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03 FEB

RELATOS IX QUINCENA DEL CONCURSO ALI I TRUC

Estos son los 15 relatos que participan en la 9ª quincena de nuestro concurso de micro, que han de comenzar con la frase «La ‘Muntagna’ se había despertado esa mañana», de la novela 'Arena negra' de Cristina Cassar Scalia.

A continuación, en orden alfabético a partir del primer relato que nos llegó, os ofrecemos los microcuentos que participan en la novena quincena de nuestro concurso. Os recordamos que eran relatos que debían comenzar con la primera frase del libro Arena negra de Cristina Cassar Scalia.

Podéis votar  hasta el domingo 6 de febrero a las 20:00 enviando a la dirección de correo david@aliitruc.es vuestros tres relatos favoritos con 3, 2 y 1 puntos.

 

ACTUALIZACIÓN: Después de la votación, doy a conocer la autoría de los relatos y cómo queda el podio, que también hemos podido escuchar en Onda Cero Elche (AQUÍ el enlace).

En tercer lugar, con 6 puntos:

FUEGO INTERIOR, de Paquita Márquez.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana blanca y brillante de escarcha. Tiritaba. Olvidó cubrirse del manto de nubes cálidas que casi siempre la cobijan, y la escarcha había hecho de las suyas, quemando de frío las hierbas y helando los brotes de las campánulas de invierno que colorean durante el día la solana de la ladera sur.  Muchos pajarillos habrán muerto esta noche de frío y los pequeños roedores no saldrán hoy de sus cálidas madrigueras. Pero… gracias a ella, a esa brillante y helada escarcha, podrá atemperar su ardiente corazón y darle al pueblo que mira al mar, rendido a sus pies, una nueva tregua…

 

La plata, con 7 puntos:

PROTAGONISMO, de Paquita Márquez.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana con ganas de hacerse notar; estaba cansada de pasar desapercibida, casi difuminada al fondo del cuadro de ese niño a caballo, que, por muy príncipe que fuera, parecía un muñeco debajo de un enorme sombrero negro, montado a horcajadas en un caballo gordinflón y melenudo. Diego la había pintado de ese azulón desvaído que apenas destacaba contra un cielo blanquecino preñado de nubes.

Pero hoy los visitantes de El Prado se arremolinan absortos ante el retrato de Baltasar Carlos, pendientes de ese enorme penacho de humo que sale de su cumbre y se va extendiendo sigiloso por toda la sala.

 

Y en primer lugar, con 9 puntos:

¿HAS VISTO A LA PRIMAVERA?, de Mª Ángeles Vaíllo.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana contando sus penas al viento: estoy cansada del invierno, decía, tengo los cabellos blancos, las cascadas congeladas, no veo pájaros en las ramas.

Dime viento, ¿has visto a la primavera? Sí, la he visto por las veredas, viene cuajada de flores, hace un rato hablé con ella… me ha dicho que te dijera que bordaría tu falda con campanillas y hierba, trae rayos de sol de los que no queman, y perfumará tus laderas de cantueso, tomillo, romero, azahar y hierbabuena.

El viento se fue volando y la muntagna quedó soñando nidos y hojas frescas.

 

El resto de relatos:

EL CORSO, de Daniel Farré.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana por partes.

Primero la consciencia. Luego, la capacidad de razonamiento.  Recién después, cierta regulación de sensaciones y sentimientos.  Algo más para tener dominio muscular del cuerpo.

El corso fue consciente de su pasado, y de sus actos recientes.

No dudó en relacionar el crujir de las bisagras con la larga lista de enemigos sedientos de revancha.

Sintió fragilidad ante la falta de control de su cuerpo entrenado, y reconoció el miedo por primera vez en su vida.

¡Lástima! Si tan sólo se hubiera podido mover diez segundos antes…


 

LA FLOR DEL INFIERNO, de Fina Martínez Lozoya.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana, haciendo rugir y temblar la tierra, se abrían fisuras en ella, los habitantes abandonaban sus casas con el miedo pegado en los talones y las escasas pertenencias que les había dado tiempo a cargar en sus vehículos, se alejaban del lugar donde habían labrado toda una vida, arruinando sueños, anhelos y esperanzas, sin saber si podrían volver.

Periodistas de todo el mundo se trasladaban al lugar viendo como cada día, la furia estallaba con su rojo fuego incandescente, lanzando su lengua devastadora de magma, fueron días muy duros.

Desde entonces ‘la Muntagna’ pasó a llamarse ‘La flor del infierno’.

 

MI AMIGA, LA MONTAÑA, de Marcelo Celave.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana más brillante que nunca. Recuerdo cada momento de aquel frío día de 1943. Los alemanes marchándose de Córcega con la mirada extraviada, la cabeza gacha. Yo, con 19 años, abrazándome a mis camaradas y elevando mi pesado rifle al cielo.

Lástima no haber visto aquel alemán desquiciado, que tuvo un último acto de odio ante mi júbilo. La bala me atravesó la espalda entre la cuarta y quinta vértebra.

Desde entonces, inmóvil en mi lecho, solo vivo para intercambiar miradas a través de la ventana con el único testigo de aquella gesta.

—El desayuno abuelo: ¡fighjate com'è bella a muntagna!

 

MORADA DE DIOSES, de Mariam Vicente.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana agitada por un leve seísmo. Una nube de livianas cenizas se agitaba suavemente y se iba posando en la ladera, oscureciendo la primavera y enturbiando los contornos.

A pesar de eso, la tranquilidad reinaba a esa temprana hora en torno al volcán.

Una figura difuminada se atisbaba ascendiendo despacio. Respiraba con dificultad a causa de la pendiente empinada, tenía los ojos nublados y portaba un pequeño cofre. Dentro, unas cenizas más negras que las que brotaban del hogar de los dioses, y que no tardarían en dormir con ellos.

Como una diva, su amada reposaría en su última morada.

 

PRIMER BAÑO DEL AÑO, de Carolina Vicente.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana. Siempre intentábamos ser lo más silenciosos posible cuando pasábamos a su lado, pero nuestra emoción incontenible por comenzar al fin las vacaciones de verano nos delató. Sus ojos, rojos del sueño, se clavaron en nosotros. Se levantó sobre sus grandes patas traseras y echó a correr detrás nuestra. «¡Al río, al río!» gritábamos frenéticos. El monstruo, cuya misión en la vida consistía en cuidar a nuestro huraño vecino, hubo de detenerse inevitablemente cuando el agua le salpicó en los morros. Decepcionado, volvió a echarse a la sombra, ignorando ahora a los alegres chiquillos que chapoteaban bajo el sol.

 

REPARTO DE TAREAS, de Marcelo Celave.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana peleona. Yo la llamo así cada vez que discutimos porque sé que no le gusta.

—Alfredo, te he dicho mil veces que laves las tazas de café.

—Pero bueno Muntagna, ¿te vas a fijar en eso cuando hago las compras, limpio los baños y paso la aspiradora, casi cada día?

—¡No tiene nada que ver! Cada uno tiene asignadas unas tareas. ¡Y las tazas son tuyas, cullons!

Así se fue a trabajar, evitando mirarme y balbuceando improperios.

Sonreí, porque sabía que por la noche nos esperaba la única tarea común y esa la hacemos muy bien mi ‘Muntagna’ y yo.

 

SEISCIENTOS SESENTA Y SEIS, de Raquel Zaragoza.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana cubierta de nieve; tan fría e inhóspita como en la era glaciar.

Seiscientos sesenta y seis, ¡solo llegaron 666! Los más poderosos, los más ricos, los más inhumanos… Antes de abandonar en sus naves el planeta interfecto, acudieron a los pies de la regia montaña para despedirse y pedir su bendición. Ella quiso perdonarles, pero su aliento era tan gélido que al bendecirles les congeló.

Tiempo después vino el deshielo… Y reinaron las aguas… Hasta que, llena de vida, emergió de nuevo la regia `Muntagna´.

 

YO TENÍA RAZÓN, de Mari Bastida.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana feroz y destructiva, yo sabía que era un dragón.

En aquellos viajes en familia varios lustros atrás, me evadía del largo y aburrido trayecto a través de la ventanilla del ochocientos cincuenta amarillo.

Mi imaginación infantil fantaseaba con los kilómetros de sierra que adornaban el paisaje, convencida de que eran dragones dormidos bajo las rocas, papá nos protegería con su espada mágica de posibles ataques.

Este último verano, movimientos subterráneos interrumpieron el letargo de uno de ellos.

Enfurecido, vomitó ríos incandescentes que se desbordaron por la ladera arrasando todo a su paso.

Al final, el tiempo me dio la razón.

 

CONCATENACIONES, de Paquita Márquez.

La montaña se había despertado esa mañana temblando y vomitando lava; la pandemia, seguía empeñada en marcar récords; la nueva guerra fría entre los de siempre se calentaba por momentos, y amenazaba con incendiar el planeta; una ola de frío estaba haciendo tiritar al hemisferio Norte, mientras los tifones y desbordamientos inundaban de lodo el hemisferio Sur; la energía, marcando precios estratosféricos; la economía, sin levantar cabeza; yo instalado en el ERTE; son ya las cuatro de la mañana y mi mujer no deja de roncar ¡Esto es un sin vivir!

 

¿DÓNDE ESTÁ MI VIRGULILLA?, de Mari Bastida.

La ‘Muntagna’ se había despertado esa mañana imponente y majestuosa, pero se sintió rara, algo le faltaba.

¿Acaso no era lo que siempre había creído ser?

En la región de las “muntagnas” no existe la virgulilla, no importa, ella sabe lo que es.

La que sonríe con las nubes cuando van a saludarla, la primera en recibir al Sol por las mañanas y la que despide con la aurora a las estrellas rezagadas.

Es la altiva silueta que seduce a los pintores, el faro de los valles que vigila con su eterna mirada.

Es embrujo y es misterio, es la musa que me habla.

 

EL BAILE, de Silvia Espina.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana con todo el brillo que se esperaba de ella. El sol radiante, los árboles húmedos de rocío y las flores perfumando por doquier. En los salones el ajetreo era intenso, la fiesta de esa noche sería inolvidable.

Nos veríamos allí, quince años después; siempre habíamos estado enamorados pero la vida nos apartó.

El encuentro fue mágico, risas, recuerdos, un aura misteriosa nos rodeaba; nos vimos igual que antaño. Y llegó el momento que tanto nos unía, el abrazo que acrecentaba el amor y el deseo; nuestra música sonó embriagante pero…entonces caí en la cuenta que no era él…¡¡¡no sabía bailar!!!

 

ESCALADA, de Américo Fojo.

La 'Muntagna' se había despertado esa mañana con un falso y engañoso resplandor de primavera, una brisa perfumada de flores azules y el llamado susurrante de un pájaro oscuro.

Confiado, le creí.

En la cima me mostró su verdadero ser: áspero y gris, piedra desnuda sin flores ni trinos; rostro de nieblas ocultando el cielo y la luz del mar.

Yo había estado aquí antes pero no recordaba cuando ni porqué; quizás en otra vida, con otro nombre y como un reptil que muerde su propia cola en un infinito retorno, estaba cumpliendo mi destino…y ese fue el momento en el que el suelo comenzó a trepidar.

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