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16 MAY

CONCURSO DE MICROS 23-24 DE ALI I TRUC. QUINCENA XVI

Aquí tenéis los 26 relatos que empiezan con la frase «El otro día, sin venir a cuento me vino a la cabeza», comienzo del mutipremiado cómic de César Sebastián, "Ronson".

Con esta frase, inicio de la novela gráfica Ronson, de César Sebastián, deben comenzar los relatos de esta decimosexta quincena de la tercera temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de veintiséis relatos que os presentamos ordenados alfabéticamente a partir del primero recibido. Durante los días 17, 18 y 19 de mayo pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos. De estas votaciones, saldrá la terna finalista de la quincena, que conoceremos el próximo lunes 20 de mayo en Onda Cero Elche, y de la que César Sebastián decidirá el relato ganador.

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el resultado, desvelamos pidio y autoría de cada relato.

 

Relatos finalistas:

 

METAMORFOSIS EMOCIONAL, de Raquel Zaragoza.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza el cuento del gusano que se había enamorado de la rosa más hermosa del jardín. Se pasaba el día soñando con besar sus pétalos. Sin embargo, para aquella vanidosa flor él no era más que un bicho al que siempre rechazaba con sus punzantes espinas.

Pasó el tiempo y amaneció el día en que la oruga dejó de arrastrase, tras convertirse en mariposa. Aquella mañana, tan pronto como despegó sus coloridas alas, se fue volando hacia su amada rosa. Y cuando ya estaba a punto de besarla, la dejó con los estambres temblando… y eligió posarse sobre una margarita.

 

LOVE STORY, de Inmaculada Micó.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza el día que lo vi por primera vez. Fue un flechazo.

Después de mis últimos fracasos, la vida me ha dado un respiro. Creo que por fin he encontrado al amor de mi vida: es inteligente, divertido y solo tiene ojos para mí.

Me encantan nuestros paseos por la playa jugando como dos adolescentes o nuestros ratos acurrucados en el sofá viendo una “peli” y compartiendo palomitas. Cada día estoy deseando llegar a casa para estar con él.

Ahora estoy feliz y tranquila gracias a Pepo, mi perro.

 

Y relato elegido por César Sebastián como ganador de entre la terna finalista:

IMÁGENES, de Paquita Márquez.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza la imagen de la tarde que íbamos de la mano, de tu mano entonces pequeñita, cuando un coche grande y descontrolado venía hacia nosotros, nos embestía. Te di un empujón y caíste al suelo delante de mí, mientras el coche me aplastaba la pierna contra la pared justo a la altura donde había estado tu cabecita… Terminaste con un buen chichón, y yo con el fémur hecho polvo. No sé por qué pienso ahora en eso. Quizá porque estás luchando contra esa maldita enfermedad que no tiene cura y yo no puedo darte ese empujón que te salve…

 

El resto de relatos ordenados por orden alfabético a partir del primero recibido fueron:

EL REGRESO, de Felipe Tenenbaum

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza, literalmente, el resto de mi cuerpo (ese que hacía años que había huido de mí). Al principio, me costó reconocerme. Había engordado. Y medía más que aquella trágica tarde en la que decidimos divorciar nuestros destinos.

Y sin embargo, ¿qué duda cabía? Los mismo dos lunares sobre la costilla izquierda. La misma cicatriz que nos hicimos trepando aquel nogal del abuelo. El mismo cansancio infinito…

¿Por qué has vuelto? –pregunté.

No sé. Simple melancolía, supongo. ¿De qué sirve el desenfreno si no puedes echar una mirada soñadora a las estrellas? ¿Y tú? ¿Me añorabas?

Claro… estem… ¿podrías rascarme la nariz?

 

EL SOMBRERO CELESTINO, de Felipe Tenenbaum

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza un sombrero que revoloteaba por el parque. Yo estaba estirando las piernas por un sendero apartado cuando decidió anidar en mi calva. Intenté echarle mano para examinarlo pero me detuvo con un graznido áspero. Gutural.

—¡Nunca más! –parecía decir. Los curiosos comenzaron a rodearme. Entre ellos Laura, gran admiradora de Poe y amor imposible desde que tengo uso de razón. Jamás en veinte años siendo vecinos me había hablado y sin embargo, entonces dijo:

—¿He oído lo que creo que he oído?

Asentí con la cabeza, dejando que el sombrero se balanceara conmigo.

—¡Cásese conmigo, vecino!

Volví a asentir, alborozado.

 

ENTREVÍAS, de Lola Obrero.

—El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza. Desde entonces, no me lo saco de encima. Se trata de un pensamiento recurrente por el día. Por la noche, sin embargo, se convierte en una angustiosa pesadilla. Tengo miedo doctor.

—¿Qué es lo que la atormenta tanto? ¿Sabría describirme lo que sueña, lo que piensa… o ambas cosas?

—En realidad… no sé; bueno, sí… Sueño que voy en tren… sin rumbo… luego corro entrevías… sola… con una pregunta ardiéndome en los labios…

—¿Cuál es?

—¿Podemos tutearnos ya?

—Pues claro, querida, nos conocemos desde nuestro divorcio…

—Entonces… ¿Puedo pedirte que te cases conmigo… de nuevo?

 

FINALMENTE LLEGUÉ…, de Fernando M. García.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza cuando no conseguí llegar a tiempo para despedirme de él antes de morir. No fue un pensamiento obsesivo, pero de nuevo sentí ese pinchazo como cuando supe que no volvería a visitarle en su buró cada domingo por la tarde.

Hace años de aquello, sin embargo, todo permanece intacto tras su repentina “huida”: libros, vinilos y ese busto clásico de su admirado Mozart.

De repente, como poseído por una extraña fuerza, decidí escuchar en su butaca preferida, lo último que quizá escucharan sus oídos: el Requiem. Su emotiva “Lacrimosa” rayada se repetía incesantemente. Mis ojos interpretaron la música.

 

JORDI, de Francisco Eugenio Crespo.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza cómo mi esposa descubrió mi aventura: tiempo atrás Jordi vino desde Murcia a ponerme el aire acondicionado en casa. Era muy simpático. Horas hablando sin cesar estuvimos los dos mientras trabajaba.

Curioso fue que al día siguiente de terminar me mandó un audio. Se le escuchaba nervioso, diciéndome que le gustaría tomarse una cerveza conmigo, así como ser mi amigo. Me extrañó, porque vivo en Alicante. Se lo conté a mi esposa, y me dijo que quería algo conmigo. Años después descubrió mi ubicación en el móvil yendo a Murcia cuando le dije que iba a Valencia a trabajar…

 

LA BUQUITA, de Marcelo Celave.

El otro día, sin razón aparente, me vino a la cabeza la historia de una vaca muy peculiar. Quedaba embarazada de un burro y juntos tenían una «buquita». El cruce genético dio como resultado un ser de inteligencia excepcional. Gesticulaba y rebugía abogando por ¡la paz en el mundo! Cuando estalló el genocidio de Gaza, fue como escudo humano. Un misil la alcanzó, pero en lugar de morir, se multiplicó en miles de buquitas y cada una de ellas se reprodujo a su vez, extendiéndose como una onda de esperanza que detuvo la masacre sólo con su presencia pacífica. El ejército invasor hincó su rodilla ante las buquitas… Estaría bueno, ¿no?

 

LA INTUICIÓN, de Américo Fojo.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza la conversación que tuve con aquel hombre en el bar de Pepe.

¡Qué cosa extraña es la mente! Analiza, piensa y permite intuir cosas de una persona que ni siquiera conocemos.

Recuerdo que, casualmente, lo vi en la barra y me acerqué a él.

—Perdón que lo interrumpa, —le dije— me gusta adivinar la vida de otros y presumo que usted es una persona de carácter seguro, con un oficio arriesgado y peligroso; tal vez bombero o algo similar. Quizás será por la firmeza de su mandíbula, la convicción de su mirada, el casco, el hacha o la chaqueta ignífuga…

 

MINUTO DE GLORIA, de Inmaculada Micó.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza el día que maté a Mari Pili.

Nadie confiaba en que lo haría, pero me sentía segura y había soñado con eso tantas veces… Había llegado el momento.

Se plantó delante de mí con la seguridad de las triunfadoras. No me impresionó. Sentí que el mundo se paraba a mi alrededor y solo estábamos ella y yo. Así que la miré fijamente, tiré y le di.

Se desató la locura, claro. Por fin habíamos ganado un partido.

Todos necesitamos un minuto de gloria. Yo lo tuve ese día, el día que maté a Mari Pili.

 

NUEVA ERA, de Francisco Eugenio Crespo.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza las relaciones sexuales que se realizaban antiguamente. Lo había estudiado en los libros antiguos sobre la materia, y me había impresionado mucho. Ahora, en el 2241, ya no se tocaba a la pareja. Simplemente convivíamos juntos, hablando y realizando actividades a diario. Todas las enfermedades de transmisión sexual se habían erradicado. Los hijos se tienen “in vitro” y “a la carta”. Todo el mundo tenía en casa juguetes diversos que prometían ser mejor que la realidad antaño. Un día quise tocarle un pecho a mi novia, con su permiso. La Policía del Tocamiento me arrestó inmediatamente, previo aviso de ella…

 

PEDACITOS DE TI, de Fernando M. García.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza una canción de Antonio Orozco que diez años atrás ensayaba sin cesar para cantártela en el karaoke. La canción, pura filosofía, cuenta que estamos hechos de pedacitos de aquella persona de la que estamos enamorados. ¡Cuánta verdad! En realidad, ninguno somos nosotros mismos, sino un mero conjunto de retales de aquellos seres humanos que van pasando por nuestra vida dejándonos algunos de ellos los mejores trozos de sí mismos.

Aún hoy, aunque te fuiste, conservo en mí pedazos de esa vida tuya que me ibas regalando hasta ese día que decidiste que ya no querías darme más…

 

PERFUMES, de Mariam Vicente.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza el día que descubrí la colección de perfumes de mi abuela. Ella había fallecido hacía poco y yo ayudaba a mi madre a vaciar su casa. Y allí, en un estante, estaban las botellitas alineadas. Perfumes que le habíamos ido regalando, todos intactos. Y sobre la mesilla de noche, el frasquito casi agotado del aroma que siempre la envolvía, del que nunca supe el nombre.

Comprendí entonces su sonrisa vacía al recibir aquellos regalos de compromiso que le hacíamos sin saber lo que le gustaba. Algo tan personal como un perfume. Hubiera sido muy fácil sentarse un ratito a hablar.

 

RECUERDOS, de Francisco Eugenio Crespo.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza la época en la que los fumadores éramos iguales a los no fumadores. Compartíamos la calle, parques, terrazas, espacios deportivos … Todo ello cambió, allá por el 2039. Desde aquel año vivimos en reductos especiales para nosotros, sólo podemos fumar en casa, y no tenemos derecho a salud pública… Lo fácil hubiera sido renunciar al tabaco. Eso me sugería mi familia. Pero de eso nada, ¿de algo hay que morirse no? Ahora realmente estoy con la gente que quiero, con mis amigos. No echo de menos ni a mi familia ni aquel tiempo en el que no vivíamos en cuarentena…

 

REENCUENTRO, de Paquita Márquez.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza el momento en que recuperé a mi hijo. ¡Por fin pude respirar! Llevaba tiempo ahogándome. Pero ahora que vuelve a estar conmigo me consume la preocupación porque toda precaución es poca. Para que volviera tuve que esconderme y aprovechar la distracción de esa mujer que estaba con él en el parque. ¡Y cómo gritaba angustiada llamándolo por otro nombre! Ahora lo vigilo día y noche y, aunque llore, no salimos de este lugar aislado donde somos tan felices y de donde no puede salir y ahogarse en la piscina como la otra vez…

 

BIS, de Paquita Márquez.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza el cabreo del padre de Lola… Nos había pillado desnudos, en mi pequeño coche y en plena faena… Ella lloraba de vergüenza y yo no sabía cómo taparme las mías. ¡Cómo se puso! Parece que lo estoy oyendo:

—¡Pero qué hacéis, animales, que sois como animales dando rienda suelta a sus instintos! ¿No sabéis que hay algo que se llama control? ¡Y ahí, en plena calle, en el coche, que le dais a la palanca del freno y accidente seguro! ¡Insensatos, que sois unos desvergonzados insensatos! ¡Y Lola, que sepas que así viniste tú al mundo!

 

COMO UN GUSANILLO, de Lola Obrero.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza. Desde entonces no duermo, no como, no vivo. Yo creía haberla olvidado, pero qué va. Ha vuelto. La idea de escribir esa historia es como un gusanillo royéndome el cerebro, una culebrilla arrastrándose por mi mente, por mi conciencia… que me reclama, me acelera el pulso, me absorbe.

Vino a mí hace más de veinte años, casi por casualidad, de boca de una anciana… Yo estaba en otros menesteres.

Pero las historias recalan, hibernan, esperan a que sea el tiempo adecuado para salir a la luz, o mejor, para venir a la cabeza de una escritora con ganas de escribirlas.

 

DE FELIPE A PHILIP, de Fernando M. García.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza cómo me miraban cada mañana los ojos brillantes de mi gato Felipe, ese ser rubio que treinta años atrás silenciosamente subía a mi cama y como un padre responsable me despertaba a las siete en punto, restregándose su fría y jugosa nariz en la mía, y diciéndome: “¡ya es suficiente, holgazán!, ¡eres un ser humano, a trabajar!”.

Hoy volví a acordarme de él cuando mi hija me presentó a su último novio, un veinteañero rubio llamado Philip, holandés de mirada penetrante y leonina nariz. Algo de él me resultaba familiar… quizá sean los caprichos del karma.

 

DECISIÓN FIRME, de Inmaculada Micó.

El otro día, sin razón aparente, me vino a la cabeza el día que le dije NO a mi novio.

—¿Que no te quieres casar, Carmen? Pero si estamos bien y nos queremos, ¿qué ha pasado?

—Que no, que no. Que no quiero casarme. Quiero viajar, ver mundo, hacer cosas…

—¿Cómo que «hacer cosas»?

—Sí, hacer cosas…, no sé, cosas.

En realidad, sí había una razón para recordar ese día: vamos a celebrar las bodas de plata. Y en cuanto a lo de «hacer cosas»… ¡Uf! Desde luego, muchísimas. Veinticinco años dan para mucho.

 

DESIGUALDAD, de María Teresa Pérez.

El otro día, sin razón aparente me vino a La cabeza; si mi vida hubiese transcurrido distinta, en algún remoto lugar, donde la violencia lo abarca todo y el hambre azota los estómagos. Entendería mejor a aquellas personas que dejan a sus gentes; embarcándose en esos cayucos desvencijados, atravesando el mar; con la esperanza de vivir en un mundo mejor. Víctimas de las mafias, que les prometen trabajo a cambio de un dinero que no tienen, pensando que van al paraíso.

En muchas ocasiones, el paraíso acaba en el fondo del mar, en otras, en la prostitución; y los que logran salvarse, quizá, deportados a sitios peores de donde vinieron.

 

DESPEDIDA, de Margarita González.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza aquella escena. Al amanecer del día de Navidad un gorrioncillo entró por mi ventana, se posó en el suelo y paseó despacio moviendo su cabecita, como si hubiese venido a decir algo.

Yo miraba inmóvil; luego, despacio, me levanté del sillón, me acerqué a él y me agaché; el pajarito seguía ahí. Me atreví a tomarlo con suavidad en mis manos, fue un instante mágico; entonces se marchó volando en círculos hacia arriba.

No me había vuelto a acordar de su visita. Pero ese mismo día, horas más tarde, me avisaron: mi padre se había ido... al cielo.

 

EL CRUCERO, de Silvia Espina.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza el crucero en el que embarqué cuando visité Miami, el año pasado.

Durante el viaje, conocimos Nassau y Freeport; el resto del tiempo lo ocupé en recorrer la nave, visitar el gimnasio y disfrutar los menús de los distintos restaurantes.

Con ánimo de repetir la experiencia, consulté en internet las ofertas de la naviera, para contratar, precisamente, el mismo barco que resultó tan placentero.

Sorprendido y horrorizado vi que la nave ya no existía: se había esfumado en el Triángulo de las Bermudas hacía ya varios meses y en la lista de pasajeros desaparecidos, figuraba mi nombre…

 

EL DESCUIDO, de Felipe Tenenbaum.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza el número premiado de la lotería. Era el 44530. Lógicamente, me pasé toda la noche y la mitad del día siguiente elucubrando sobre la mejor manera de invertir mi inminente fortuna. Convencido de que una visión así de detallada y realista no podía ser falsa. Incluso seguía pensando cuando anunciaron por la tele que efectivamente el número ganador era el 44530. «¿Qué será finalmente?», dudaba: «¿Viaje alrededor del mundo a lo Phileas Fogg o mansión faraónica como el tío Gilito?» Cuando por fin tomé la decisión…, (¡me cachis!), caí en la cuenta de que aún no había comprado el billete.

 

EL HOMBRE QUE ODIABA LAS PLANTAS, de Marcelo Celave.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza el recuerdo de un sueño que tuve: un hombre que odiaba las plantas se moría. Fue incinerado y la casualidad —o el diablo— quiso que sus cenizas fueran vertidas en el hueco del tronco de un árbol centenario. Cuando la energía vital del hombre emergió del polvo grisáceo descubrió un mundo inimaginable dentro del árbol. Ante sí, caudalosos ríos de savia conectaban un inframundo vibrante de neutrinos, átomos, células en magnética comunión fotosintética. Las cenizas fueron cariñosamente invitadas a integrarse, pero se sintieron tan estúpidas y mediocres por su odio del pasado que desaparecieron avergonzadas entre los recovecos del tronco.

 

EL HOMBRECILLO DE LA LUNA, de María Teresa Pérez.

El otro día, sin razón aparente me vino a la cabeza un recuerdo de mi infancia; triste y alegre a la vez. Triste, porque aquellas personas ya no están en este mundo; alegre, porque fueron épocas felices donde aprendíamos muchas cosas de los mayores.

Recuerdo, todos sentados en la orilla del mar, cantando habaneras a la luz de la luna, en bañador y con los pies descalzos dentro del agua: intentando ver a un hombrecillo cargado con leña, en la cara de la luna. Eso era lo que las abuelas nos contaban. Nos esforzábamos buscando aquel hombrecillo que según decían, un día, la luna se lo llevó, por no portarse bien

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