescendencia. También yo me reí rojo como un tomate, que queréis, tengo catorce años.

 

PROMESA

Al poco de cumplir catorce años alejada del alcohol estuve a punto de recaer. Sentada en la silla miraba la ficha que me dieron en Alcohólicos Anónimos. Dando vueltas a la ficha y los recuerdos. ¿Qué sentido tiene seguir si mi hija no quiere saber nada de mí? La fuerza de voluntad sucumbió a los pasos que me condujeron a la tienda. Regresé a la habitación sin saludar a los compañeros de piso. Abrí una cerveza, el líquido ámbar se extendió por la superficie circular formando un enorme anillo nupcial. Quizá nunca lo sepas, pero la promesa que te hice venció al peso de tu silencio.

 

RADICAL

Al poco de cumplir catorce años me percaté de lo podrido que estaba el mundo. Es por ello por lo que tomé una decisión algo drástica.

Justo en el día planeado me acerqué a la ventana más alta de mi casa; necesitaba papel. Comencé a escribir y solamente cuando consideré que el resultado era satisfactorio anduve hacía la ventana. Arrimándome peligrosamente al borde, (el riesgo merecía la pena), lancé el avión de papel dónde mi fuerte compromiso por cambiar el mundo se hallaba escrito.

Alguien lo pisó y ecologista de él lo tiró al contenedor azul. Por algo se empieza, supongo.

 

REGRESO AL PUEBLO

Al poco de cumplir catorce años mi familia y yo tuvimos que emigrar huyendo de la guerra. Hoy es mi cumpleaños. Regreso a mi pueblo natal por primera vez en cuatro décadas. No estoy alegre. Tampoco triste. No sé qué me encontraré. Sé que Elvira, mi mejor amiga de la infancia, sigue allí. También Marquitos, mi vecino el pecoso, que ahora es su marido. Y poco más. Siempre deseé volver, y ahora, que estoy a punto de llegar, me pregunto para qué. Qué se me ha perdido a mí aquí. Ya huelo el olor a almendro. Allí están las primeras casas. Nada ha cambiado. Solo yo.

 

SIGO PERDIENDO

Al poco de cumplir catorce años me di cuenta de que el internet en casa siempre dejaba de funcionar a final de mes. Mi madre había tratado de ocultarlo, pero siempre aparecía el silencio incómodo que denota la vergüenza. Dejé de preguntar, aunque no por vergüenza, ya que planeaba con abrazarla y decir algo que le hiciera sentir mejor. La intención estaba ahí, y a veces se asomaba tímida, como cuando asomas la cabecita al intentar cruzar la calle por donde no debes. Pero se quedó en eso, ya que aún sigo buscando por donde cruzar la calle para conseguir ese abrazo.

 

SUPERHÉROES

Al poco de cumplir catorce años conoció el amor, y recibió la primera paliza. También fue la última.

Enterró su inocencia entre la sangre de aquel que le pegó, y se ciñó la dignidad al alma con una cadena.

Cambió de nombre y de forma de ser, pero encontró una nueva manera de vivir. Nunca más nadie de los que tuvo a su alrededor fue humillado.

 

UN AÑO MÁS

Al poco de cumplir catorce años supe que algo había cambiado.

Madrugué mucho la mañana posterior al fatídico día. Mi cuerpo se encontraba entumecido y mi mente activa con raras preocupaciones.

‒¿Cómo es cumplir cincuenta, mamá? –preguntó el ser que me había despertado con su mirada fija en mí.

 

A CIEGAS

Al Poco de cumplir catorce años, tras un accidente, perdí la vista. No fue fácil, pero aprendí a moverme sola por toda la casa.

Todo iba bien hasta que mis padres, con la intención de ayudarme, decidieron retirar algunos muebles para que yo dejara de tropezar con ellos.

Desde entonces, «ando a ciegas». Aquellos muebles no eran obstáculos eran los referentes que me orientaban.

 

ADOLESCENCIA

Al poco de cumplir catorce años el mundo cambió. Todos batallaban contra mí, yo nunca tenía el derecho de ser escuchado. Según la señora que me cuidaba, que pasaba más tiempo conmigo que mis padres, yo decía que NO a todo. Eso no era cierto, solo decía que no a las cosas que no me parecían bien o que no quería hacer. Por un poco que quisieras defender tu opinión ya te daban por contestón, ¿por qué? Solo porque tengo catorce años recién cumplidos no significa que haya dejado de ser el mismo niño de antes, con esa educación y ese saber estar que me caracterizaba.

 

AUGURIOS CERTEROS

Al poco de cumplir catorce años, a Zoilo lo llevaron sus padres ante el patriarca de la comunidad, hombre anciano, sabio y prudente, para que aventurara lo que le depararía el futuro; si valdría para los estudios, para llevar un negocio, para mantener una familia… El viejo lo miró circunspecto y tras un par de preguntas sentenció: El muchacho tiene madera. Volvieron pues a casa contentos y aliviados con el vaticinio. Y es que algo de razón debía de tener el sabio por cuanto, cada vez que el chico se rascaba la cabeza, algunos restos de serrín quedaban entre sus uñas.

 

BILOCACIÓN

Al poco de cumplir catorce años recordé que ya había cumplido catorce años otra vez. A los días le sucedieron flashes confusos. Iba a un parque de atracciones, por primera vez, y recordaba haber estado; adoptamos un perrito de la perrera y lo rememoraba, incluso evocaba reminiscencias haciéndose mayor. La paramnesia se tornó constante, todo lo sentía ya vivido. El éxtasis de la primera vez fue apagándose, nada despertaba en mí sobresalto. Vivía en diferido. Así que decidí hacer cosas que nunca podría haber hecho. Apuñalé a mi padre. Su cara mirándome era repetida. ¡Qué tranquilidad brinda algo no hecho por primera vez!

 

BRUNILDA Y SIGFRIDO

Al poco de cumplir catorce años de escarceos amorosos, Brunilda le sugirió tímidamente a Sigfrido que quizás deberían ir pensando en formalizar su relación el próximo lustro.

Él no dijo nada... Aunque cortejaba a la valquiria, en las runas estaba escrito que su esposa sería otra.

 

COLEGIO NUEVO

Al poco de cumplir catorce años, nos mudamos a un piso nuevo y nuevo colegio. «No seré la rara del salón» pensé, «con el masajista-espiritista ya no tengo que usar el corsé», aunque había dejado de crecer. Cuando el especialista de columna preguntó cómo me siento, le contesté ¡Estupenda!, pero mi alegría cambió al mirar las radiografías. ‒Lo siento, son charlatanes, debo operarte‒ y mi madre rompió en llanto. Pasados los tres meses de hospitalización y once con escayola, ya no llevo nada, pero… no puedo evitar ser la rara de mi salón. Ahora mi historia me hace diferente y especial en mi nuevo colegio

 

CON LA CRUZ A CUESTAS

Al poco de cumplir catorce años el joven alcanzó la pubertad, esa etapa crítica en que la llamada de la carne se desata. De buena familia y estricta educación religiosa, a Lorencito se le hacía muy cuesta arriba conciliar exigencias de cuerpo y espíritu; sus vanos intentos de compaginar fe divina y vida mundana parecían irremisiblemente condenados al fracaso.

Ante la trascendental disyuntiva el mozo cogió la calle de Enmedio, optando por abrazar la siempre más fácil y placentera vida pecaminosa. Como buen cristiano, desde ese momento Lorencito dejó de llevar la cruz colgada al cuello, pasando a cargar con ella a cuestas.

 

DECISIONES

Al poco de cumplir catorce años me di cuenta de que empezaban los problemas.

Mis amigos empezaron a probar cosas nuevas.

‒¡Vamos Miguel! ¡Una calada, si está muy bueno!, y además, lo hacemos todos. ¿Es que eres un gallina?

Posteriormente vinieron los porros, el alcohol en exceso, las pastillas… siempre respondía lo mismo: NO. Las personas pueden ser muy insistentes para que todo el mundo hagamos lo mismo, y así nadie se sienta culpable. Incluso llegan a ser muy pesados y agresivos para conseguirlo.

Perdí a mis amigos… o más bien ellos me perdieron a mí.

 

DESOBEDIENCIA Y CASTIGO

Al poco de cumplir catorce años me fui de acampada a Río Mundo sin el consentimiento de mis padres. Al llegar, montamos las tiendas de campaña y recorrimos el precioso paraje. El perfume y los trinos del bosque nos despertaba. Café de leña, baños en las transparentes aguas del río, bocadillos y tardes de juegos. De noche, bajo las estrellas, historias, canciones y guitarras. Al volver a casa el recibimiento fue de todo menos cordial. Por fortuna, mi familia no tuvo conocimiento hasta pasados varios años, del accidente que sufrimos al regresar, y del que milagrosamente salimos ilesos.

¿Lo volvería a hacer? Lo volvería a hacer.

 

EL ENCUENTRO

Al poco de cumplir catorce años, me tropecé con un tal Juan Ramón que me habló de ocasos de grana, remansos de carmín, aguas que se rompen en espejos de sol, toros, cabras y un borrico de algodón que se pierde en los reflejos de la luna.

Pero yo, muchacho urbano, en una ciudad desmedida, impaciente y agitada, no conocía arroyos rumorosos, ni toros, ni cabras y mucho menos un burrito color acero y espuma.

Entonces tuve que imaginarlo, verlo con mis ojos mirando hacia adentro.

Y sí… lo logré y fue mío. Gracias, Juan Ramón.

 

EL FINAL

Al poco de cumplir catorce años mis ojos se cerraban con una sonrisa en los labios y miles de gritos a mi alrededor. Esa mañana desperté más temprano. Las sirenas no paraban de sonar y el llanto de mi hermanita se había ahogado de tanta hambre. Ella duerme plácidamente porque mantengo el fuego con restos de cartón. Hace una semana que mi madre no regresó de buscarle la leche y ahora las tropas nos tienen acorralados en esta montaña de escombros esperando no sé qué… Balbuceando mi nombre, mi hermanita se acerca. La tomo en mis brazos y ¡sonríe! solo un poco antes del zumbido mortal.

 

EL INFIERNO

Al poco de cumplir catorce años, vinieron a buscarme. Unos hombres se encararon con mis abuelos y les exigieron mi presencia en las filas republicanas para defender mi país.

Me dieron un petate con una manta, una cantimplora, un casco y me informaron que me entrenarían para disparar contra los enemigos de la Patria.

No puedo describir el miedo, no puedo cuantificarlo, sé que era mucho porque me oriné en los pantalones.

El resto fue el infierno. El frío, la desolación, las pesadillas y los muertos, muertos por todos lados. Fue la batalla del Ebro.

Creo que nos llamaron «La quinta del biberón».

 

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