Blog

11 NOV

CONCURSO DE MICROS 22-23 DE ALI I TRUC. QUINCENA V

Aquí tenéis los 20 relatos que empiezan con la frase «Era engañosa su apariencia», comienzo de "La llama de Focea" de Lorenzo Silva.

Con esta frase, inicio del libro La llama de Focea de Lorenzo Silva deben comenzar los relatos de esta quinta quincena de la segunda temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de 19 relatos que, durante los días 11, 12 y 13 de noviembre (hasta las 14:00), pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos y dándoles 1, 2 y 3 puntos. De estas votaciones, saldrá la terna finalista de la que Lorenzo Silva eligirá el relato ganador de la quincena en Onda Cero Elche - Comarcas del Vinalopó el próximo lunes 31 de octubre.

A continuación podéis leer los relatos por orden alfabético a partir del primero que recibimos.

 

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el resultado del concurso desvelamos la autoría y el orden de puntuación:

 

RELATO GANADOR:

PALABRAS AL VIENTO, de Raquel Zaragoza.

Era engañosa su apariencia pletórica; viéndola asomada a la ventana no se le apreciaba el aspecto frágil y demacrado.

Sin salir de la habitación, Candela trabajó día y noche hasta encontrar el final perfecto para su novela. Le gustaba escribir, crear, dar vida a unos personajes… que le daban vida a ella.

Tan pronto como terminó su obra, abrió la ventana del hospital y, aprovechando el aire sahariano, liberó los quinientos folios del borrador… que, mecidos por el viento, volaron orgullosos de cada una de sus palabras.

«Palabras al viento» tenía demasiada vida para que la publicaran como una obra póstuma.

 

FINALISTAS

EL CRONONAUTA, de María Ángeles Vaíllo

Era engañosa su apariencia, quedé asombrado cuando vino hacia mí… vestía una raída capa que arrastraba hasta sus pies descalzos, llevaba anudado en la frente un harapo a modo de turbante, del cuello colgaba un péndulo que no cesaba de titilar.

Susurrando me reprochó: ¡Estáis destruyendo la tierra! Mi vestimenta es lo que hemos heredado de vosotros, un planeta sin recursos. Los niños no conocen las flores ni el aroma de azahar, ni la música.

El despertador sonó estridente... Ha sido un sueño. Se asomó al ventanal, y del huerto habían arrancado naranjos, flores, cantueso… Faltaba algún vinilo y el viejo violín del abuelo.

 

¡CÓMO HEMOS CAMBIADO!, de Paquita Márquez.

Era engañosa su apariencia, sí, ¡tan amable que parecía la vecina cuando nos cruzábamos…! Pues hoy se ha puesto hecha un basilisco porque mi colada ha goteado sobre la suya. Y ese señor tan finolis del ático, ¡escupe en la acera! ¡Qué engañosas son a veces las apariencias! Las naranjas que compré ayer, engañosas del todo: espectaculares por fuera y secuzas por dentro. ¿Y qué decir del día? Amaneció espléndido y no creo que se escape sin un buen chaparrón…

¿Te das cuenta, Alfonso? Ahora da gusto hablar contigo, me escuchas en silencio, sin reproches y sin las voces que me dabas antes de morirte.

 

RESTO DE RELATOS

EL DESEO, de Américo Fojo.

Era engañosa su apariencia de belleza espléndida, de perfección bajo ese tenue rocío luminoso y él intuía que esa seducción era peligrosa; pero su acuciante deseo de penetrarla, llegar hasta lo más profundo de ese abismo que lo fascinaba era superior a su cautela, a sus ansias de libertad en la brisa del jardín.

Se ahondó con todas sus fuerzas, con todos sus sentidos puestos en la cópula fecunda y ese fue el instante en el que la flor carnívora cerró vorazmente sus pétalos tornasolados.

 

EL BRÓKER DE MANHATTAN, de José Antonio López Acha.

Era engañosa su apariencia, su atuendo descuidado, su aspecto de pordiosero, apuntaban más a un sintecho del Bronx que a un oficinista de la Quinta Avenida. Y, sin embargo, paseaba con tal naturalidad, erguido y sonriente, que nadie le habría tomado por un mendigo.

Se le había hecho tarde. Wall Street abría a las ocho, y le apremiaba llegar a casa, ducharse, vestirse, coger su portátil, y llegar al parqué para vender el cuantioso paquete de acciones de un cliente de Chicago.

Luego, de vuelta a casa ya habría tiempo de transfigurarse y adoptar la personalidad robada de un don nadie.

Jerso era un excéntrico.

 

EL DISFRAZ, de Mari Bastida.

Era engañosa su apariencia, al igual que su discurso envuelto en bonitas palabras, con esa hipócrita y gélida sonrisa de acero.

La falsedad, disfrazada de amabilidad, empleaba su artillería a la vista de todos sin temor a ser descubierta.

Guirnaldas en el cabello, purpurina en las mejillas y barra de labios con sabor a licor amargo.

Oculto, en el hueco vacío del corazón, un trozo frío de mármol negro.

 

EL ARTE DE LIGAR, de Felipe Tenenbaum.

Era engañosa su apariencia. De perfil parecía una escultura de Botero. De frente, una Mona Lisa prófuga del Louvre. Y por la retaguardia, una Venus del Nilo con brazos. Obviamente, no estaba sola. A semejante Maja vestida la acompañaba por la izquierda un Adonis en camisa blanca (que alzaba tanto los brazos mientras le hablaba que parecía vivir en un tres de mayo constante).

Yo, siempre puntillista, intenté acercarme por la derecha. No pude. Antes, el grito munchiano de un par de Meninas me devolvieron a la oscuridad más goyesca:

‒¿Has visto la nariz de ese Polifemo? ¡Parece salido de un cuadro cubista!

 

NECESIDAD, de Sofía Ortiz.

Era engañosa su apariencia, ante mis ojos era jugosa, atrayente, hermosa…, justo lo que buscaba, necesitaba y ansiaba. Empecé a temer lo inimaginable, intenté excusarla con que era un problema de mis sentidos, los cuales se habían debilitado con el tiempo. Cuando tímidamente decidí probarla, noté un sabor salado, me extrañé al comprenderlo, no esperaba encontrar el mar en el desierto.

 

PSICÓPATA, de Sofía Ortiz.

Era engañosa su apariencia comentó el detective—, pocos dirían que era quien fue.

¿Una asesina? preguntó el aprendiz.

No el detective se detuvo para observar el parque en el que estaban paseando, una niña...

 

DE LUNAS Y HOMBRES, de Mariam Vicente.

Era engañosa su apariencia de hombre inofensivo, y muchos recelaban del recién llegado. ¿Qué buscaría en aquel pueblo donde escaseaban el trabajo y las novedades?

Todos le vigilaban discretamente, pero el tiempo pasaba y parecía confirmar su historia: era un urbanita hastiado de la vida rutinaria.

Hasta que la primera luna llena se alzó iluminando la noche y el aullido de los lobos sesgó el silencio de la noche.

Al día siguiente el forastero no estaba, pero en la calle yacían los cadáveres de cinco vecinos abatidos por sendas balas de plata.

La manada de licántropos abandonó el pueblo buscando otro lugar donde refugiarse.

 

CARA OCULTA, de Fina Martínez Lozoya.

Era engañosa su apariencia queriendo ocultar su verdadera identidad. Temía a las habladurías o enfadar a sus padres si lo contaba. No se decidía a ser él mismo. Un día mirándose al espejo se dijo:

No temas si descubren lo que ocultas, deja tu miedo colgado en el armario, eres lo que ves, no te engañes, quien mejor te conoce, lo sabe.

Ella te vio crecer, jugar al escondite, y desea que seas feliz con tus defectos y virtudes, sin temores, sin vergüenzas, quítate esa máscara equivocada y muéstrale al mundo que tu verdad es limpia y clara, y no te avergüences nunca.

 

SABOR A FRAMBUESA, de Marieta Nicolás.

Era engañosa su apariencia y ponía en peligro la salud de la población.

«Se prohíbe la fabricación y comercialización de cualquier producto no alimenticio con aspecto de serlo, ya que puede inducir a confusión y entrañar un peligro para el consumidor».

Así lo redactó el ejecutivo del Ministerio de Consumo, después de su viaje en coche.

Durante su trayecto, había comprado y masticado un producto con aspecto de goma, color rosa y sabor a frambuesa.

«No tenía mal sabor aquel limpiador de gelatina para coches»; pensó el funcionario después del lavado gástrico que le practicaron en el servicio de UCI.

 

LA VOZ DE LA EXPERIENCIA, de Felipe Tenenbaum.

Era engañosa su apariencia tan circunspecta y vetusta en un churumbel baturro. Arrugas de madurez surcando su rostro angelical acompañadas de un halo de sabiduría algo impropia en un recién nacido. Sus padres, maño él, maña ella, adornaron el cochecito con un cachirulo y salieron a la calle. A cada paso, más y más zaragozanos se acercaban a admirar a su Benjamín Button. De pronto, se detuvieron frente a una obra en construcción. El chavalín anciano se incorporó en su asiento, estudió a los veinte obreros con desprecio y dijo:

‒¡Bah! En mis tiempos, dos de nosotros bastaban para acabar una obra así.

 

IMPERFECTO, de Silvia Díaz.

Era engañosa su apariencia, lo idealicé heroico, noble, amable, cariñoso y altruista. Lejos de los ruines, infames, mentirosos, cobardes y maleducados con los que solía toparme.

Era engañosa su apariencia, no contenía ninguno de estos rasgos, ni buenos ni malos. Era emocionalmente estable y sin traumas ni complejos que condicionasen su vida y eso no me gustó.

 

NOCHE DE TERROR, de Mari Bastida.

Era engañosa su apariencia y me dejé llevar. En pleno verano tuve la «genial» idea de subir a la azotea, buscaba aire fresco, pero olvidé las llaves de casa.

Quizás algún vecino me dejara pasar la noche, al día siguiente llamaría al cerrajero.

Horrorizada escuché unos escalofriantes sonidos, provenían del sótano y se iban acercando.

Ascendí aterrada hasta el séptimo piso, algo extraño en un edificio de cuatro plantas.

Entre penumbras intenté encender la luz de la escalera, aporrear la puerta de los vecinos, no conseguí moverme, estaba paralizada.

Al ser consciente de lo que realmente ocurría empecé a gritar angustiada…

¡¡Por Dios!! Despierta.

 

EL SEXTO, ENVIDIA COCHINA, de Paquita Márquez.

Era engañosa su apariencia. Parecía mentira que de aquel chiquilicuatre salieran unos sonidos tan potentes y rotundos; a su lado los míos eran como susurros apenas audibles, y eso que yo soy mucho más grande y fuerte que él. Me estaban poniendo nervioso sus alardes y mis comparaciones. Y encima, cuando terminamos, él salió canturreando como si tal cosa, ¡y ni siquiera tiró de la cadena! Ya no me pude aguantar, tuve que aporrearlo para aliviar mi frustración… y se me fue de las manos. ¡Compréndalo, Sr. Juez, es que él también me había dejado muerto de envidia!

 

EL CUERPO DE MARGARITA AÚN ESTABA TIBIO, de Felipe Tenenbaum.

Era engañosa su apariencia en aquel verano infernal. De esos que provocan en algunos gatos, el deseo inconfesable de hundirse dos metros bajo el agua helada. Margarita parecía conocer todas las respuestas del examen de ontología. Uno tan difícil que también generaba deseos inconfesables en los alumnos. Se sentó en el gran escritorio con tranquilidad. Con aquella cartesiana convicción de que nada podría salirle mal. Su cuerpo tibio contrastaba con la mirada ataráxica del catedrático. Aburrida y concupiscente. Herida, tal vez, por las vicisitudes. Quizás, por la sustancia segunda y sus accidentes.

‒Aplazada ‒dijo el profesor.

‒¿Por qué?

‒Tu examen fue la quincena pasada.

 

INCONVENIENTES DE UNA SUCIA GUERRA, de Paquita Márquez.

Era engañosa la apariencia: parecía un café aceptable, incluso tenía algo de crema y buen aroma. El primer sorbo lo escupo, asqueado, en la taza de aluminio.

‒¡Pero esto, ¿qué es?

‒Achicoria, ya no hay café.

Resignado, vuelvo a sorber. Después de todo, no es lo peor el trago de achicoria. Es mucho peor este légamo pegajoso de la trinchera que se traga todo; a veces se empeña en quedarse con una de tus botas y tienes que maniobrar en él para arrebatársela. Ayer, maniobrando, encontré una mano que resultó ser del sargento desaparecido. Llevaba su alianza. Hoy toca encontrar el resto.

 

ELLA ES DE FIAR, de Marcelo Celave.

Era engañosa su apariencia, todos me lo decían.

Pero yo sabía que Nuria era tal como reflejaba su aspecto angelical.

Aquel viernes cobré mi sueldo y la llamé: ‒Nuria, dedícame el día, caminemos la ciudad… Invito yo.

Aceptó. Quedamos en Plaza Crucifixión, bajamos por Redentores, parando en cuanto bar (o tugurio) veíamos.

Anochecía cuando me llevó detrás del murallón costero. Empezamos a besarnos, tocarnos, ella me cogió el falo y en el mismo instante que lo besaba, aparecieron esos energúmenos y me dieron una paliza impiadosa. Corrí tras ellos intentando vanamente recuperar mi dinero. Al volver, Nuria no estaba.

‒Pobre… Qué disgusto se habrá llevado.

 

FUTURO, de Daniel Prats.

Era engañosa su apariencia: ojos pequeños, labios finos, pelo rubio y escaso... de actitud tranquila y sosegada, siempre con traje o ropa deportiva, su vida transcurre tras un micro, una mesa o a caballo. De cuerpo fuerte y no mucha estatura, sobrevive encerrado en su gran patria, rodeado de los que hace suyos, como marionetas, haciendo y deshaciendo el mundo a su antojo, sin escuchar, mintiendo, ahogando.

Y mientras el resto pasa hambre, y llora, y grita, y muere… él sigue opinando y decidiendo su futuro, nuestro futuro.

Despiértanos ya de este mal sueño Vladimir, te lo ruego.

Volver