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02 JUN

RELATOS XVII QUINCENA DEL CONCURSO ALI I TRUC

Estos son los 16 relatos de la quincena 17 del concurso de micro, que empiezan con la frase «Debería decirle algo a Idoia» de la novela 'Lo que sé de nosotros' de Aitor Iturriza Mendía.

A continuación, en orden alfabético a partir del primer relato que nos llegó, os ofrecemos los microcuentos que participan en la décimoséptima quincena de nuestro concurso. Os recordamos que eran relatos que debían comenzar con la primera frase del libro Lo que sé de nosotros de AItor Iturriza Mendía.

Podéis votar  hasta el domingo 5 de junio a las 20:00 enviando a la dirección de correo david@aliitruc.es vuestros tres relatos favoritos con 3, 2 y 1 puntos.

 

ACONSEJAR O NO ACONSEJAR

Debería decirle algo a Idoia. Insinuarle los hechos al menos. Detenerla si es posible… Y, sin embargo, no resulta tan sencillo. Se la ve tan inspirada… tan llena de ilusión.

—Oye, Idoia…

—Por favor, Carlos. No empieces. Sé de sobra que los personajes de mi novela son poco transgresores, que la estructura es experimental y que me falta pulir la redacción.

—No te ofusques…

—¿Por qué no?

—Porque no dije nada…

—Pero pusiste esa cara… la de vas a quedar en ridículo.

—Bueno… verás… Idoia…

—¡Lo sabía! ¡Odias mi novela! ¿Te parece cursi, verdad?

—Al contrario. Me encanta… pero… estem… el concurso es de microrrelatos…

 

CHICA INSISTENTE

Debería decirle algo a Idoia pero así es ella; cuando se le mete una idea en la cabeza, no hay forma de hacerla desistir y el mensaje que me dejó en el contestador telefónico era categórico:

—…oye, ¿qué pasa tío… cómo que no quieres que nos veamos…?

—… no comprendo eso que dices que tú eres el séptimo hijo varón de la familia…

—¡¡esta noche te paso a buscar y nos vamos a pasear por el bosque… habrá una luna llena magnífica!!

 

CLASES PARTICULARES

Debería decirle algo a Idoia de una puñetera vez. Seguro que piensa que soy idiota porque no puedo concentrarme: cuando me está explicando la teoría del electromagnetismo de Faraday, únicamente pienso en el magnetismo de sus ojos negros; si me habla de las propiedades del calor, solo me percato de las consecuencias de tener cerca el suyo; cuando trata de hacerme comprender las leyes de Mendel, solo puedo pensar en la forma de demostrarlas. Tengo que decirle que estudiemos la teoría de la relatividad de Einstein, a ver si se da cuenta de lo absolutamente relativa que es la diferencia de edad…

 

EN BRAZOS DE MORFEO

Debería decirle algo a Idoia, últimamente anda despistada. Confunde el sueño con la realidad, tanto que tiene que pellizcarse para saber si está despierta o sigue dormida.

Desde que domina los mundos oníricos, deambula por las azoteas persiguiendo una sombra escurridiza. Liberado su inconsciente salta y va tras ella, nunca consigue alcanzarla.

Le dije que me enseñara a viajar, juntos desvelaríamos el misterio. Irremediablemente caí rendido en brazos de Morfeo y se marchó sin mí.

Al saltar, sintió la gravedad tirando de su cuerpo hacia esa sombra que se acercaba a gran velocidad, era su destino.

Descubrió, demasiado tarde, que esa vez olvidó pellizcarse.

 

ENERGÍA

Debería decirle algo a Idoia, siempre fue mi complemento, y solo puedo hacerlo de una manera.

No lo sabe, pero cada noche me cuelo en su almohada, entro en sus sueños y la invito a bailar.

Cuando llora su soledad en la playa, soy la espuma salada que mece sus pies. Diluido en la brisa, la abrazo y acaricio la cara. Revoloteo por su ventana, si mis trinos le arrancan una sonrisa, sabré que le alegré la mañana.

En su último aliento, seré la luz que la espera impaciente, volveremos a ser uno y marcharemos juntos hacia ese lugar donde el tiempo ya no existe.

 

ENTRE FANTASMAS

Debería decirle algo a Idoia, confesarle cómo me enciende ver su pelo al viento, que muero por el brillo de sus ojos. Podría decirle que la deseo, o que la eternidad sin ella es un abismo infinito. Infierno.

Querría ser quien le eriza la existencia, no solo ese suspiro a su espalda, el silencio al otro lado de la nada. Si pudiera, amarraría sus sentimientos a la boya de mi corazón. Locura.

Quizá tendría que avisarla, que no salga hoy, día maldito, el día aciago en que un coche segará su vida. Soy egoísta. No lo haré. Porque así la tendré conmigo. Por fin. Siempre.

 

ESOTERISMO

Debería decirle algo a Idoia, pero no sé cómo hacerlo. Ahora, me pesa haberle ocultado la muerte de mi suegra, tendría que habérselo dicho en su momento.

Desde el accidente, la niña se despierta diciendo que ha hablado con ella; dice que le cuenta muchos secretos: «Mamá, anoche “la abu” me dio su receta secreta de las croquetas…».

De hoy no pasa sin que hable con Idoia, ¡a ver si acabo con tanto secretito! El día menos pensado la abuela le va a contar que la empujé a la piscina; pero…, ¿y si espero a que le diga dónde escondió el joyero?

 

FANTASMEANDO

Debería decirle algo a Idoia, pedirle explicaciones. ¡No me contesta cuando la saludo, parece que ni me ve!

—Este barrio está lleno de maleducados.

—Ya…  ¡pero es que éramos novios!

—¿Y desde cuándo te pasa eso?

—Desde que tuve el tropiezo con la moto de su hermano. Le debió sentar fatal que la cogiera…

—No le des más vueltas. En este lugar pasan cosas muy raras. Mírame a mí: llevo tres años intentando entrar en casa como Dios manda y no hay manera; lo tengo que hacer a través de la pared, y mi mujer se lleva cada susto…

 

MI GATITA

Debería decirle algo a Idoia

es mi gatita, mi peluche, entiende de emociones.

Cuando llego a casa salta de alegría.

En el sofá se acurruca entre mis piernas

consiguiendo ser la protagonista del borrador

de mis poemas.

Celebramos juntas nuestros cumpleaños

y al soplar las velas, siempre apaga

alguna golpeándola con sus patitas.

Tendiéndole una trampa a la melancolía,

me asomo tras la ventana con Idoia en mis brazos

y vemos juntas las luces reflejadas de la noche.

La luna también se asoma por su ventana,

Idoia ronronea y no sé qué tendrá la luna,

que con su luz plateada a las dos nos hipnotiza.

 

PALABRAS TARDÍAS

Debería decirle algo a Idoia.

—Lo siento.

—No sigas…

—¿Por qué?

—Porque esas son las palabras correctas pero llegan muy tarde. Siempre dices lo que hay que decir… con una semana de retraso.

Cierto… Cuando hablaba con Idoia nunca acertaba. Si le preguntaba por aquella prima lejana, resultaba que había fallecido siete días atrás. Y si mencionaba a Martita, también se habían peleado la semana anterior… La única forma de ganarme su perdón era eligiendo un tema al azar.

—Eso no es verdad –le dije mientras escogía un libro de la estantería y empezaba a leer—. «Las orejas del conejo eran largas y puntiagudas».

 

PLEGARIA

Debería decirle algo a Idoia, si supiera que me escucha.

La bienaventurada, leal y altruista Diosa (porque así la define su nombre).

Que baje de Isaba y recorra el valle de Roncal, para poner orden y saldar las injusticias del pasado, bañadas con expectativas de nuevas corrientes e ideologías light de los políticos demagogos y yuppies disfrazados de auténticos, pero sin conciencia.

Tú, que aún sigues intacta en tu Santuario; recuérdanos el pasado y ayúdanos a construir un futuro sin violencia ni desigualdad, con ilusión y perspectiva.

Sal de los juncos para dar credibilidad de tu facultad y que podamos así, creer en alguna deidad.

 

SIGNOS DE PUNTUACIÓN

Debería decirle algo a Idoia. Y esta vez le hablaré claro; sin entrecomillados, ni dejar puntos suspensivos ambiguos de interpretar.

Sobre todo, le haré hincapié en dos puntos:

«Ya estoy harto de tanto punto y coma en nuestra convivencia; demasiados “descansitos” que no hay quien se los coma. Tampoco me vale un punto y seguido, para luego seguir igual. Y mucho menos, aceptaré un punto y aparte en nuestra relación, no aguanto ni un paréntesis más; lo que yo quiero marcar es un ¡punto final!»

«¡Mi casa, mis reglas!»

Todo esto le diré a Idoia…, ¡si me coge el teléfono!

 

SU ÚNICO CAPRICHO

Debería decirle algo a Idoia. Todos en el sepelio la miran. A ella y a la camiseta con la que ha irrumpido en el funeral de nuestro padre. ¡Justamente, la verdeamarela chillona de Brasil! Desentona tanto frente al cuerpo amortajado en el ataúd… que nadie logra sacarle los ojos de encima. Para colmo… está viendo un partido en la tablet a todo volumen. El silencio sepulcral del luto se ve profanado por los «encara Messi» y los «Córner a favor de la canarinha». Los gestos permanecen severos. Reprobadores…

Solo yo entiendo su culpa: nunca quisimos ver fútbol con él en vida. Su único capricho.

 

¡TÚ DECIDES!

Debería decirle algo a Idoia, quizás sea lo correcto…

Siempre te esperé, pero estamos en el otoño quebradizo de la vida, ya me cansé, me marcho.

Si te acuerdas de mí, hay rincones impregnados de recuerdos, entra en ellos, verás el pupitre donde nos sentábamos tú y yo, puedes ir a nuestra vereda y buscar el árbol donde nos besamos por primera vez nuestras iniciales quedaron allí.

A veces el tiempo congela los recuerdos de un pretérito cuasi perfecto para que no se evaporen.

Me marcho en tren, subiré al vagón del desencanto… ¡¡pero si tú vienes iremos en volandas donde el corazón nos lleve!!

 

VLAD

Debería decirle algo a Idoia, pero me supera el espíritu de cuerpo.

Ella es mi mejor amiga y no estaría mal advertirle que salir con Vlad es tremendamente peligroso y podría cambiar para siempre su vida. Yo lo había sufrido en cuello propio.

En realidad, después de todo, no lo pasábamos mal; las fiestas, orgías y juergas que organizábamos eran magníficas y divertidas. Si ella se unía a nosotros, nuestra amistad se afianzaría y podríamos ir todos juntos al viaje que nos prometió Vlad para conocer su castillo en Transilvania.

 

A DONDE QUIERA

Debería decirle algo a Idoia, mi nieta, ¡aunque es aún tan chiquita…!

Pero debo hacerle comprender cómo evoluciona la vida: a mi abuela no la dejaron estudiar porque como sus hermanos no quisieron hacerlo, ella no podía ser más que ellos.

A mi madre le hicieron dejar los estudios porque la oportunidad de casarse con aquel buen partido, no se podía desaprovechar, y además nací yo.

Yo soy universitaria, trabajadora y madre.

Mi hija es física nuclear, como su marido, y tienen sueños fantásticos para Idoia, su hijita.

Yo solo pretendo tejerle con palabras unas maravillosas alas que le permitan volar… ¡a donde ella quiera.

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