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01 JUN

CONCURSO DE MICROS 22-23 DE ALI I TRUC. QUINCENA XVIII (2 de 2)

Aquí tenéis los 36 relatos que empiezan con la frase «Patricia estaba llorando», comienzo de la novela "Bajo la puerta de los susurros", de TJ Klune.

Viene de AQUÍ.

 

EL LEGADO, de Leticia Ortiz.

Patricia estaba llorando, le habían arrebatado sus juguetes sin ningún miramiento. Ella ya no era dueña de sus muñecas, ni de sus peluches, ni de su juego de té.

Acodada en la ventana y taciturna, echó su mirada al patio envuelta en lágrimas para observar a la niña que allí se hallaba rodeada de todos los juguetes expropiados. Se trataba de su hija, que trasteando dichosa y despreocupada los cachivaches de su progenitora, reflejaba la niñez que en Patricia habitó y que no regresaría.

La madre, con sentimientos contradictorios, le lloraba dichosa al amor y afligida a la nostalgia.

 

EL MOTIVO, de Manuel Sepulcre.

Patricia estaba llorando. Quizás por amar al llanto, el rumor del miedo o un te quiero a flor de dudas. Quizás traición, alegría, deseo o locura. Quizás olvidó, anhelo, pérdida o solura.

¿Quizás por esconder una causa, esperando así que cese el efecto? ¿El comienzo de algo? ¿El final de un recorrido? 

Quizás fuese el sabor amargo del espejo al reflejar la verdad: Una carta de despedida en mano, un cuchillo a ras del cuello y la propia muerte revistiendo sus ideas. Puede que todos esos fueran los motivos.

O quizás, desde la esperanza, Patricia llorará por no encontrar sentido a su tristeza.

 

EL SECUESTRO, de Natividad Fernández.

Patricia estaba llorando, era un llanto desesperado, incontrolable, solo gritaba y gritaba.

Mamá, papá, han secuestrado a Pipo.

Sus padres corrían sin saber ya donde mirar, habían abierto puertas, escudriñado en todos los huecos y Pipo seguía sin aparecer.

Jonas, el hermano mayor, sentado en un rincón, miraba de reojo todo lo que estaba pasando a su alrededor.

Su padre le preguntó ¿Jonas, has visto tu a Pipo?

Y sin decir una palabra se levantó, fue a su habitación y sacó a Pipo de debajo de la cama.

A ver si Patricia se calla de una vez. ¡Qué pesada es!

 

El VUELO (II), de Dolores Ribera.

Patricia estaba llorando de emoción porque el pájaro había levantado el vuelo.

Dos días antes, el vencejo aterrizó en su terraza y en cada pasito dejaba una mancha en el suelo.

Patricia cogió el pájaro y lo observó; le faltaba un dedo en su pata izquierda.

Lo puso en una jaula y cada rato le taponaba con algodón y agua oxigenada el pequeño muñón.

Al tercer día el vencejo se movía alegre por la jaula. Ella lo puso sobre su mano y abrió la ventana.

Entonces, él salió volando en círculos cada vez más grandes hasta perderse en el cielo.

Ella empezó a llorar.

 

HABÍA MUERTO, de Natividad Fernández.

Patricia estaba llorando, en su interior se debatían fuerzas encontradas, amor, rabia, pena, dolor, incomprensión, dejadez y otra vez, pena, mucha pena.

Había pasado la noche con su marido, un marido al que la bebida había destrozado, con el que su sufrimiento, sobre todo en los últimos diez años, superó toda su capacidad de resistencia, la violencia verbal, el maltrato psicológico, la incomprensión, todo había sido un desastre.

Se quedó adormilada, en aquella butaca de la habitación del hospital después de estar casi toda la noche despierta.

Miró a su marido y entonces comprendió, había muerto...

Solamente le dijo... idiota, idiota.

 

HACIENDO CONJETURAS, de Raquel Zaragoza.

Patricia estaba llorando cuando Tomás entró en la cocina…

─¿Qué te ocurre?

─Nada ─contestó con voz queda.

─Es porque olvidé nuestro aniversario, ¿verdad?

─No, eso ya está perdonado ─dijo gimoteando─: es que…

─Entonces, ¡lloras porque me han despedido! ─la interrumpió contrariado.

─Tampoco. Supongo que tú no tuviste la culpa ─respondió sin darse la vuelta.

─Ah, comprendo… Ya te han contado lo mío con tu amiga Luisa.

─¡¿Qué?!

Patricia, ciega por las lágrimas y la ira, dejó de cortar las malditas cebollas y, con el cuchillo en la mano, se giró y…

Dos días después…, al funeral de Tomás solo asistió una tal Luisa.

 

INDIGENTE, de Natividad Fernández.

Patricia estaba llorando, aferrada al respaldo del banco de madera que le servía de cama en aquel, parque, lloraba.

El carrito de compra donde guardaba todas sus pertenencias y que se había encontrado en aquel contenedor, ese carrito donde estaban sus mantas, su almohada, los periódicos que donde se envolvía para no tener frio en las duras noches de invierno, la poca comida que podía conseguir y esa heroína que hacía que no se volviese loca.

Esa noche iba a ser más dura que las demás, arrebujada en posición fetal, procuró no perder la poca vida que le quedaba.

Y gritó... Heroína

 

INVISIBILIDAD, de Paquita Márquez.

Patricia estaba llorando amargamente, sin lágrimas, por dentro. ¡Qué decepción había sufrido!

Aprovechando que todos estaban en la plaza celebrando la fiesta, pudo escaparse; quería sorprenderlos, pero solo se dieron cuenta de su presencia unas atrevidas hormigas empeñadas en meterse en las holguras de sus zapatos, una araña que se enganchó de sus greñas y el gato del vecino que, tras olisquearla, quiso saltar a sus brazos y se dio de bruces contra la pared que había detrás y se alejó bufando. Aburrida, volvió a su ataúd. Se entretendría arañando la madera, porque hay que ver cómo le habían crecido las uñas…

 

JOSEPHINE, de Ángela Sempere.

Patricia estaba llorando… Londres hubiese sido un buen destino para comenzar un nuevo camino en compañía del amor verdadero.

Ella miraba desde su sillón hacia el balcón, veía el puerto pesquero. Sus últimos cincuenta y tres años de vida giraban alrededor de esas bellas imágenes. Su mente libre, la retrotrajo al verano de 1980.

Dylán, le estaba prometiendo amor eterno a ella y sus tres hijos, lejos de allí. Patricia no atendió su corazón, le dejó ir. La vida pasa apresurada, con ochenta y siete años aún le recordaba.

Sus ojos lentamente se cerraron y con serenidad su alma partió al infinito.

 

LA ABUELA SE VA DE VIAJE, de María Ángeles Vaíllo

Patricia estaba llorando, me acerqué a su cama pensé que tenía una pesadilla.

¡Porqué lloras! Mamá lloro de la risa, la abuela me está haciendo cosquillas.

Patricia no digas tonterías, la abuela está en el hospital ¿mamá no la vez? Está en los pies de la cama, dice que se va de viaje y se pondrá la ropa de los domingos con los zapatos negros.

Me ha dicho que me quiere ver siempre sonriendo...ahora tengo sueño voy a dormir.

La madre está preocupada por la niña, suena el teléfono, diga, llamamos del hospital su madre acaba de fallecer… Patricia duerme plácidamente.

 

LA BRUJA BLANCA, de José Manuel del Río

Patricia estaba llorando. Cayó de rodillas. Extenuada. Sin más energía. Había sido su último y desesperado hechizo.

Su poder debía haber detenido esa barbarie invasora. Una cruel matanza, niños incluidos.

Ella era la última defensa. Por eso estaba allí. Por eso creían irracional y ciegamente en ella. Confianza total. La nueva bruja blanca la llamaban.

Y les había fallado.

Vivir con aquel legado de muertes no valía la pena…

El primer rayo de sol anunció el amanecer. La magia se activó. El ejército de fantasmas invasor se desvaneció en una bruma inofensiva.

Oyó lejanos gritos. De júbilo. Sus lágrimas acariciaban una incipiente sonrisa.

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