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12 JUN

CONCURSO DE MICRORRELATOS 24-25 DE ALI I TRUC. QUINCENA XX

Aquí tenéis los 27 relatos que empiezan con la 1ª frase de 'Ese imbécil va a escribir una novela', de Juan José Millás.

Con la frase «A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes», inicio de la novela Ese imbécil va a escribir una novela, de Juan José Millás, deben comenzar los relatos de esta 20ª quincena de la 4ª temporada del concurso de relatos de Ali i Truc en Onda Cero.

Hemos recibido 27 relatos que presentamos ordenados alfabéticamente a partir del 1º recibido. Hasta el domingo 15 de junio a las 14:00 pueden ser votados enviando las puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos. De estas votaciones saldrá la terna finalista de la quincena, que conoceremos el lunes 16 de junio en Onda Cero Elche - Comarcas del Vinalopó.

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el resultado de la votación, desvelamos autoría y podío de los relatos de esta quincena.

 

En tercer lugar, con 9 puntos:

EL PARQUE DE LOS DESAHUCIADOS, Raquel Zaragoza Durá

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. Una de sus puertas estaba frente a un triste parque…

Yo trabajaba allí hasta que me quedé embarazada; y vino a sustituirme una «sobrina» del interventor. Desde entonces, dejé de pasar las mañanas trabajando en el BHA, y empecé a pasarlas en otro banco, pero esta vez de madera, desmigando pan para las palomas.

Meses después, D. Federico se sentó a mi lado, pensé que venía a disculparse. Sin embargo, mientras miraba fijamente las migajas que picoteaban las palomas, exclamó: «¡maldito karma!». Le ofrecí un trozo de pan para que lo desmigara… ¡y lo engulló!

 

En segundo, lugar con 10 puntos:

LA IMAGINACIÓ, de Basilio Mayor García

A la sucursal del Banc Hispà Americà del meu barri es podia accedir des de dos carrers diferents.

Imagineu-vos, només per un moment en estes propostes, és el millor que tenim la imaginació.

En primer lloc, que el banc fora una entrada tridimensional, hi ha altres mons, presents, futurs, passats.

En segon lloc, que fora un banc de viatges, vullc dir, entrar, triar destinació i eixir per l'altra porta on volem anar de viatge.

Finalment, que el banc fora intergalàctic, que pogueres entrar per una porta i eixir en un altre planeta, conegut o desconegut.

I heu de pensar que la imaginació és el millor que tenim per a tot, en menys del que ha posat  dalt, hi ha gent que ha escrit una novel·la.

 

Y relato ganador de esta penúltima quincena, con 15 puntos:

MIEDO, de Felipe Tenenbaum

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. La normal (con sus letreros luminosos, grandes vidrieras y transacciones plomizas) y la otra, la oculta y subterránea. Nadie sabía qué clase de clientes acudían a las entrañas de la sucursal ni qué tipo de actividades realizaban allí. Solo que se oía mucho ajetreo en el subsuelo y que a veces se colaba un penetrante olor a azufre por los respiraderos. Tanto que la rumorología se había disparado: timbas de momias, juergas de gárgolas, orgías de trolls. Hasta que un buen día, todos los ruidos cesaron. Puede que los pobres monstruos se acabaran asustando de los horrores que ocurrían arriba.

 

El resto de relatos, ordenados por orden alfabético a partir del primero recibido son:

PREPARATIVOS, de Esperanza Tirado Jiménez

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. Era complicado, pero no imposible para una cabeza bien amueblada como la mía. Tras estudiar varias posibilidades me decidí por una de las calles que parecía menos transitada. Cuando, pertrechado con el equipo de ‘atracador infalible’, enfilé mi destino, varios coches de policía habían llegado. Tarde. Alguien ya se me había adelantado. Demasiado tarde para la gloria.

 

PRIMERA CITA, de Marcelo Celave Villar

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. Él le pasó un papelito por debajo del pupitre citándola frente al Banco a las 18. Era su primera cita, lloviznaba.  Llevó botitas blancas, chubasquero transparente y paragüitas de flores. Pero antes de llegar sintió temor y vergüenza y volvió a su casa corriendo sin mirar atrás. Siempre creyó que él estaría en la otra calle del Banco, esperando.

Al otro día en el cole, no quiso mirarlo cuando se cruzaron. Sin embargo le pareció ver que él también esquivaba su mirada como avergonzado. «¿Habría ido?» No se atrevió a preguntarle.

Cosas banales de chicos… que no se olvidan nunca.

 

REENCUENTRO EN EL BOULEVARD DE LOS CORAZONES ROTOS, de Felipe Tenenbaum

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes, hasta que cerraron una. Luego la otra. Y por último, las ventanas. Cuando las volvieron a abrir, el local se había reconvertido en un Bar. Vagué por las calles solitarias buscando, otra vez, el balcón abierto de tus ojos de gata hasta que me dieron las tres, las dos…, la una, las doce, las once, y las diez. Solo entonces, sentí tu dedo en mi espalda dibujando un corazón. «Cuidado, chaval» pensé, «te estás volviendo loco que es como enamorarse pero en reversa». Luego, como no podía ser de otra manera, volví a vaciar todo mi repertorio en tu oído.

 

REINTEGRO, de Raúl Zaragoza Cuello

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes, cuál más concurrida. Quería retirar una importante cantidad de dinero y no me venía bien ninguna. Era asumir excesivo riesgo… alguien podría percatarse.

Descarté la posibilidad de hacerlo en plena jornada laboral y pregunté qué tardes abrían para adaptarme a otro horario. Tuve que esperar varias horas, pero por fin encontré el momento y la entrada ideal; por la parte trasera, a través de una vieja panadería abandonada. Tardé casi toda la noche, pero el butrón fue perfecto y conseguí millón y medio de euros.

Por fin podría entrar por una de las puertas principales... pero ahora sólo para ingresar.

 

TODO ES SEGÚN EL COLOR DEL CRISTAL CON QUE SE MIRA, de Paquita Márquez

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. Pues entrara por la que entrase, en el año que llevaba trabajando allí, siempre me tropezaba con el todopoderoso director, que me seguía a todas partes y no me dejaba ni respirar. Estaba harta, odiaba el trabajo, a los compañeros y, sobre todo, al director. Y precisamente el día en que había decidido hacerle frente y decirle que hasta aquí habíamos llegado, al acercarme, se puso ante mí rodilla en tierra y, sin importarle las miradas atónitas de todo el mundo, colocó delicadamente un espectacular anillo de diamantes en mi dedo anular… ¡No resultaba tan odioso, después de todo…!

 

ACTIVIDADES EXTRAESCOLARES, de Esperanza Tirado Jiménez

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. El furgón blindado recorría el trayecto, de manera alternativa, dos sábados al mes. Desde la plazoleta, los niños del barrio, ya sin colegio y en un verano sin actividades extraescolares, intentábamos adivinar por cuál de las calles entraría, por qué número empezaría la matrícula, cuántas sacas de dinero recogerían los seguratas

Les esperábamos a la fresca, hasta que el grito de ‘¡A merendar!’ de todas nuestras madres activaba un resorte en nuestros cuerpos. La resolución del acertijo quedaba en pausa hasta el último bocado.

 

AÑO 2040, de Francisco Eugenio Crespo Sánchez

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. Por una entraban los fumadores. Por la otra el resto. Soy ex fumador, desde hace un año. Reconozco que no hice caso de los avisos del gobierno, que finalmente, con el decreto ley 13/4354, intervino todo el dinero de los fumadores, para invertirlo en su propia salud posteriormente.

Hoy entro de nuevo al banco, a recuperar mi dinero. Pero para ello deberé de pasar pruebas médicas: cooximetria, alquitrán residual, marcadores tumorales relacionados con el tabaco, etc …

Ojalá pudiera volver atrás en el tiempo, no haber fumado nunca, no haber perdido mi casa, mi familia … Todo por el tabaco. 

 

APUESTA A LARGO PLAZO, de Cumulonimbus

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes: Góngora esquina Quevedo. Se convirtió en un lugar único cuando repliqué a nuestro profesor de EGB que en el vecindario no podía aprenderse nada. El maestro propuso una apuesta que acabaría ganando él: Aprenderéis algo nuevo cada día de ese rincón.

Los nombres de los literatos dieron mucho juego: quiénes eran, qué escribieron, su rivalidad... Otras veces descubríamos una flor silvestre o un escarabajo multicolor, o el cálculo del interés que aparecía en los carteles.

Hoy, en los mini pisos que han sustituido a la oficina, he descubierto conchas fósiles veteando el mármol, habitantes del mar hace millones de años.

 

ARTISTAS, de Oscar Broullón

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes.

Por la entrada principal entraban los clientes, por la otra, la trasera, entraríamos nosotros… los “planificadores”, que no ladrones, simplemente “Artistas del detalle”.

Tres meses de vigilancia, mapas, horarios, y hasta un PowerPoint con música de fondo.

Todo estaba listo: lunes a las 9:37, justo cuando abrían el tesoro.

Pero justo ese lunes… la sucursal no abrió.

Había sido absorbida por otra entidad.

Nuestros planes y el PowerPoint quedaron obsoletos.

Y el nuevo banco, mucho más moderno, ya no tenía efectivo. Solo criptomonedas.

Ahora estamos haciendo un curso online gratis de hacking.

Subvencionado por el Gobierno.

 

ATADURA, de Paquita Márquez

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder por dos calles diferentes. A la puerta de una de ella se encadenó Ulpiano buscando justicia, pero solo consiguió que los seguratas del banco lo echaran, a pesar de sus muchos años, casi a patadas. Como vio que las cadenas no eran efectivas, tomó una drástica decisión. El día en que una nutrida comisión judicial fue a hacer efectivo el desahucio, tuvieron que echar la puerta abajo. Y allí estaba Ulpiano, colgando de una soga que lo ataría a su hogar… hasta la muerte.

 

COLA, de Oscar Broullón.

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes, y, sin embargo, cada mañana hacía cola en la misma puerta, puntual como un reloj suizo.

Pensé que era por costumbre, o tal vez por superstición.

Yo iba por Margarita, la del mostrador.

Le llevaba bombones, flores, hasta un poema le recité una mañana.

Un día me atreví a pedirle salir.

Ella se rio.

—¿No sabes que por la otra puerta entran los clientes VIP? —me preguntó.

—¿Y eso qué tiene que ver? —respondí.

—Que esta semana ya salí con tres.

Entonces me di cuenta … Lo mío no era el amor.

Era hacer la cola.

 

EL BOTONES, de Mariam Vicente

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes.

En la calle Mayor estaba la entrada principal, por el callejón solo entraba el botones en sus recados a correos, o al bar a por bocadillos.

El director se aprovechaba de él para su servicio personal:

—Botones, ve a mi casa que a mi mujer se le han olvidado las llaves.

—Botones, que no puede con la compra.

—Botones, llévale este sobre que tiene que pagarle al carpintero.

Que el botones desapareciera al mismo tiempo que los billetes y la guapa esposa del director es algo que sigue dando que hablar en el barrio. Cuánto se llevaron es pura especulación.

 

EL DESTRUCTOR, de María Bastida Nova.

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. Ahora, el nuevo director ha restringido los accesos y ha impuesto, por sus santos «decretos», un pliego de normas y trabas burocráticas. Dicen que es un sapo disfrazado que ha salido de la ciénaga con un ejército de batracios a sus órdenes. En los aledaños han aparecido excavadoras. Los vecinos se agolpan para retirar su dinero, pero han encontrado la caja fuerte reventada y al personal, croando alegremente con billetes en sus pegajosas lenguas estiradas. Mientras, el sapo jefe, despojado del disfraz, salta de una excavadora a otra derribando los cimientos de todo lo que encuentra a su paso.

 

EL GIRASOL, de Francisco Eugenio Crespo Sánchez

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. Por una de ellas había plantado un girasol, justo a la entrada del banco. En una maceta preciosa y cuidada. Reconozco que a veces iba simplemente a contemplarlo, no porque me hiciera falta nada. Durante ese tiempo el banco concedía préstamos fácilmente y no ponía muchas trabas. 

Un día el girasol murió. No pudo aguantar más colillas, que la gente depositaba en su tierra.

Lo recogí y lo enterré. 

Desde entonces apenas se conceden préstamos y todos son problemas. Los tipos de interés han subido, al igual que las hipotecas. 

Solo yo se la verdad: El girasol ya no está. 

 

EL TULLIDO, de Francisco Eugenio Crespo Sánchez

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. En la esquina, entre ellas, se encontraba el tullido. Con una pierna doblada de forma inverosímil hacia atrás, sin el brazo derecho, con un ojo mirando al infinito y el otro cerrado. Desesperado, me planté enfrente de él, leyendo su cartel de cartón: VANCO ISPANO UMANO. <<¿Qué tienes para ofrecerme a mí? He perdido a mi mujer, mi trabajo, y hasta mis peces se han muerto por echarles demasiado de comer.>>le dije. El tullido me miró con su ojo sano. Con su brazo izquierdo sacó de detrás de su espalda un cartel de cartón que rezaba: VANCO ISPANO UMANO 2.

 

ESCURAREM QUAN PUGUEM, de Basilio Mayor García

A la sucursal del Banc Hispà Americà del meu barri es podia accedir des de dos carrers diferents.

De tornada a la terra ja alliberats d'aquella missió, vam anar, directes a la sucursal ella no ho podia creure, no donava crèdit, al que jo li vaig comptar, si dos entrades.

Em va mirar sorpresa i amb eixes mans fredes, els seus ulls blaus i mirant-me em va dir, tu creus que són conscients del problemàtic que pot arribar a ser això. La vaig convidar a entrar i es va quedar paralitzada, davant d'ella tenia el banc més gran que havia vist mai, però era d'escurar plats, amb les seues aigüeres, el seu sabó fins i tot draps per a assecar. Així és estàvem davant el banc d'escurar plats més gran del món.

 

FUERZA, de Oscar Broullón

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes.

Mi padre siempre entraba por la de la calle de atrás. Caminaba lento, con su abrigo negro y una carpeta desbordante de papeles muy ordenados.

—Recuerda, aunque te tiemblen las piernas, siempre anda derecho, el mundo te respetará más —me decía orgulloso.

Durante años, atravesó esa puerta peleando por lo justo: la pensión, la hipoteca, por nuestro futuro.

Debo ir a firmar. Él falleció hace quince días. Fui como me enseñó, andando derecho, pero esta vez entré por la puerta principal.

Ya no necesito fingir fuerza.

Él, ya me la dio.

 

HACER CAJA, de Carlos José Esguevillas González.

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. Entrábamos por la principal y salíamos por detrás; así, durante cuarenta años. Mucho trabajo, pero la clientela me apreciaba.

Ahora no sé ni cómo se llama la entidad, algo largo, en inglés.

Voy poco, para no molestar. Pero me siento en el parque cercano y miro las puertas. Algunos conocidos se paran a charlar:

—No me dan el préstamo. Que si me quitan el piso. ¿Y qué me dice de las comisiones? ¿No puede hacer algo? …

Llevo tiempo rumiándolo. Pobre gente.

Así que hoy, cuando me dieron los resultados médicos, me decidí.

Acabo de comprar una pipa y un pasamontañas.

 

LA PRIMERA EN LA FRENTE, de Raúl Zaragoza Cuello

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. Desde pequeño, acompañaba a mi padre cada semana a realizar los ingresos del negocio, pero aquella mañana era diferente; era mi primer día de trabajo en esa sucursal, mi sueño cumplido.

A las 8.30 de la mañana se abrieron las puertas y tú entraste el primero, altivo, impecable, elegante… Cuando pusiste el cañón en mi frente, entendí todo, pero no esperaba aquel estruendo.

Ahora llevo aquí, inmóvil, más de 20 años, esperando este momento. Sí, por fin llegó tu hora y, no, no existe el infierno; el infierno soy yo y vas a pagar caro la vida que me arrebataste...

 

MARKETING, Raquel Zaragoza Durá

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes

Dos calles. Dos puertas y dos harapientos mendigos, con un cartel cada uno:

«NO TENGO TRABAJO. NO TENGO PIERNAS. SOLO TENGO HAMBRE» —escribió en su cartel el que tenía las piernas cortadas—. Con tan solo unas monedas en el plato.

«NECESITO UN ABRAZO O UNA MONEDA» —indicaba el segundo cartel, mientras el mendigo permanecía con los brazos abiertos—, ¡y su plato lleno de euros!

 

MUDANZAS, de Paquita Márquez

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder por dos calles diferentes. Entré por una de ellas y salí por la otra con la hipoteca del adosado concedida. ¡Por fin se cumpliría nuestro sueño!

Nos mudamos enseguida, aunque con la urbanización aún en obras.

Mi pareja se quedó sin trabajo porque su empresa quebró, y la hipoteca, los impuestos, las obras que no acababan por la corrupción de la constructora, las continuas derramas…, convirtieron nuestra vida en un infierno.

Nos separamos: ella se quedó con la casa y yo con las deudas.

Ahora vivo en una habitación realquilada con una cama minúscula, una mesa aún más pequeña y una silla que cojea…

 

OJOS DE GATA, Raquel Zaragoza Durá

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. Tan solo un verano antes, aquel local era mi bar. El bar donde conocí a Sabina, después de un concierto.

Él me susurraba canciones, y yo le servía cubatas. Cuando cerré, nos fuimos besando. Él quería estar conmigo, y yo detestaba estar sola. Una a una, bajo la luna, las horas fueron pasando…

Un año después, él volvió, pero yo ya no estaba. En lugar de mi bar, encontró una sucursal del Banco Hispano Americano. Me escribió una canción en el mismo lugar donde el verano anterior me quitaba la ropa.

Poco después, ¡la canción ya era famosa!

 

PLAN B, de Felipe Tenenbaum

A la sucursal del Banco Hispano Americano de mi barrio se podía acceder desde dos calles diferentes. ¡Por suerte! El atraco estaba saliendo realmente mal. Mi pistola se había encasquillado, varios clientes resultaron ser policías de paisano, la alarma se activó demasiado rápido y me empecé a sentir mareado a las primeras de cambio. Pánico escénico, seguramente. La puerta por la que entré, la de los adultos, estaba custodiada por tres escuadrones de uniformados. La de los niños, por suerte, aún estaba libre. Corrí con todas mis fuerzas. Esquivé un tobogán, un tiovivo y tres casitas de muñecas.

Ya a salvo en mi guarida abrí el maletín con codicia: estaba repleto de billetes de Monopoly. Naturalmente.

 

PODER, de Margarita González.

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