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07 DIC

CONCURSO DE MICROS 23-24 DE ALI I TRUC. QUINCENA VI

Aquí tenéis los 20 relatos que empiezan con la frase «―¡Hay que retirarse, procónsul!», comienzo de la novela "Maldita Roma", de Santiago Posteguillo.

Con esta frase, inicio del libro Maldita Roma, de Santiago Posteguillo, deben comenzar los relatos de esta sexta quincena de la tercera temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de 19 relatos (ordenados alfabéticamente a partir del primero recibido) que, durante los días 8, 9 y 10 de diciembre pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos. De estas votaciones, saldrá la terna finalista de la quincena, que conoceremos el próximo lunes 11 de diciembre en Onda Cero Elche,

 

INJUSTICIA

—¡Hay que retirarse, procónsul!

El magistrado romano miró a su interlocutor, perplejo. Cabalmente sorprendido por la firmeza de frase. Pronunciada casi como una orden. Un mandato dirigido justamente a él que gobernaba con sabiduría extensas tierras y a infinitos hombres. ¡Nada menos!

—¿Por qué debería irme? Mi gestión ha sido hasta hoy impoluta. Hay superávit, calidad de vida. Y he ganado infinitas batallas en la frontera. Soy un triunfador.

—Ya. Pero los jueces son caprichosos. Creen que, en su última alocución en el Senado, justo cuando decidía bajar los impuestos, ha desafinado un poco. En fin; que lo han nominado.

 

LA DECISIÓN

Hay que retirarse, procónsul!!! dijo Daniela, su asesora, a Federico, diplomático de carrera, destinado en Madrid, al ver el destello de luz del flash del paparazzi a través de la ventana. Llevaba meses fijándose en ella, belleza andaluza, exuberante, con cabello y ojos negros. Se había enamorado. Su esposa estaba de visita con su familia y él no pudo resistir su pasión. Su sorpresa fue que ella le correspondió. Y entonces, en lugar de retirarse, tomó la decisión más arriesgada de su vida. ¡Seguir adelante!

 

LA REINA ACECHA

—¡Hay que retirarse, Procónsul del Heavy metal! ¡Dejemos abandonadas nuestras guitarras eléctricas sobre el escenario y huyamos!

—¿Por qué deberíamos irnos? El concierto está siendo un éxito. El público nos ama.

—Porque ahora le toca a Freddy Mercury.

—¿Y?

—Que aún no somos más poderosos que Queen.

 

MIEDO

¡Hay que retirarse, procónsul!

¡No! ¡Resistiremos!

El soldado desapareció, quedando solo el procónsul pegado a la pared derruida.

Estaba temblando, y no de frío, pero no podía permitirse una retirada con la reputación que eso le traería. Decidió moverse, lentamente, a través de las calles de Roma. La luna iluminaba la extraña noche. Un grito a lo lejos. Otro grito más cerca. Pulius miró a la derecha, después a la izquierda ... allí estaba. El soldado que lo abandonó antes. Le faltaba media cara, sangraba del pecho, y sonreía. Se abalanzó sobre él...

¡Juan!¡Apaga ya la consola, que la cena esta lista!

 

MUERTO

—¡Hay que retirarse, procónsul!

La desesperación en la voz del soldado era patente. Pero no poseía tantos conocimientos como el procónsul, que empezó a realizar cálculos mentales poniendo los ojos en blanco. La sabiduría almacenada en su cerebro estaba discerniendo todas las decisiones posibles a escoger. La retirada no era una, por los menos en estos momentos, con un ejército poderoso en su poder después de veinte años deseándolo. Algún líquido pegajoso le salpicó en la cara. Era sangre. El soldado yacía en el suelo con una lanza insertada en su ojo izquierdo.

El procónsul se untó más sangre y se hizo el muerto.

 

NO CABE DUDA

—¡Hay que retirarse, procónsul, y a escape!

—¿Por qué, Proclinio?

—¡Porque tu esposa Claudia Glicinia nos ha visto en la cama refocilándonos, y está hecha una furia! He ido tras ella a las cocinas y la he visto con un cuchillo de eviscerar reses en la mano gritando que nos va a ensartar como a vulgares cucarachas.

—¿Pero tú crees que lo haría?

—¿Qué si lo creo? El esclavo Marcus, que era su más fiel confidente, ahora, por no sé qué tontería, es su más fiel eunuco…

 

¡POR TODOS LOS DIOSES!

—¡Hay que retirarse, procónsul! La sibila ha visto tu asesinato en los posos del vino griego. Morirás si atacamos; el enemigo está preparado para ganar y acabar contigo.

A escuchar el vaticinio, el experto gobernador y jefe de los ejércitos se retrae a meditar su decisión. Finalmente, se arriesga.

Mientras tanto, su esposa regala valiosas joyas a la sibila y se prepara para seguir ascendiendo. Sabe que él morirá de todos modos. Sabe ¡por todos los dioses! que derrotarán al ejercito enemigo.

Un paso más, y su amante, el primer centurión, será emperador.

 

PROGRAMA DE TARDE

–¡Hay que retirarse, Procónsul! La centuria de Cayo Livio ya ha cedido, su ejército nos supera en número, tienen el viento a favor y nuestros legionarios de vanguardia se han declarado en huelga de escudos caídos. Además, aún podríamos llegar a tiempo al Coliseo, donde esta tarde se clausura la semana de festejos en honor a Marte, con la intervención estelar de Espartaco y después con la comida de los leones, que hoy tienen de menú a los Adventistas. Del Séptimo Día, claro.

 

TEMPUS FUGIT

─¡Hay que retirarse, procónsul! ¡Rápido, que el tiempo vuela! ─gritó un centurión romano─, notablemente alarmado por el bullicio del ejército que se aproximaba.

─¡Por Júpiter! ¡No huyáis, resistid a los cartagineses!

─Pero, procónsul, no son los cartagineses los que nos echan de Hispania.

─Entonces, ¿quién nos manda a casa?

─Se acabó nuestro tiempo de exposición; debemos desalojar de inmediato las salas. El museo arqueológico abre sus puertas a la octava Maravilla del Mundo. Recién llegado de China: «El Ejército de Xi´an», los guerreros de terracota.

─¿¡De terracota!? ¡Ahora sí que me dejas de piedra!

 

VALENTÍA

—¡Hay que retirarse, procónsul! ¡El muro ha caído, el vallum está atestado de nuestros legionarios muertos… hay que retirarse! —gritaba desesperadamente el decurión entrando al castillete de comando.

El procónsul, decidido, desenvainó su espada. —¡Somos soldados del Imperio y un soldado romano nunca se retira! ¡Nunca!

—¡Pero señor… los celtas han penetrado en Britania y nos atacan también por retaguardia… sólo nos queda el camino del mar… estos salvajes son miles!

—Bueno, así las cosas… una de las virtudes del buen comandante es considerar todas las opciones… así que… ¡marchemos a toda velocidad hacia el mar! ¡¡Soldado que huye sirve para otra guerra!!

 

60 SEGUNDOS

—¡Hay que retirarse, procónsul! ¡Mi centuria ha sido vencida! —grita el centurión romano abriéndose paso a mandobles entre los enemigos.

Ambos personajes hacen mutis por el foro. En el escenario caen, entre exagerados estertores, los últimos soldados romanos y los cartagineses lanzan gritos de «¡Victoria!» mientras baja el telón.

Calderón mira al palco real buscando la aprobación de Su Majestad. Transcurre un eterno minuto. El sudor chorrea por la cara del autor. El rey, por fin, se levanta y aplaude con entusiasmo. El clamor del público atruena el recinto. Calderón se seca el sudor mientras murmura:

«¡Cagüen la leche! ¡Siempre la misma bromita…!»

 

ANOMALÍAS

—¡Hay que retirarse, procónsul! ¡Mira lo que se nos viene encima! ¡El delirio de Nerón provocó un pliegue en el espacio y amenaza con hacer cenizas no solo Roma, también el mundo literario de todos los tiempos!

Julieta, iluminada por el resplandor del fuego, grita aterrada desde su balcón. Penélope deja de tejer y huye despavorida. Don Quijote espolea a Rocinante, mientras Sancho jadea exhausto corriendo tras él. La Reina de Corazones ordena la evacuación de todos sus personajes, mientras una joven soñadora contempla absorta las llamas y una profunda tristeza la invade cuando ve cómo su querida biblioteca se convierte en cenizas…

 

AQUÍ MANDO YO

—¡Hay que retirarse, procónsul!

—¿Por qué Tulio?

—Mañana partimos a Iulia Illice Augusta.

—Déjame decirte que me soslayas, yo diré cuando es suficiente.

—Sí, mi señor.

—Estos libertos, aunque te sigan sirviendo se han convertido en verdaderos incordios. Cesar podría darnos los poderes para revertirlos de nuevo, no los aguanto―dijo cogiendo de la cintura y besando el pecho de Valeria. Hicieron el amor en el lectus triclineo, como el resto de los invitados.

—¿Tulio?

Apareció detrás de unas cortinas. Venia de la cocina. Traía pavo asado.

—Supuse que tendría hambre, mi señor.

—No hay tiempo que perder salimos mañana, holgazán inútil.

 

¿ATACAN LOS GALOS?

—¡Hay que retirarse, procónsul! —dijo el centurión, mi ayudante, en baja voz, pero con un acento de urgencia que me preocupó; la puerta cerrada de mi cuarto me impedía ver su rostro, pero el tono perentorio era evidente. ¿Qué podría inquietar a un jefe del ejército más poderoso del Mare Nostrum para llamarme, aun sabiendo que yo estaba ocupado en otros menesteres?

—¿Qué ocurre centurión? —grité tratando de cubrirme con las ropas que estaban esparcidas por el suelo. —¿Atacan los galos?

—No señor, está llegando su esposa al campamento… ¡haga salir a las dos siervas por la otra puerta, señor!

 

BELEN VIVIENTE

—¡Hay que retirarse, procónsul!

—¡Guau!, este Belén viviente es muy realista. ¡Ese hombre lo hace genial!

Un soldado romano se acercó.

—Sí, la verdad es que este año él es la novedad. Parece ser que es fanático del Imperio Romano.

—¡Hay que retirarse procónsul!

—¡Espectacular! Tapándome los ojos podría pensar que estoy en Roma.

Los Reyes Magos se acercaban con los regalos.

—¡Hay que retirarse, procónsul!

—Vaya, ahora no pega esa frase. —dijo la mujer.

—Es que el pobre tiene un «problema» y solamente es capaz de decir esa frase cada 20 minutos.

 

CÓMIC

¡Hay que retirarse, procónsul!

¡¡Solo cuando arda Roma!! No dejaré que estos galos acaben con mi Gobierno.

Pero tienen a los irreductibles, ni su poderoso ejército, Julio, ni todas las legiones romanas podrán con esos barbaros.

¿Cuál es su poder? ¿Cuál es la única verdad? ¿Qué los romanos estamos locos? ¿Qué el cielo caerá sobre nuestras cabezas?

Algo peor mi César, lo llaman la guerra psicológica.

Retiradaaaaaaaaaaaaaa!!!!

 

CONTRADICCIÓN ANACRÓNICA

—¡Hay que retirarse, procónsul! Se le ha olvidado la tilde en el campamento.

—¿Y qué? —respondió el regente mientras ocultaba su puño pálido, casi transparente—. Puedo regir perfectamente sin ella.

El viejo sirviente se ajustó los sabios cristales de sus gafas y le explicó, didáctico:

—Según Wikipedia, «proconsul» es un género de primates de hace 22 millones de años. Sin tilde, usted no debería estar aquí. Lleva milenios extinto.

A continuación, tenues sedimentos de la vacuidad más absoluta, rodearon su cuerpo esfumándolo en la nada. Antes de desvanecerse, el regente, exangüe y cadavérico, alcanzó a murmurar:

—Las cosas que aprende uno navegando por internet.

 

CRUZANDO EL RUBICÓN

—¡Hay que retirarse, procónsul!

Julio César retuvo las riendas de su caballo y se volvió a su subalterno, pero no lo vio. Estaba absorto, valorando el próximo paso a dar. El otro insistió:

—¡No podemos avanzar! ¡Supondría una declaración de guerra al Senado romano!

César se fijó en el curso del río que se deslizaba tranquilo a sus pies y tomó la decisión. Espoleó al caballo que pisó el agua indeciso antes de emprender el galope, mientras el jinete alzaba su espada ordenando avanzar a sus legiones.

De pronto, Julio César se volvió a su lugarteniente y le espetó con acritud:

—¡Álea jacta est!

 

EL ÚLTIMO IMPUESTO

¡Hay que retirarse, procónsul! ―Dijo con desprecio a la muchedumbre Ulpía, mirando desde el balcón.

―Sí mi querida Ulpía, el pueblo no entiende nuestro esfuerzo. Ser procónsul de Iulia Illice Augusta necesita de fiestas y bacanales.

―En efecto, Tito Caio, es nuestro deber gastar los impuestos de forma justa.

Todos rieron a grandes carcajadas, dejando que las copas que llevaban en las manos se derramaran impúdicamente. Bellona, liberta, los miraba. Cogió un ánfora y volvió a colmar las copas de los presentes. Estos apoyados en sus lectus triclinaris bebieron. Habló:

―Gozad de la vida, porque la muerte viene sola.

Ya nadie la oyó.

 

HISTORIA DE UNA TRAGEDIA

¡Hay que retirarse, procónsul! -¡Qué procónsul ni que ocho cuartos! ¡vengan a comer inmediatamente! Así nos cortaba el rollo nuestra madre entre gritos y risas. Siempre fuimos uña y carne con mi hermana y teníamos una obsesión: convertirnos en romanos con nuestros cascos y armaduras de cartulina y nuestras espadas de madera. Cuando ella partió siendo aún una niña me convertí en un triste y solitario centurión. La casa se volvió gris, las ventanas se cerraron y mi madre enmudeció. Esto es lo más importante de mi historia. Hoy, soy escritor, mi hermana lleva 20 años muerta y mi pobre madre sigue sin hablar.

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