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30 SEP

RELATOS I QUINCENA DEL CONCURSO

Estos son los 21 relatos que participan en la 1ª semana de nuestro concurso de micro.

A continuación, en orden alfabético a partir del primer relato que nos llegó, os ofrecemos los microcuentos que participan en la primera quincena de nuestro concurso. Os recordamos que eran relatos que debían comenzar con la primera frase del libro recomendado hace dos semanas en la sección que tenemos en Onda Cero Elche, que fue Queridos niños de David Trueba.

De aquí hasta el domingo 3 de octubre a las 14:00 podéis votar vuestros tres relatos favoritos con 3, 2 y 1 puntos y enviar esa puntuación a la dirección de correo david@aliitruc.es.

 

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el resultado, incluimos la autoría de cada relato y dejamos en primer luger los tres finalistas.

ABANDONADO, de Luisa Fernanda Escalada (TERCERA POSICIÓN).

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza, ciudad que yo no conocía ni tenía intención de visitar, pero mis compañeros de viaje lo decidieron por mí. Me sentí solo y desamparado hasta que la vi a ella, parada en el escaparate de una librería. Comencé a seguirla hasta que se encontró con un hombre y se fundieron en un abrazo. ¿Ese viene contigo?, preguntó él, señalándome. Sí, lleva un rato siguiéndome. ¡No me digas que no es un amor! ¿Por qué no nos lo quedamos? Parece un perro abandonado.

Él accedió y aquella tarde empecé a vivir la etapa más feliz de mi vida.

 

SUEÑO COMPARTIDO, de Américo Fojo (SEGUNDA POSICIÓN).

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza cuando me contrataron como director del museo de arte; digo empezaremos porque necesito compartir ese sueño para liberarme y poder dormir.

Angustiante, espeso, una pesadilla que se reitera noche a noche: son las mismas salas del museo pero los techos son altísimos y los cuadros, enormes, cuelgan a una altura vertiginosa; el público debe subir largas escaleras de caracol suspendidas en el aire para verlos, pero sus rostros están deformados en una mueca que recuerdan al Grito de Edvard Munch; así noche tras noche...

Doctor, por favor, ¿podría aflojarme un poco la camisa de fuerza, para seguir contándole mi sueño?

 

 

HASTA EL AÑO QUE VIENE, de Marcelo Celave. RELATO GANADOR.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza, hace 17 años. Era la primera vez que quedábamos de una forma planificada. Yo no tenía ningún compromiso, pero ella… estaba casada y triste.

Me costó convencerla a que diera aquel primer paso. Ella de Barcelona, yo de Madrid, quedaríamos en una ciudad intermedia: Zaragoza.

El día fue soñado, recorrimos las calles mojadas, los bares atiborrados y algunos tugurios oscuros y vacíos.

La noche nos encontró sentados frente a la chimenea del viejo hostal, contándonos nuestros secretos, fracasos y sueños imposibles.

Al día siguiente, temprano, nos despedimos.

-Adiós amor, hasta el año que viene a la misma hora en… Santander.

 

Y el resto de relatos participantes fueron:

 

EL APLOMO DE LAS NUBES, de Ismael Vives.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza, los franceses llevaban días sitiando la ciudad y los víveres comenzaban a escasear: las calles hedían a pólvora y pena y apenas se distinguían los escombros de los muertos, las flores de los fusiles.

Fue entonces, y sólo entonces, cuando caí en la cuenta de que hay ciertos plomos que sólo pueden las palabras.

Perdí la guerra, y cabalmente me retiré a mis aposentos.

 

EL GRAN MAL, de Pablo Crespo.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza:

La primera crisis me sacudió en la basílica del Pilar, que visitaba con mi hijo por primera vez. Matías quedó aterrado viéndome convulsionar por el suelo, retorciéndome y rompiendo el silencio del templo con mis alaridos. Pobre niño.

Después de esa vinieron otras, cada vez más violentas. Comencé a orinarme encima, y a cada nuevo ataque seguía una visita a urgencias, para coser las brechas que las caídas provocan en mi cabeza y en mi cara.

Matías quiere ser médico de mayor, para curar a su papá. Si no fuera por él, me arrojaría al río. Pobre de mí.

 

ELLA NUNCA MENTÍA, de Verónica Cano.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza. Mi madre sujetaba fuertemente mi mano, diciéndome que corriera para quedar “de los primeros.” Ella nunca mentía. Decía que el olor a pólvora procedía de un castillo de fuegos artificiales y que un gran número de visitantes había llegado en aviones internacionales. Quería que corriera, cada vez más rápido… ¡Que había que ganar! No escuchaba mi fatiga ni mi llanto infantil. ¡Yo quería ir a la fiesta! “Que no me embobara con esos enormes cohetes que daban la bienvenida a los ricachones, que eso no me importaba”, decía. Tenía 5 años y apenas terminaba agosto de 1936. Ella nunca mentía.

 

EN SINTONÍA, de Paquita Márquez.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza, cuando la Seño nos llevó a visitar el Museo de Papiroflexia. A la salida, junto a la puerta del edificio, el viejo que hace origamis con papeles de colores, extiende un paño en el suelo y ofrece sus creaciones a cambio de una moneda. Te mira atentamente y luego elige la figurita que tiene sintonía contigo. A Javier le ofreció un precioso avión plateado; a mí un cangrejo verde con una gran pinza naranja.

Desde hace tiempo, Javier se encarga de la ruta Madrid-Ámsterdam como comandante de vuelo.

Yo hoy, al peinarme, empiezo a perder mechones de pelo…

 

GRITOS AHOGADOS, de Verónica Cano.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza. Apenas llegábamos a la capital y todavía podía sentir la esencia de Belchite… Y su densa niebla. El Pueblo Viejo me había marcado la noche anterior, con su silencio fortuito y los gritos ahogados de sus víctimas. Tras más de 80 años, una cruz sigue intacta en un jardín, hoy en ruinas: un padre marcó el lugar exacto en el que enterró, envuelta en una sábana roída, a su hija adolescente, tras ser abatida por un soldado desde el Arco de la Villa. Tras la guerra, su cuerpo desapareció… Pero no la cruz, ni la niebla… Ni sus gritos ahogados.

 

LA VENGANZA, de Mariam Vicente.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza

¿Qué quiere que le cuente? Allí fue donde empezó todo. Ella estaba en la plaza del Pilar, sentada en la terraza de una pequeña cafetería. ¿Qué le podría decir de sus ojos color canela, o de su boca, rasgada en el rostro con una perfección imperfecta insuperable? Miraba absorta a la basílica, la mirada perdida en los sueños, luego, pronunció mi nombre, y yo creí morir. ¿Qué quiere que le diga, querido lector? Búsquela usted si quiere, ella me quiso matar en la página veinte y eso no se lo perdono a nadie. Justa fue la venganza.

 

PÉRDIDA, de Paquita Márquez.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza cuando estamos cruzando el Puente de Piedra camino de la misa dominical en la Basílica.

El sol, tras la tormenta, se refleja esplendoroso en los charcos dejados por la reciente lluvia. Salgo corriendo para chapotear, como de costumbre, sobre el más grande; el grito de mi madre no me frena, pero darme cuenta de golpe que llevo unos relucientes y preciosos zapatos nuevos, sí. Me asomo al charco y acerco la punta del zapato rozándolo apenas. Pequeñísimas olas hacen desaparecer mi imagen… y esa inocente y bendita inconsciencia de la niñez.

Aquella mañana, en Zaragoza, dejé de ser un crío.

 

SÍNTESIS DE UNA VIDA, de Silvia Espina.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza cuando una carta, cambiando el destino de su marido, cambió su mundo.

A partir de allí se trasladaron varias veces hasta asentarse en La Palma, un paraíso donde vivieron felices y criaron a sus hijos y nietos, rodeados de un bello jardín y una pequeña huerta que abastecía hasta a sus vecinos más cercanos.

Cuando las fuerzas del volcán se mostraron en su forma más brutal, ya estaba sola.

Le dieron quince minutos, pero los que vimos su sombra detrás de las cortinas, supimos que jamás saldría de allí.


TEJIENDO, de Ana Montesinos.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza y luego volveremos a la escena del crimen –dijo el Inspector.

Me negué a hablar, no recordaba nada de ese día, solo aquellas risas en la plaza del Pilar, música, baile y algún que otro canuto, pero de Rubén, ni idea. Lo habíamos dejado atrás al salir del bar inglés en el que estaba nuestra pandilla; pensé que se volvía al hotel. Alguien lo vio marchar con una mujer.

El Inspector insistía, llevábamos allí 24 horas y el agotamiento era notable.

Tarántula negra otra vez –farfulló uno de los investigadores–. Esto es cosa de ella.

Nos dejaron ir.

 

TOP SECRET, de Rosa García Panera.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza: saliste el primero y olvidaste la llave, me la encontré yo al irme y la metí en el bolsillo de mi chaqueta. Pasó todo el día y no me llamaste y yo olvidé esto porque el Hospital estaba a tope y tenía guardia. Ayer la llave cayó de mi chaqueta al suelo, Alberto la recogió y la miró. Me preguntó por qué tenía yo la llave del pisito que teníais unos cuantos en la ciudad. ¿Y tú por qué la conoces? Pregunté. Ayer durmió en el sofá, hoy hemos follado nada más despertar. Después de todo: tal para cual.

 

TORMENTA, de Ana Medina.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza. Íbamos camino a la basílica, cuando el cielo oscureció y una gran tormenta se precipito sobre la ciudad. Los relámpagos iluminaban el cielo, y a la mitad de la mañana se hizo completamente noche.

Seguimos el camino hasta llegar a la basílica, ya dentro, eran tal los estruendos que producían los relámpagos y los truenos, que solo cabía rezar a la virgen pidiendo su protección. De rodillas ante el altar, mirábamos la imagen suplicando.

La virgen con sus ojos puestos sobre nosotras, parecía decirnos «Les advertí de la tormenta, recen y agradezco la compañía de esta noche».

 

UN CONCURSANTE ES HALLADO EN EL ANDÉN, de Fernando Núñez.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza. Va de suyo que sabrá porque esta acá, ¿o prefiere que se lo comente? En fin, como veo que no va a hablar, paso a explicarle. ¿Quiere un cigarrillo? ¿Podría mirar estas fotos, por favor? ¿Le parece conocido? Pues a mí me recuerda mucho a su cara. Estación Delicias de Zaragoza, día treinta de septiembre. Lo sé porque tengo los videos del andén mientras ejecuta la acción por la que se lo denuncia. El problema que tengo es saber quién saco las fotos.

¿Sí? Antes de que entre sea quien sea, quiero hacerle una pregunta: ¿es aficionado a la literatura?

 

VOTA, de Rosa García Panera.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza: te dije que estuvieras a la hora y sobre todo que no hicieras tonterías, teniendo como tenías a los periodistas siempre detrás. Pero no escuchas y por eso apareciste en la prensa bebido y abrazado a aquella mujer. Aunque, bien pensado, gracias a los cotilleos nadie habló de tu Programa para la Mejora de las Políticas Activas. Quién entiende a los votantes.

 

A TRAVÉS DEL CRISTAL, de María José Peña.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza, ¿volverías de la mano conmigo?

Donde la distancia no existe y el tiempo no transcurre veloz e inexorable.

Donde hay vino y cerezas, no queda lejos el mar, de volver a empezar

Pensaba todo esto mientras oía el repicar de la lluvia en el cristal. Yo llevaba

Un vestido rojo y tú, tu sonrisa perfecta y perpetua con la que siempre me desarmabas. Noté entonces como una hoja caía en mi espalda y me hacía daño.

Pero de pronto sentí que ya no era la hoja , volvía a ser tu mano.


ATRACO SIN CONSECUENCIAS, de Ana Medina.

Empezaremos aquella mañana en Zaragoza. El puente que va camino a la basílica, estaba cubierto por una densa neblina. Una persona se acercaba de frente. Caminaba despacio con el cuello de la gabardina cubriéndole la garganta. Pasó a mi lado y de un tirón me arrebato la cartera. Aterrorizada me volví y eché a correr tratando de alcanzarlo, no lo logre, por lo que me vi obligada a venir a la comisaria y denunciar los hechos.

¡Como se le ocurrió salir tras el ladrón¡, eso es una acción peligrosa. ¿Que llevaba en la cartera?, pregunto el agente, sonrojada recordé, que solo llevaba clínex…

 

CUESTIÓN DE INSTINTOS, de Raquel Zaragoza.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza. Como cada doce de octubre, Olga acudió a rezar a la Basílica del Pilar.

Tan solo unos días después, por los aledaños de su aldea, encontró a un recién nacido abandonado entre unos matorrales. En cuanto lo tomó en sus brazos, sintió que era suyo. ¡La Virgen había escuchado sus plegarías!

Con instinto maternal, Olga crio a Tomy como si fuera su hijo. El cachorro nunca llegó a identificarse con un perro. Su instinto le decía que él era un lobo.

Solo debía esperar a que el rebaño regresara de la «invernada».

 

DOLORES DE GUERRA, de Raquel Sepulcre.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza. Caesaraugusta despertaba entre repiques y traquetear de carretas mientas César Augusto se encaminaba a su villa. No hacía mucho en la última contienda Marco Antonio ya se lo había comentado y estaba nervioso, era preciso tomar cartas en el asunto.

No lo podía evitar, una aguda punzada en el hígado lo dejaba sin aliento como tantas otras veces cuando el coraje lo abandonaba y se aferraba a sobrevivir ocultándose para seguir con vida. Sutil estrategia y cobardía. Pero Marco Antonio lo esperaba en sus aposentos y no existiría misericordia y a sus cuarenta años curó su falta de coraje.

 

EFECTOS SECUNDARIOS, de Paquita Márquez.

Empezaremos por aquella mañana en Zaragoza en la que una capa de niebla espesa se extendió por el espejo y mi cara se fue borrando hasta desaparecer por completo. Traté de achinar los ojos para poder enfocar y nada: mi cara, mi cuerpo, mi yo entero, habían desaparecido. Asustado, salí a la escalera y llamé por su nombre al vecino que bajaba, pero me ignoró. Aterrorizado, traté de serenarme y pensar… ¿qué había ocurrido anoche? Recordaba un tremendo dolor de cabeza y la búsqueda de un fármaco que lo aliviara. Allí estaban las píldoras que todo lo quitan: dolores, espasmos, angustias, vida… ¡todo!

Pero provocan pesadillas.

 

 

 

 

 

 

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