News

18 ABR

CONCURSO DE MICROS 23-24 DE ALI I TRUC. QUINCENA XIV

Aquí tenéis los 17 relatos que empiezan con la frase «Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta», comienzo de la última novela de Paul Auster, "Baumgartner".

Con esta frase, inicio del libro Baumgartner, de Paul Auster, deben comenzar los relatos de esta decimocuarta quincena de la tercera temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de diecisiete relatos (ordenados alfabéticamente a partir del primero recibido) que, durante los días 19, 20 y 21 de abril pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos. De estas votaciones, saldrá la terna finalista de la quincena, que conoceremos el próximo lunes 22 de abril en Onda Cero Elche.

 

LA HUMILDAD DEL ESCRITOR

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta.

Escribe con pluma plateada y tinta de Eritrea, mientras Calíope le dicta soliloquios elocuentes al oído. La musa aún no lo sabe, pero acaba de ganar el concurso anual de entes inspiradores. Todos los testigos aplauden. Todas menos Polimnia.

¿Qué mérito tiene inspirar a poetas? protesta. Son todos vanidosos. En cuanto nos oyen, se dejan llevar. Yo, en cambio, conseguí que el tonto del pueblo redacte una novela artúrica. ¡No sabéis cómo se resistía, el muy analfabeto!

¡Eso tiene mérito! respondió Calíope. Casi tanto como lo mío: que un escritor engreído, redacte una puñetera carta de disculpa. Sudé sangre semidivina.

 

MOMENTOS SELECTOS

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta.

Tan erguido, compuesto y sonriente, que aún parece vivo. Por las células de sus ojos circulan los recuerdos. La muerte, después de todo, no es más que un dejar de vivir para rememorar. Recuerda, entonces, a Margarita ofreciéndole un vaso de limonada bajo las estrellas. A las gemelas balanceándose en sus columpios… y también, se acuerda de sus tres momentos épicos preferidos: Luke Skywalker enterándose de sus oscuras ascendencias. Anita Ozores desmayándose en la Catedral de Vetusta. Y él mismo, dándole una patada en los cataplines al idiota de su jefe. Baumgartner, sonríe entonces, con un inequívoco rictus de satisfacción.

 

PAISAJES

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta. Escucha el rumor del río Vinalopó que hoy corre con agua y mira el brillo de las palmeras tras las lluvias.

Cierra los ojos y revive los bosques de su tierra y sus sonidos; por un momento, viaja a otro lugar y otro tiempo pasados; vuelve a estar en casa, antes de la guerra y unas lágrimas se deslizan por su rostro, solas.

Baumgartner saca su pluma y comienza a escribir; escribe y escribe buscando consuelo.

Muchas páginas después, agradece haber sido acogido por esta tierra ardiente.

 

PAQUETE

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta. Mientras está absorto escribiendo escucha un sonido detrás suyo. Gira levemente la cabeza, pero no ve nada. Al regresar a su mundo escucha de nuevo un chirrido. Se levanta y va hacia la cocina. Nada, debe de ser su imaginación. Al volver a su escritorio encuentra a un hombre en chándal gris, con una gorra de los Yankees y un paquete en la mano. Baumgartner se queda paralizado, el miedo recorre todo su cuerpo. Intuye el fatal desenlace que puede venir después...

—Señor Gartner, aquí está su pedido...

—Baum...

Un zambombazo tremendo hace desaparecer la planta de la casa.

 

PROCESO CREATIVO

“Baumgartner está sentado a su escritorio de la planta alta”. Impensable. Mi editor no lo aceptará. Es muy difícil de pronunciar y mucho más, recordarlo. Tendré que pensar un nombre más comercial. Algo así como…Williams. No, suena a mayordomo. Debe tener más carácter. ¿Harrison? Tampoco. Estaría bien si fuera policíaca. No me vale. ¿Y algo menos americano? Kowalski, por ejemplo…No, suena a huelguista polaco. A ver, debe ser comercial y fácil de pronunciar. Ya lo tengo: Richardson. Me gusta. Tiene carácter y tiene gancho, aunque le falta clase. Y McAllister? “McAllister está sentado a su escritorio de la planta alta”. Definitivamente, es este.

—…

—“Baumgartner”, Mr Auster? Really?

 

SARDINA

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta leyendo el periódico digital. Vuelve a releer la noticia principal con sorpresa mayúscula: “sardina encontrada viva en las costas de Galicia”. No se lo puede creer. Después de dos siglos se vuelve a encontrar un pez “vivo” en el mar. Regresa a su memoria aquella guerra siniestra, que acabó con un arma biológica arrojada al mar, destruyendo toda la vida en él. A sus setenta y un años no vivió aquello, pero todo estaba en los libros. Se levantó, cogió la botella de whisky Talisker y se propuso brindar por el resurgimiento de la vida de nuevo.

 

ÚLTIMAS VOLUNTADES

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta redactando su testamento.

Decide donar sus órganos y su cuerpo a la Ciencia, su ropa a la parroquia y el dinero, la casa y las joyas para sus sobrinos, pero el reloj de oro para el que se hiciera cargo de cuidar de su gata. También estipuló que retiraran de la despensa el chocolate antes de que se pudriera. Aunque era diabético y no probaba el dulce, nunca faltaba en el aparador. Por último, expresó su deseo de que no se ocupara la vivienda hasta transcurridos tres años desde su fallecimiento.

Del zulo y de la niña no escribió nada.

 

VICIOS

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta. Es su refugio, el lugar donde además de escribir puede hacer lo que quiera…

Allí, el escritor mantiene oculta una relación tóxica; reconoce que no le conviene.  Sin embargo, dice que la necesita para inspirarse. Él la llama: «mi musa», pero su nombre es nicotina y él se muere por ella.

Como si quisiera inmortalizar el momento, antes de apagar el último cigarrillo, Baumgartner exhala el humo de una larga calada. Luego acaricia el teclado de su mítica “Underwood”, y con esta frase comienza su última novela:

«Dejar de fumar es fácil, ¡yo lo he hecho más de cien veces!»

 

22 DE JUNIO DE 1986

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta de su casa, un típico caserón del barrio de Belgrano, de tejas rojas y gruesas paredes de ladrillos oscuros.

Alguna vez, en reunión con sus amigos de la universidad y wiski de por medio, había confesado algunos de sus pecados contra el ser nacional: no le atraía el fútbol; los coches le dejaban indiferente y el mate le caía mal, le daba acidez de estómago.

Pero hoy, Baumgartner está llorando. Son suaves lágrimas que le mojan las mejillas y él no puede contener… había visto a Dios… hacerle dos goles a los ingleses.

 

AMIGOS

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta, cuando tocan el timbre. Se asoma a la ventana y observa a un tipo con gafas de sol, sombrero, y gabardina gris. Y el tipo le dice: “que te aproveche el café… amigo”. Baumgartner gira la cabeza y escucha el sonido del café saliendo. Sin saber por qué se sube a la ventana y se lanza al vacío al mismo tiempo que la cafetera explota haciendo saltar por los aires todo el edificio... Baumgartner está en medio de la calle, con las piernas rotas, pero vivo... hasta que una furgoneta con el rótulo “los buenos amigos” lo atropella, rematándolo.

 

ATRAPADO EN LAS REDES

Baumgartner está sentado en su escritorio en la habitación de la planta alta. No comprendía lo que estaba ocurriendo. Él, un escritor consolidado, siempre con los pies en la tierra, había tenido la infausta idea de adentrarse en aquel mundo virtual del que todo el mundo hablaba, y en el que las realidades se entrelazan con finísimos hilos invisibles. Pero sus personajes escapaban sin control de sus páginas digitales causando estragos en sus escritos y distorsionando todo su mundo. No tuvo más remedio que adentrarse en busca de sus díscolos personajes. Desorientado, enseguida comprendió que jamás podría escapar de aquella inmensa red y regresar a la plácida comodidad de su ignorancia digital…

 

EL ALFÉIZAR DE LA VENTANA

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta. Después de escribir una breve nota de despedida, el viejo profesor decide poner fin a los sinsabores de su vida. Con mucho esfuerzo y dolor de rodillas, ayudándose de una silla logra subir a la ventana. Ya está apunto de arrojarse al vacío cuando el arrebol de las nubes al despuntar el día, la esperanzadora luz del alba y la suave brisa del amanecer consiguen que vea todo de otro color y desestime su decisión; pero justo cuando se arrepiente y quiere volver a su escritorio, entonces va y se resbala por culpa del jodido rocío de la madrugada.

 

EL BOMBARDEO

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta.

 Duerme. Sueña que su sofá tiene alas y que todas las palabras que escribe, se acumulan en la piscina como si fueran gotas de lluvia. Caen, grandiosos, los sustantivos y las preposiciones. Y también, las perífrasis y locuciones verbales.

No muy lejos de allí, junto a la piscina, una hormiga también sueña. Ve en pesadillas caer del cielo bombas como deícticos. Y también, pronombres, enormes misiles teledirigidos, que, verborrágico bombardeo, arrasan con todos los hormigueros a su paso.

¡Ring!

“Ojalá”, piensa la hormiga mientras Baumgartner se despereza en su escritorio, “fuera posible huir siempre de la guerra con un despertador”.

 

EL PODER DE LA PALABRA

Baumgartner está sentado en su escritorio en la habitación de la planta alta. Son las tres de la madrugada. Las teclas de su vieja máquina de escribir reposan silenciosas bajo sus dedos inertes. El hilo de su relato se ha roto y no encuentra la manera de seguir adelante. El sonido de un viejo reloj parece remachar con su monótono tic-tac ese absoluto bloqueo. Mira la hoja en blanco, tan vacía como su mente. Y, en un acto de desesperación, sin apenas darse cuenta, teclea una palabra: “confianza”. Al leerla, sintió cómo se embutía en él llenándolo por completo, y entonces pudo poner fin a la maravillosa historia que lo haría famoso.

 

CON POCAS PALABRAS

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta. Frente a él, un folio en blanco se burla de su habilidad como escritor. Después de publicar doce novelas, el popular escritor se enfrenta al desafío de escribir un microrrelato con un máximo de cien palabras.

Cuando aceptó el reto pensaba que sería fácil: un trabajo literario de arte menor, una «historia descremada»; pero no tardó en descubrir que, en realidad, un buen microrrelato es: «la nata de la historia».

Desde entonces se cuestiona la cantidad de páginas innecesarias que tienen sus novelas.

 

ESAS PEQUEÑAS COSAS DE LA VIDA

Baumgartner está sentado en su escritorio en la habitación de la planta alta cabizbajo y pensativo. Desde que Ana pasó a mejor vida, la suya se ha complicado. Nunca pensó que esas labores caseras tan insignificantes, no lo fueran tanto. Las sábanas, por ejemplo; ha intentado lavarlas, pero no encuentra las instrucciones. ¿Y cómo se plancha una camisa? Y no digamos limpiar un baño o mantener el jardín. ¿Y las comidas? ¿Cómo haría Ana aquellas riquísimas lentejas, o las patatas con bacalao? El del restaurante de abajo le ha dicho que no vuelva, que por más que lo intenta nunca podrá cocinar “a lo Ana”.  ¡Que se las apañe! Pues eso…

 

JARDÍN DE ROSAS

Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta mirando, absolutamente concentrado, una vieja foto ya ajada por el tiempo.

Hoy la vio en el jardín, nítida y deslumbrante como siempre. Pero esta vez le habló y esa voz sigue resonando en su cabeza. Fue tan intenso, que necesitó apretar el tallo de una rosa para que el agudo dolor de las espinas le confirmara que todo estaba sucediendo realmente. Ella había muerto ya hacía dos años y seguía allí, día tras día.

Con la mano sana abrió el cajón central del escritorio y el tacto del liso metal del revolver le confirmó el único olvido posible.

 

return