Blog

09 DIC

RELATOS V QUINCENA DEL CONCURSO ALI I TRUC

Estos son los 21 relatos que participan en la 5ª semana de nuestro concurso de micro, que han de comenzar con la frase «Normalmente las historias nunca empiezan por el final».

A continuación, en orden alfabético a partir del primer relato que nos llegó, os ofrecemos los microcuentos que participan en la quinta quincena de nuestro concurso. Os recordamos que eran relatos que debían comenzar con la primera frase del libro recomendado hace dos semanas en la sección que tenemos en Onda Cero Elche, que fue La historia de la nostalgia de Natàlia Romaní..

Podéis votar  hasta el domingo 12 de diciembre a las 14:00 enviando a la dirección de correo david@aliitruc.es vuestros tres relatos favoritos con 3, 2 y 1 puntos.

 

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el veredicto, desvelamos la autoría de cada relato, asi como la obra ganadora y las finalistas

FINALISTAS:

ADOLESCENCIA, de Paquita Márquez.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, pero daría lo que fuera porque esta volviera a empezar. Que volvieras a cogerte de mi mano, que me pidieras jugar contigo, que me vieras como a tu mejor heroína, que lloraras porque no quieres comerte el brócoli, que me regalaras dibujos para la nevera y alhajas de macarrones en mi cumpleaños, que me despertaran tus pesadillas infantiles en lugar de este desasosiego de imaginarte haciendo el tonto en la madrugada del sábado noche.

Ahora, que ya apenas hablamos, que solo discutimos, ¡lo que daría porque volvieras a pedirme que te cuente un cuento…!

 

SI YO ME FUERA MAÑANA, de Fina Martínez Lozoya.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, pero si yo me fuera mañana quiero pediros que logréis que mi esencia sea libre, cuando esparzáis trocitos de mi al aire, para que se cumplan mis deseos.

Podré ser la huella despistada y la sombra del escaparate de una tienda probándome

sus ropas.

Seré la quieta imagen de una estrella perdida en el remanso de la noche, volaré

para esquivar mis pesadillas.

Seré la letra cursiva con sinónimos y antónimos, mis gestos tristes o risueños

deambulando por el paraíso.

Acompañaré en el canto a los ruiseñores y me iré feliz guardando mis vivencias

en mi repleta maleta.

 

GANADOR

SIN HILO NI AGUJA, de Paquita Márquez.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, pero es que por fin he conseguido lo que quería. Terminé un trabajo perfecto. Deseché epítetos y adverbios con sufijos -mente, elegí con esmero el género adecuado, busqué el hilo conductor más dúctil, engarcé en él las palabras justas y precisas, afiancé la trama con acciones rotundas, zurcí con cuidado los conflictos que hacían aguas, uní piezas con costuras invisibles, recorté con certeros tijeretazos lo que sobraba y rematé el trabajo con un final de infarto. Lo bordé. Tras años de aprendizaje, he conseguido el título de «Tejedora de Historias». Cum laude.

 

El resto de relatos:

AYYY... LOS SERES HUMANOS, de Marcelo Celave.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, pero esta vez será por el momento previo al final…

Reunión de alto nivel en Beijing; todas las energías áulicas reunidas y <>:

Pero ¿Él querrá seguir viviendo? El Universo lleva ya 50.000 millones de años y, según lo que sabemos, está cansado, indiferente, ¡decepcionado! Y ha deslizado seriamente su intención de morir.

¡Que no puede, joder! ¡Que lo necesitamos! La gente debe seguir pensando que todo esto es obra de Él. Y así seguimos mandoneando los de siempre… ¿comprendes?

Hablaré con Él, a ver qué opina… pero no lo subestimemos; Dios furioso todavía puede acabar con todo…

 

BUSCANDO PISTAS, de Paquita Márquez.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, pero el final de esta es que Olalla ha desaparecido de verdad. Hace días dijo que se marchaba porque los extraterrestres la estaban llamando y no quería defraudarlos.

¡Qué cruz!—exclamó la madre.

¡Ojalá fuera verdad y se la llevaran una buena temporada!—se lamenta el padre—. Por fin podríamos descansar de tanta tontería.

¡No caerá esa breva!—apostilla el hermano.

Pero hace cuatro días que desapareció y ahora todos miran al cielo buscando alguna señal sospechosa…

 

CARLOS Y ALICIA, de Ana Medina.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final. Si en esta hubiera sucedido de esa manera la cosa sería distinta. Carlos y Alicia se amaban locamente, habían estado años y años de novios hasta que por fin se casaron. Ella no lo podía creer, al fin se convenció de que se había casado con el hombre más guapo y rico del pueblo. Lo que ignoraba Alicia es que en el matrimonio las cosas triviales no tienen mayor importancia. Tantos años de novios para separarse a los tres meses. Comentaba la gente:

«La felicidad y el duelo casi juntos».

 

CIUDAD IDEAL, de Mari Bastida.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final

Esta historia, sí empieza por el final.

«Ciudad Ideal» abría sus puertas a los elegidos.

Un lugar donde se proporcionaba lo necesario para vivir sin preocuparse de nada.

Los afortunados ignoraban de dónde provenía aquel maná caído del cielo, tanta abundancia había anulado cualquier atisbo de recelo.

Con el tiempo, los recursos se agotaron.

El «paraíso» se convirtió en un caos, una trampa sin escapatoria.

El «idílico vergel», era en realidad un gran laboratorio construido por autómatas, una fábrica de conservas con las que saciar al siguiente grupo de incautos.

De nuevo...

«Ciudad Ideal», abría sus puertas a los elegidos.

 

DESPERTAR ABRUPTO, de Marcelo Celave.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final y cuando así ocurre, implican un despertar abrupto, un estallido de la inocencia.

Contemplo tu rostro macilento, relajado, de alguien que hizo las cosas bien y se marcha satisfecho.

Y al lado del féretro, de pie, nervioso y angustiado, veo a este joven que acabo de conocer y es tu viva imagen a nuestros 25 años.

¿Cómo fuiste capaz de ocultarme algo así? Me siento tan vacía y excluida de ese comienzo de historia que imagino excitante y culpable, lleno de pensamientos que huirían de nuestra cama hacia otro lugar.

¡Pero no! No quiero reconstruir principios. Este autobús termina aquí.

 

EL CAFELITO DE LA MAÑANA, de Silvia Espina.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, pero no hablemos de principios ni de finales sino de la conclusión de la historia de hoy: ella encarcelada y el hombre recobrándose.

Jamás desconfió de su joven y guapa mujer que lo tenía cautivado: florecía, dirigía y dominaba su casa y sus negocios mientras él, presa de una enfermedad inexplicable, decaía precipitadamente. Las visitas al hospital eran frecuentes y no lograban diagnosticar su mal.

Un día y por casualidad, estando en la consulta con su especialista, entró a la sala otro médico y clavándoles la mirada les soltó: ¡hombre, me parece que a tu paciente lo están envenenando!

 

EL FIN DEL CAMINO, de Raquel Zaragoza.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, pero la imagen de mi madre emergiendo entre la niebla es lo último que recuerdo.

Después de cinco horas conduciendo de noche, empezaron a escocerme los ojos. Necesitaba descansar y no lo hice, faltaba tan poco para llegar a casa…

Un jabalí debió cruzarse en mi camino; el impacto fue brutal, giré bruscamente el volante, y dando tumbos choqué contra un árbol.

No tuve miedo, la llamada de mi madre me estuvo acompañando hasta que unas estridentes sirenas apagaron su voz.

Ya es tarde —comentó un sanitario—, otro que se ha dormido en la carretera.

 

EL LAGO DE LOS CISNES, de Raquel Zaragoza.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, sin embargo, la mía comenzaba poco después del cuarto y último acto; cuando la música de Tchaikovski había dejado de sonar, cuando ya solo escuchaba aplausos y mi corazón latiendo sobre un escenario irreal…

Consciente de que le llegaba el turno a la pequeña Marisa, me apresuré a retocarme el tutú, el moño y el tocado de plumas. Luego, sin perder la sonrisa, me puse de puntillas y empecé a girar en mi cajita de música…

Y fue entonces cuando aquella niña, paralítica, también pudo soñar.

 

ELLA, de Mariam Vicente.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, salvo cuando este cierra un círculo.

Y en el centro siempre ella, perfecta, la única, mi compañera, mi gran amor.

Ella, que ha llenado los huecos para que no se noten las ausencias.

Ella, que aún parecía sentirme, aunque su mente caminara de la mano del olvido.

No pretendo defenderme, pero quiero contar el principio para que se entienda el final, porque este solo anunciará: «anciano, enfermo terminal, mata a su esposa demente y ciega»

Ella me rogó que nunca la dejara sola. Y con dolor cumplí.

Ahora vuelvo al principio.

Porque el principio era ella, mi vida era ella.

 

EN EL JUZGADO, de Guillermo Cruz.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final pero, el final es que estoy aquí, confesando mi inevitable delito:

La verdad, no lo vi venir y cuando me amenazó con la navaja, ya era tarde.

«¡¡Quédate quieta que nos vamos a divertir!!»

«¡Espera…hago lo que tú quieras…pero no me lastimes…!»

Pero sólo con ver sus ojos, me di cuenta que era mi terror lo que lo excitaba.

«¡¡Harás lo que yo quiera y te irás cuando yo diga!!»

Cuando intentaba defenderme protegiéndome con mi bolso de piel, recordé que en su interior llevaba las largas agujas de acero que uso para tejer.

 

EN RETROCESO, de Américo Fojo.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, pero si miráramos atrás, hacia el tiempo que pasó… ¿la vida nos daría otra oportunidad?

Veríamos nuestra existencia al revés, a la inversa, como un rio que regresa a sus fuentes, una cascada donde el agua asciende hacia la cima, un ave que retrocede en vuelo hacia la roca que abandonó buscando el mar.

Tal vez descubrir que los bloques de piedra comienzan a moverse, liberándose del matorral que los oculta… se cimentan buscando su antiguo fundamento, alzando un muro circular, una alta torre almenada… altura desde la que salté al vacío… hace mucho, mucho tiempo.

 

FALSAS ILUSIONES, de África Estrella.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final. Ella se hizo muchas ilusiones de como acabaría esa relación tan bonita que estaba viviendo: se casaría, tendría hijos, formaría una familia, pero no contaba con otras cosas. Habían hablado poco de ellos mismos. Y cuando él le comentó que estaba casado se llevó una desilusión. La historia debía haber comenzado por ahí.

 

FINAL, de Ana Montesinos.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final. Aunque hay finales que son un buen comienzo.

Fariha, mi madre, gritó mi nombre en su último aliento, despedazada por el dolor y luchando como una fiera que protege a su cachorro; pero no consiguió evitar mi rapto. A partir de aquí, 2 años de trabajos forzados, explotación, maltrato, soledad, hambre y miedo.

La última rúbrica había llegado, mi cansancio ya no la esperaba. Acabó mi suplicio en aquel frío país.

Un pequeño pueblo de la cálida costa mediterránea me ansiaba, Juan y Sara también.

Mi vida empezó por el final de una ya lejana historia.

 

HISTORIAS ENCADENADAS, de Raquel Zaragoza.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final. Sin embargo, al igual que en los certámenes de relatos encadenados, la vida es una sucesión de etapas eslabonadas por sus extremos.

 

PEQUEÑAS COSAS, de Ana Medina.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final. Me levanté y salí dejándolo solo. No podía seguir escuchando sus palabras, que con la intención de no lastimarme repetía una y otra vez. En la calle, tratando de contener las lágrimas me alejé rápidamente. El me siguió entre el tumulto de vías que cruzaban el centro de la ciudad. Mi paso apurado se perdió calle abajo, pero no evitó que oyera su voz llamándome. Me alcanzó y pasó su mano por mi cintura. Ese insignificante gesto me hizo comprender que aún nos amábamos, y el camino que quedaba lo recorreríamos juntos hasta el final.

 

RECUERDOS DORMIDOS, de Mª Ángeles Vaíllo.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final. En una caja de latón guardo historias, que con el paso de los años quedaron dormidas…

Hoy despertó la infancia. Amanece una mañana con la luz de todos los azules, campanas al vuelo, flores en las ventanas, música en las calles.

Las madres y las abuelas hacen dulces en sus casas, y llevan al horno sobre sus cabezas las llandas, las callejas y las plazas huelen a canela y manteca.

De domingo visten las niñas, con falditas plisadas y camisas bordadas, los niños pantalones blancos y camisas azuladas. ”Son las fiestas del pueblo” y pasea la infancia por la calzada.



VIDAS DIFERENTES, de Martina Arreaza.

Normalmente, las historias nunca empiezan por el final. Con tu última expiración , comenzó mentalmente mi óbito, lenta pero inexorable; nunca más logré ser yo.

Siempre creí, que eras indestructible, segura de ti, autónoma, tan sana de cuerpo… Jamás pensé lo que ocurriría . Nuestra pequeña familia siempre estuvo pendiente de ti, y a pesar de toda mi dedicación; siempre me quedará el dolor de no hacerlo mejor. Nunca pude: eramos tan diferentes… y a la vez había tanto amor, que sólo en el instante final lo entendí todo.

Pero la vida no suele dar una segunda oportunidad para rectificar. A partir de ahí, comenzó mi propia historia.


ATRAPADA, de Mari Bastida.

Normalmente las historias nunca empiezan por el final, todas tienen un comienzo.

Sentado, junto a la cristalera del local, podía verla en la boutique de enfrente.

Estaba radiante.

Llevaba un vestido azul eléctrico que realzaba su impresionante figura y hacía juego con el color de sus ojos.

Ella también lo miraba mostrándose receptiva.

Aquel día, armado de valor, decidió esperar al cierre de la tienda.

Necesitaba declararle su amor incondicional, no soportaba vivir sin tenerla a su lado.

Se apagaron las luces, pero no pudo salir, estaba atrapada en el escaparate, inerte, con la mirada ausente.

Desconcertado, creyó ver rodar una lágrima por su bello rostro de porcelana.

Volver