Blog

29 DIC

CONCURSO DE MICROS 22-23 DE ALI I TRUC. QUINCENA VIII

Aquí tenéis los 23 relatos que empiezan con la frase «Parece que dentro de la casa hubiera un animal», comienzo de "La ciudad" de Lara Moreno.

Con esta frase, inicio del libro La ciudad de Lara Moreno deben comenzar los relatos de esta octava quincena de la segunda temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de 22 relatos que, durante los días 30, 31 de diciembre y 1 enero (hasta las 22:00, amplío el plazo), pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos y dándoles 1, 2 y 3 puntos. De estas votaciones, saldrá la terna finalista de la quincena, de la que el próximo lunes 2 de enero sabremos el ganador en Onda Cero Elche - Comarcas del Vinalopó el .

A continuación podéis leer los relatos por orden alfabético a partir del primero que recibimos.

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el resultado, desvelamos la autoría de cada relato y el orden en que han quedado:

 

Finalistas

En 4ª y 3ª posición:

INFLUJO, de Paquita Márquez.

‒Parece que dentro de la casa hubiera un animal que nos atrapa, que se apodera de nosotros y nos transforma en casos perdidos, almas miserables que solo sueñan con fastidiar a los que consideramos antagónicos, en aniquilar al que creemos enemigo. Aun sintiéndonos avergonzados de nuestros actos, aseguramos hacer lo que debemos. Nos hace perder la humanidad, nos obliga a olvidar nuestros principios para seguir su juego, nos quiebra la conciencia y nos deja sin ánimo de querer superar esta forma indigna de vivir…

‒¡Pero papá, qué dices! ¡¡Te tengo requetedicho que no se te ocurra ver los telediarios!!

 

INQUIETUD, de Silvia Espina

Parece que dentro de la casa hubiera un animal; eso sucede cada tanto, no siempre y se trata de sonidos extraños, gritos, gemidos y aullidos que parecen provenir de un ser enfurecido; es muy sospechoso porque mi vecina vive sola con varios perritos inofensivos que ni siquiera ladran.

Temiendo por su seguridad y también por la mía, esta última vez no pude aguantarme y toqué su timbre para comprobar que todo estuviera bien.

Me pidió que no lo comentara, aunque igualmente nadie lo creería, pero en las noches de luna llena, uno de sus siete perritos se convierte en hombre.

 

En 2ª posición:

LOS COLORES DE MI BICICLETA, de Raquel Zaragoza.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal bufando. Me levanto de la cama y a hurtadillas intento descubrir si es «Rudolph» acompañando a Papá Noel; pero no, ese bufido no es del pequeño reno de nariz roja. Es mi padre hinchando las ruedas de mi vieja bicicleta. Este año se está esforzando mucho para dejarla como nueva, lo hace con tanto cariño que se nota que quiere hacerme feliz.

Regreso a la cama un poco desilusionado. ¡Otro año sin ver a Papá Noel! Sin embargo, pronto se me pasa; y no dejo de pensar… ¿de qué color pintará mi bicicleta este año? ¿Será verde esperanza?

 

Y relato GANADOR:

INSPIRACIÓN DESIGUAL, de Felipe Tenenbaum.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal salvaje dando coces. Y dentro del folio, un poema. Sin embargo, al creador le falta instinto creativo. Y a la obra, estilo. Mientras el escritor gruñe, rumia y destroza los muebles de pura rabia, el poema permanece sobre el papel sin ritmo ni elegancia.

Muy lejos de allí, un pintor se encuentra plasmando en una aguafuerte burlesca su última ensoñación. Es la escena del poeta encabritado con el humillo saliéndole por el hocico y olisqueándolo todo en busca del hipérbaton perdido. La súbita inspiración dura hasta la última pincelada. Solo entonces se pregunta de dónde le habrá venido aquella epifanía.

 

Resto de relatos de menos a más puntuación:

BENDITA INOCENCIA, de Mariam Vicente.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal. Los nuevos vecinos se habían mudado hacía poco, pero los ruidos, golpes y gritos se sucedían a todas horas.

En el edificio empezaron a murmurar. Hacían cábalas: quizá él la maltrataba, o era ella la malvada, o tal vez en el piso se montaban orgías. Esta última opción les indignó: ¡No se atreverían, con la niña delante!

Aquella noche el escándalo alcanzó tintes épicos, y los alaridos se escucharon en toda la calle. Finalmente llamaron a la policía.

Cuando la puerta se abrió solo encontraron a la pequeña, ensangrentada de arriba abajo junto a los cadáveres descuartizados de sus padres.

 

UN FATAL DESCUIDO, de Mari Bastida.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal muerto. Varios testigos coinciden al declarar que días atrás escucharon unos sonidos muy extraños. Los ruidos llegaban amortiguados debido a las distancias entre viviendas, fuera del núcleo urbano y no le dieron mayor importancia.

La conmoción llegó al advertir en las inmediaciones varios coches de policía, ambulancias, sanitarios, y unas personas que entraban y salían de la casa llevando bolsas negras de tamaño reducido.

Lo más llamativo fue ver al domador del zoológico, un veterinario con dardos tranquilizantes y una jaula con barrotes donde se percibía en el interior un bulto con melena.

 

VIOLETA Y SUS SERES ESPECIALES, de Francisca Antón

Parece que dentro de la casa hubiera un animal. Hacía cinco años que permanecía cerrada, pero solo temporalmente.

Forjada la leyenda de casa encantada, destellos de luces nocturnas y voces indescriptibles se oían a la misma hora. Su construcción de piedra y los muebles suntuosos, a los ojos de una niña la hacían vivir en un castillo.

Violeta no pensaba en princesas. Sus Seres Especiales, ante el silencio de la noche, salían de su escondite para bailar y cantar aullando, balando y ladrando, en las que sólo ella era la principal invitada.

El resto de la casa descansaba.

Estaba segura que volvería al lugar donde los sueños seguían viviendo.

 

MIS DEMONIOS INTERIORES, de Marcelo Celave.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal mitológico, violento, que lanza rayos con sus ojos y solo me iluminan a mí en la oscuridad. Y me queman cuando impactan pero… no es él, soy yo que lo imagino, que lo siento y que lo vivo. Con esta maldita melancolía que lo cubre todo y esta culpa que me mata, ¿esto es la vida? ¿esta montaña rusa que te sube hasta el infinito y te despeña hasta lo más profundo sacándote las entrañas por la boca como si fueras un monstruo…? Claro, ahora lo sé. Ese animal soy yo, me quiero morir…no, ¡quiero vivir y que muera él!

 

MAPACHE, de Sofía Ortiz.

–¡Parece que dentro de la casa hubiera un animal! –exclamó la madre enfurecida–. Se lo juro agente, es desesperante.

–¿Qué tipo de animal? –preguntó el policía curioso por la comparación.

–Un mapache –intervino la hermana.

–¡No lo habría definido mejor hija mía!, un detestable ladrón que solamente comete sus fechorías cuando la casa está en silencio y la luna te exige que descanses.

–¡Mamá! –el rostro de la hija mayor expresaba asombro–, ¿de verdad crees que esto es tan grave como para molestar al agente?

–Hija, ¿qué hay peor que robar el turrón y los polvorones de las bandejas que honradamente repartimos por casa?

 

EL ORANGUTÁN, de Mercedes de Cecilia

Parece que dentro de la casa hubiera un animal. Y sin embargo, lo quiero. Una bestia en sus hablares, en sus andares, en su todo. Y sin embargo, muero por él. Me hace el amor hasta que reviento de placer. Me grita, me golpea, me hace llorar, sufro. Me derrito en sus palabras, en sus manos. Es único. Magnífico. La policía ha venido esta mañana. Se lo ha llevado esposado. ¡Ojalá te pudras!, le ha dicho la vecina, satisfecha. Se va a enterar. Esta noche la visitaré, vive en la otra chabola. Tengo un bolígrafo sin tinta. Creo que me valdrá… Solo le pido a Dios que lo cuide.

 

DE RATONES Y HOMBRES, de Paquita Márquez.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal cuando papá vuelve de «esa manera». Sé lo que debo hacer: quedarme con los pequeños para tranquilizarlos durante el «episodio». Pero hoy no lo haré. Han empezado los gritos y los golpes y me planto entre ellos; mamá se asusta y él, sorprendido, enmudece. Un tremendo bofetón me lleva al suelo. Sin incorporarme del todo, agarro sus piernas y, del tirón, cae de espaldas aturdido. Sus gemidos se unen al llanto de mamá. Me levanto raudo, le piso el cuello y le grito: «¡Vete y no vuelvas; a la próxima, te mato!»

Lo peor es saber que podría hacerlo…

 

LA GUARIDA, de Raquel Zaragoza.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal salvaje...

Cada vez que el «monstruo de dos caras» entraba en su guarida, volvía su cara afable para mostrar la más horrorosa. Día tras día aterraba a la mujer que decía querer dando zarpazos a su alrededor, mientras bramaba palabras tan hirientes… como sus largas zarpas.

Desde que Dolores se fue, los rosales del jardín han dado paso a la maleza. La hiedra que antes decoraba la fachada, ahora la abraza ahogándola, como si quisiera devorarla; y desde la terraza se asoma una gárgola. Dicen los del lugar que es la imagen petrificada del ¡monstruo de dos caras!

 

NAVIDAD, de Mercedes de Cecilia.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal carnívoro, de los que te succionan con voracidad, de los que te aprisionan mientras extraen lo más profundo de ti. Y te dejan paralizado. Y te dejan moribundo. Con un grito interno que nunca llegas a emitir. Parece que ese animal tiene nombre humano, parece que no es una fiera, parece que sus ojos refulgen en la oscuridad. Esa mujer quiere rociarme con su spray metálico. Ríe, canta. Quiere clavarme sus uñas. Mis hojas, mis ramas, mi cuerpo artificial tiemblan cuando se acerca: un año más, me mancha con esa odiosa nieve blanca y se va.

 

ESPIRITU DE AMAZONA, de Mari Bastida.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal, me sigue y cada vez está más cerca. Desde mi posición puedo sentir su ansiedad.

Me giro y veo un precioso caballo frente a mí, el animal más hermoso y elegante, perfecto en sus formas, equilibrio y armonía.

A lomos del bello corcel cabalgué sobre valles de verdes praderas. Agarrada a sus crines crucé el crepúsculo de la noche, conquisté la cima de las montañas y acaricié la luna. Con las primeras luces del alba el hechizo se desvaneció y volví a la rutina.

—El desayuno está listo, amor.

 

INFELICES, de Margarita del Brezo

Parece que dentro de la casa hubiera un animal que los protege. Si no, nadie se explica cómo caminan tan ligeros y con esas sonrisas que de tan amplias parecen auténticas. Los vecinos los miran encorvados, con el rostro cubierto por la envidia y los músculos agarrotados de soportar el peso de tanto cariño como atesoran sin tener a nadie a quien dárselo.

 

BUSCANDO EL SILENCIO, de Américo Fojo.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal, quizás varios animales, serpientes, insectos, roedores. Lo sé porque escucho los sonidos que transmiten los muros, algunos suaves como silbidos y susurros de cuerpos húmedos arrastrándose; otros violentos como gritos, aullidos, rugidos.

Intenté enfrentarme a ellos, pero al recorrer los cuartos de la casa con mi arma preparada, todo queda en silencio; luego, cuando intento dormir, todo recomienza.

Mi familia me ha abandonado; sólo tengo a mi lado mi fiel escopeta: muerdo la punta de sus cañones y el acre sabor a metal me confirma que solamente ella puede hacerme olvidar esos sonidos.

 

EL LADRÓN CON CAPUCHA Y GUADAÑA, de Sofía Ortiz.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal. El ruido, culpa de los golpes que injustamente dirige a las paredes, es fuerte y seco. Nadie se atreve a entrar en su hogar, un lugar lúgubre habitado por la melancolía. En el cuarto; donde la felicidad reinaba, ahora se encuentra vacío. Las luces que antes relucían ahora no se atreven a mostrar su brillo. No piensa ni decide, se encuentra esclavo de su desgracia. Dicen que cada noche observa el oscuro cielo nocturno, esperando enfurecido, a que la muerte dé la cara y le devuelva lo que le fue robado.

 

CONSECUENCIA INESPERADA, de Fina Martínez Lozoya.

‒¡Parece que dentro de la casa hubiera un animal!

‒Mira que eres exagerada mamá, solo estamos ensayando algún villancico para Navidad, pero tu hijo se ha vuelto loco con los platillos.

‒¿Pero no me digáis que ese estruendo era un villancico?

‒Queríamos saber cómo quedaría el invento, porque estamos hartos de los villancicos tradicionales.

La madre quedó pensando en cómo podría retar a sus hijos, obsesionados por esa música loca. Llegado el día, estando la familia reunida, la madre cantó la versión de un villancico muy especial, y la abuela, que hacía años que padecía alzheimer, reaccionó levantando la cabeza y emocionada dibujó una tierna sonrisa en su cara.

 

BLANCA NAVIDAD AL PIANO, de María Ángeles Vaíllo.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal. Sé que es la tristeza revoloteando a su antojo ¡Abriré puertas y ventanas que entre la ilusión junto al Espíritu de la Navidad! Desde que mi hijo se marchó a esos países ayudar a los niños más desfavorecidos, su padre y yo estamos tristes, nos pesan los años y la soledad.

Mi hijo vuelve a casa, dice que trae dos regalos… pondré muérdago, desempolvaré el piano que está callado hace años.

¡Ya está aquí, nos trae dos niños preciosos, un negrito y una chinita! Se oye al piano BLANCA NAVIDAD y las risas de los niños y el abuelo.

 

SECUENCIA, de Paquita Márquez.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal furioso, pero solo soy yo rugiendo de rabia. Estoy enfermo, ardo de fiebre y a mis ojos llegan imágenes como tomadas a cámara lenta con un zoom: en primer plano el cristal de mi ventana, una hoja pegada se va escurriendo dejando un rastro de humedad; detrás, el tronco de la acacia del alcorque; por la calzada, un niño en bicicleta que desaparece unos momentos mientras lo adelanta un coche rojo; al frente, el jardín de tu casa y más arriba, la ventana de tu habitación con la persiana levantada; tras el cristal, tú, coqueteando risueña con mi hermano gemelo…

 

EL MEJOR REGALO, de Felipe Tenenbaum.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal recién fugado del zoológico. O varios. Los niños braman, otilan y ululan mientras bajan las escaleras y enfilan hacia el árbol de Navidad. Incluso, la más pequeña parece que va a gañir algún aullido mientras abre su regalo. Las tontas de sus hermanas han pedido figuras galácticas de Star Wars, artilugios de Harry Potter y hasta un cuartel general de entrenamiento Pokémon. Ella, la más lista de las cuatro, lo pidió «todo». Así, sin dar detalles. Y Papá Noel, siempre tan agudo y generoso, acaba de cumplir su deseo. Dentro del paquete hay un cuaderno en blanco y un lápiz…

 

EL HILO DE ARIADNA, de Felipe Tenenbaum.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal mitológico. Una esfinge, una Gorgona, un minotauro. Lorena es las tres cosas a la vez: un enigma imposible… una dama que fulmina a todos con su mirada de piedra… y un secreto tenaz y furtivo que desdeña el mundo exterior.

Fuera de la casa, también pulula mucho ente mitológico. Un Agamenón, dos Ulises y tres Prometeos con sus antorchas divinas. Todos asediando su hogar con ganas de dar guerra. Ninguno de ellos, por supuesto, sabe el camino para atravesar los recónditos pasillos del laberinto que da a su corazón. Ese hilo de Ariadna solo lo conozco yo, su musa.

 

RUGIDOS, de Raquel Zaragoza.

Parece que dentro de la casa hubiera un animal, hasta los vecinos se quejan de los ronquidos de mi marido.

Peor lo tengo yo, es imposible conciliar el sueño a su lado. Mi Príncipe Azul es un animal en la cama. Sí, sí, no exagero, ¡ruge igual que un león!

Noche tras noche sus rugidos son un suplicio. Últimamente están despertando en mí instintos asesinos. Como no duermo, no paro de darle vueltas a la cabeza… «Mejor viuda que divorciada», me digo, mientras oprimo mi almohada sobre su cara.

Las estadísticas dicen que un porcentaje muy alto de roncadores corren el riesgo de morir ahogados…

 

Volver