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24 NOV

CONCURSO DE MICROS 22-23 DE ALI I TRUC. QUINCENA VI

Aquí tenéis los 19 relatos que empiezan con la frase «El Gran Capitán comprendió antes que nadie», comienzo de "Todo va a mejorar" de Almudena Grandes.

Con esta frase, inicio del libro Todo va a mejorar de Almudena Grandes deben comenzar los relatos de esta sexta quincena de la segunda temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de 19 relatos que, durante los días 25, 26 y 27 de noviembre (hasta las 14:00), pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos y dándoles 1, 2 y 3 puntos. De estas votaciones, saldrá el podio ganador ganador de la quincena en Onda Cero Elche - Comarcas del Vinalopó el próximo lunes 28 de octubre.

A continuación podéis leer los relatos por orden alfabético a partir del primero que recibimos.

 

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el resultado, desvelamos la autoría de cada obra y el podio.

 

En tercera posición:

ÉL NUNCA LO HUBIERA HECHO, de Paquita Márquez.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie que lo habían desahuciado. Allí estaba, con ojos tristes y orejas gachas amarrado a uno de los pedales de los contenedores. Sus desgarradores gemidos llamaron mi atención cuando hacía footing. Lo reconocí: era el viejo perro del vecino que había muerto hacía poco. Su mirada melancólica me conmovió. Lo desaté, lo acaricié y él me correspondió con un lametón en la nariz. Aún llevaba el collar con su nombre «Gran Capitán». Me gustó: significaba ser valiente, ser leal y ser atrevido.

¡Atrevimiento y valor iba a necesitar yo para presentarme ante mi mujer llevando otro abuelo más a casa…!

 

En segunda posición:

DE CACERÍA, de Felipe Tenenbaum.

El gran capitán comprendió antes que nadie que el ancla que los ligaba a la convencionalidad se había soltado por la noche. Ahora navegaban por aguas de literatura salvaje. Turbulentas, vanguardistas. Hogar de caligramas, oxímorones zancudos y demás alimañas líricas. De pronto, un microrrelato majestuoso se posó en cubierta. El capitán cogió su rifle y apuntó.

‒No lo haga, capitán. Es inofensivo.

‒Cierto. Pero su cabeza disecada quedará bien sobre la chimenea…

Bang. El disparo atravesó la segunda y tercera línea. Bang, Bang, Bang.

‒No lo entiendo. ¿Por qué no le hago ni un rasguño?

‒Será verdad la leyenda, capitán. Se rumorea que algunos microrrelatos son inmortales.

 

Y relato ganador:

CAPITANES INTRÉPIDOS, de Mariam Vicente.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie que la nave se iba a pique.

Se aferró al timón mientras las olas furiosas abandonaban su alma de sal sobre la piel curtida de su cara.

Gritaba y luchaba contra el viento, pero sobre todo contra la desesperanza y el miedo.

Pero el barco no se hundió. Aún sentía el corazón agitado por la tormenta cuando un ruido le alertó.

—Don Isidoro, ¿hoy tampoco ha venido nadie a verle? —preguntó la enfermera.

El anciano Capitán tuvo el tiempo justo de esconder el buque con sus marineros de madera bajo la cama, y su sonrisa triste respondió a la enfermera.

 

El resto de relatos, de menor a mayor puntuación:

 

EL FORTUNA, de Raquel Zaragoza.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie el peligro que acechaba; la tripulación debía abandonar el barco antes de que fuera demasiado tarde.

No fue fácil. Corrió el pánico y mientras algunos se precipitaban saltando al agua embravecida, otros, los más veteranos se mostraban reticentes a dejarle solo. No, no fue fácil, al contrario, le resultó muy difícil convencerlos…

Como era su deber, él no abandonó el barco. Se quedó, inmóvil, observándoles hasta que los botes salvavidas empezaron a alejarse por sotavento. Entonces, el Gran Capitán pirata corrió al timón, viró a babor y… ¡se escapó con el tesoro!

 

THE EXTERMINATOR, de Paquita Márquez.

El «Gran Capitán» comprendió antes que nadie que de él dependía la victoria. Buscó el lugar estratégico, se armó de paciencia y, con el arma en la mano, se dispuso a dar la última sorpresa al enemigo. Vio cómo asomaban cabezas en busca de una salida segura. Y cuando aquel vivero de engendros se sentía ya a salvo, llegó el momento de apretar con decisión la palanca. Una ráfaga de mortíferas partículas hizo desparramarse al enemigo en todas direcciones mientras las ráfagas continuaban repartiendo muerte. No quedó viva ni una sola cucaracha. Si pudieran hablar, seguro que lo harían en gabacho; por algo le llamaban «Gran Capitán».

 

VAIVENES DE LA MENTE, de Martina Arreaza.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie cuál sería su destino.

Unas terribles olas surcaban el barco. Mientras, en el lujoso comedor todos sus comensales se deleitaban con exquisitas viandas y olorosos vinos de la tierra. Cantaban y bailaban al unísono.

Después de varios años, le dieron el alta en el más prestigioso psiquiátrico. No podía demorarlo más, era su primer crucero al mando.

¡Qué más dará unos cientos de fallecidos más!

Al fin y al cabo, ellos están felices. Y el mar profundo y sombrío será mi descanso.

 

ABNEGACIÓN, de Fina Martínez Lozoya.

«El Gran Capitán comprendió antes que nadie…» era la lectura que Jorge leía a los niños del campamento. Mientras que algunos padres venían a llevarse a sus hijos por el contagio de algún virus, los demás monitores sucesivamente también tuvieron que marcharse. Jorge, encargado y único no afectado quiso seguir con ellos. Era tarea de absoluta dedicación cuidar de esos niños con deficiencia. Su madre llegó como ayuda voluntaria. Consiguieron juntos atender a los niños, mitigando la dificultad que presentaban. La experiencia tuvo la bonita recompensa del reconocimiento de los padres y los abrazos y sentimientos alcanzados de los niños, que se fundieron en lágrimas de cariño.

 

EL GRAN CAPITÁN VACIO, de Francisca Marhuenda.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie después de tantos años de batalla al frente de su compañía y después de haber disparado, haber visto tantos cuerpos ensangrentados, mutilados esparcidos por el suelo.

En el campamento al anochecer presintió que no podía seguir descargando su rabia en el campo de batalla, aunque de su país se tratara. Él ya no sentía, era una persona fría y hueca por dentro, llegando a pensar en muchos momentos que tampoco tenía corazón. Pasaron unos meses y lo relevaron de su gran cargo, pero la culpa se apoderó de él, muriendo solo un día de invierno.

 

ARREBATO, de Ana Montesinos

El Gran Capitán comprendió antes que nadie que algo había cambiado en mí. Aquella tarde, asfixiada por las altas temperaturas del verano decidí ir al río que cruzaba mi aldea. Até mi dócil yegua a un árbol cercano y me sumergí desnuda en las transparentes aguas del arroyo.

Quiso el azar, que el robusto panadero del pueblo colindante fuera llevado por el bochorno al mismo refrescante punto en el que yo me encontraba. Nos miramos sin juicio. Nos amamos ardientemente sin pronunciar siquiera una palabra.

Al llegar a casa, Gran Capitán me miró con una satisfactoria mueca, me maulló y vino a buscar mimos a mi regazo.

 

ALMA LIBRE, de Sofía Ortiz.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie lo sucedido. En silencio observó cómo la flota se fundía con el horizonte mientras gritos de victoria y gozo inundaban las filas. Las heridas cicatrizaron y solo faltaba un hombre entre sus tropas. Él era un distinguido y experto líder; sabía distinguir una victoria de una derrota. Una inmensa niebla cubría la superficie de la isla.

–Id a despediros de vuestros seres queridos –ordenó.

Los soldados, confundidos, detuvieron la celebración, percatándose que ya no quedaba rastro de su capitán. En su lugar la niebla se había desvanecido dejando ver sus restos mortales.

 

SALVADOS POR LA ORTOGRAFÍA, de Felipe Tenenbaum.

El gran capitán comprendió antes que nadie que el libro pesaba demasiado y que en dos horas nos hundiríamos. Presumiblemente antes, teniendo en cuenta que más y más polizontes seguían subiéndose a nuestro buque literario. Al final, nos reunimos los personajes y votamos. La decisión fue unánime. Había que tirar el exceso de lectores al mar embravecido. Solo así, sobreviviríamos. Probamos de todo. Ponernos filosóficos, aburridos. También, soeces. Nada. Los malditos polizontes parecían inmunes a nuestro rechazo. Finalmente, el capitán nos salvó recordando una técnica milenaria para ahuyentar lectores. Cuando nos vieron retorcer sin miramientos la jota de su «relós» a cuerda, la mayoría dejó de leer.

 

DESAFÍOS, de Silvia Espina.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie que, si fallaba ese penalti, el equipo iría irremediablemente al descenso. Su habilidad y sangre fría frente a momentos cruciales como ese, eran una garantía para la salvación del club. El silencio en el estadio era abrumador.

Y ese nefasto día el Capitán erró el tiro.

Al salir de los vestuarios vio a lo lejos, con temor, que un grupo de ultras había rodeado su coche. Un nuevo desafío se presentaba en su vida: salir huyendo hacia la otra salida del estadio o activar el mecanismo de gases tóxicos con que contaba su vehículo para casos de emergencia.

 

GRAN BATALLA, de Sofía Ortiz.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie que para vencer debían dejar a Carlitos atrás.

Mientras Miguelito, la mano derecha del capitán, siga en pie, había esperanza. Joseph, el más perspicaz del grupo, había caído dolorosamente en manos del enemigo. El capitán no tenía tiempo para llorar su pérdida, debían ganar. Por los caídos, se dijo.

–¡Nos rodean! –exclama Miguelito.

Una bala impacta en Miguelito produciéndole un agujero en el pecho. La sangre escapaba de su cuerpo. El líder nunca se había sentido tan impotente. Decidido, fue a tomar venganza...

–¡Último aviso, si no venís os quedáis sin cenar!

 

EL PRESAGIO DEL CAPITÁN, de Fina Martínez Lozoya.

El gran capitán comprendió antes que nadie que entre las nubes se asomaba la muerte, presagiaba una fatídica destrucción y que su embarcación tenía el peligro de arder entre las aguas, o en el embarcadero si llegaban a tierra. Pasaba la noche cuando observaron los aviones de guerra, acercarse hacia la costa donde atracarían en unas horas, vieron explosiones desde lejos. El capitán no se equivocó, cuando llegaron a tierra encontraron desolación y destrucción; fachadas ardiendo y cuerpos entre escombros. La misión del capitán era evacuar a la mayoría de habitantes a otro lugar. Pero no pudo evitar el horror y el terror de esa gente.

 

DESAFORTUNADO EN EL AMOR, de Felipe Tenenbaum.

El gran capitán comprendió antes que nadie que en los camarotes no olía a Huile de Chateaux sino a aceite de máquina. Entendió, también, que la última nave de su flota había sido tocada por un ataque enemigo y que con el próximo disparo del acorazado rival, el futuro de todos se iría a pique. Antes, debía echar una moneda al aire y jugárselo todo a una movida afortunada. Cerró los ojos, recordó todos y cada uno de los puertos en los que fue rechazado por todas y cada una de las mujeres que había cortejado y eligió un cuadrante.

‒¡B5!

‒¡Hundido, maldito afortunado! ¡Hundido!

 

MADELINE, de María Ángeles Vaíllo.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie que su hijo no era feliz.

—Mario, ¿tienes problemas?

—Sí —respondió—. A partir de ahora seré Madeline, siempre me he sentido mujer.

El padre quedó atónito…

—Pero no lo voy a consentir, no querrás que manche mis medallas ¡Fuera de mi vida!

El Gran Capitán no volvió a sonreír.

Pasaron los años y Madeline estudió Medicina, y el azar, que es caprichoso, los volvió a juntar en el hospital.

La doctora pasó a ver al paciente, los corazones de ambos dieron un vuelco.

—¿Nos conocemos? —dijo Madeline.

Él respondió llorando.

—¡Perdóname, perdí lo que más quería por el que dirán!

 

INFIERNO Y GLORIA, de Paquita Márquez.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie que no existe enemigo desdeñable por pequeño que sea si el acierto le acompaña. Él, Capitán de los ejércitos de los Tercios de Castilla y Aragón, el estratega militar por excelencia, el líder indiscutible, crisol de valores y virtudes, el héroe leal que conquistó reinos para su rey, el glorioso vencedor frente al poderoso enemigo francés, cuyos soldados le consideraban un demonio invencible contra el que era inútil luchar… Pues allí estaba, en su Granada natal, con el alma dolorida por las calumnias de la envidia y el cuerpo derrotado por la picadura de un insignificante mosquito.

 

REENCUENTRO, de Raquel Zaragoza.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie que el barco que navegaba errante por las frías aguas costeras venía a buscarlo.

Llevaba años esperándolo. Desde el mismo día en que su pesquero naufragó; y él tuvo la desgracia de ser el único superviviente. En el pueblo nadie aceptó con agrado que el capitán no se hubiera hundido con el barco y el resto de la tripulación.

¡Por fin había llegado el momento! Aquel barco fantasma, que merodeaba por la costa, era el suyo. Tan solo tenía que saltar del acantilado y salir a su encuentro.

 

¿Y SI FUERA ASÍ?, de Marcelo Celave.

El Gran Capitán comprendió antes que nadie que se estaba yendo… despaciosamente, felizmente, envuelto en un halo de luces y colores.

—Bueno… llegó la hora. Me cuesta respirar y mi familia no para de llorar. Pero… ¿qué ocurre? Una hermosa nave se posa a mi lado y una fuerza desconocida me eleva a pocos centímetros del suelo y me transporta. Sin emitir sonido me inunda de sentimientos cálidos. Un ejército de mariposas me lleva en volandas.... a izquierda… azul marino con brillos dorados… a derecha… naranja brillante y vivos turquesa…

—¡Lo perdemos, lo perdemos!...

—No me puedo ir así… tengo que contarlo pero nadie me escucha, jajaj… Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

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