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06 ENE

RELATOS VII QUINCENA DEL CONCURSO ALI I TRUC

Estos son los 19 relatos que participan en la 7ª quincena de nuestro concurso de micro, que han de comenzar con la frase «Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños».

A continuación, en orden alfabético a partir del primer relato que nos llegó, os ofrecemos los microcuentos que participan en la quinta quincena de nuestro concurso. Os recordamos que eran relatos que debían comenzar con la primera frase del libro recomendado hace dos semanas en la sección que tenemos en Onda Cero Elche, que fue El método Catanalotti de Andrea Camilleri.

Podéis votar  hasta el domingo 9 de enero a las 20:00 enviando a la dirección de correo david@aliitruc.es vuestros tres relatos favoritos con 3, 2 y 1 puntos.

 

Actualización: Una cez conocido el resultado, dejamos en primer lugar el podio y desvelamos la autoría de las disstintas obras.

 

En tercera posición:

ENFADO, de Américo Fojo.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños, con sus armas abandonadas sobre la hierba y quejándose en alta voz:

«¡De qué me sirve ser Lancelot del Lago, el defensor de Camelot, el más valiente caballero del Rey Arturo y el preferido de la Reina Ginebra…!»

«¡¡¡ de qué me sirve…si ni siquiera me invitan a la cena de Nochevieja en la Mesa Redonda…!!!»

 

En segunda posición:

LOS REYES MAGOS, de Raquel Zaragoza.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños. La casa de mis abuelos fue el lugar donde disfruté de todas mis vacaciones escolares.

Siempre fui un niño curioso, me gustaba investigarlo todo. Con solo cinco años di con la guarida del «Ratoncito Pérez». Dos años después, encontré una caja las cartas perfumadas, que mi abuela le ocultaba al abuelo, ¡la que se armó! Poco después, durante unas vacaciones navideñas, estuve espiando durante horas; quería verles las caras a los Reyes Magos.

¡Les descubrí! No perdí la vista, como me habían advertido, pero la curiosidad y la ilusión desaparecieron.

 

Y en primera posición:

DESEO CUMPLIDO, de Paquita Márquez.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños, cuando descubrió aquel trébol de cuatro hojas. ¡Hoy era sin duda su día de suerte!: el agua de la ducha, caliente; el café, recién hecho; el bollito, crujiente… Algo impensable en el albergue de los sin techo. Con infinita esperanza cortó el trébol y, al instante, montones de raíces y tallos empezaron a enredarse entre sus dedos y su mano se transformó en arbusto. Quiso sacudírselo y no pudo. Horrorizado, pretendió huir, pero las raíces lo habían anclado al suelo y su cuerpo se estaba convirtiendo en tronco. De golpe recordó su más ferviente deseo: «echar raíces en algún lugar».

 

EL PROBLEMA, de Rafaela Escudero Martínez.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños. Ángel se acercó al bulto que su perro olfateaba nervioso, con la certeza de que ese fardo no debería estar ahí y que le traería problemas. No había nadie. Lo cogió y se fue a casa.

Durante meses estuvo pensando qué hacer con él. Dudando entre la moral y la codicia.

Ganó la codicia.

Pasaron los años.

Una mañana mientras tomaba café en el bar del pueblo, alguien se le acercó y le dijo susurrante al oído —Tienes algo que me pertenece.

Todo se volvió negro a su alrededor.

 

EL REENCUENTRO, de Mari Bastida.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños, allí escuchaba de nuevo su voz.

De alguna manera, el eco había conseguido viajar a través del tiempo y quedar suspendido entre las frondosas ramas que le susurraban cuánto la necesitaba.

Quizás es cierto que se puede curvar el espacio y viajar a través de túneles que conectan el pasado con el presente.

¿Podría hacerse a la inversa?

Sólo deseaba atravesar el pasadizo, reunirse con él, entrelazar las manos como antaño y pasear bajo los castaños.

Al fin había encontrado la senda, no le haría esperar más.

En la curva del barranco, cerraría los ojos y pisaría fuerte el acelerador.


LA ESPERA INTERMINABLE, de Martina Arreaza.

Se encontraba en un claro delante de un bosquecillo de castaños. Era el lugar perfecto dónde descargar mis emociones.

Anoche le esperé durante horas en posición fetal, al pie de mi cama como tantas otras veces.

El sonido de la puerta alerta mi corazón. No proferí palabra que delatara mi enfado. Esperaba que al menos una disculpa brotara de sus labios, tampoco atisbé a través de sus ojos esa pizca de amor que tanto deseaba; ni remordimiento alguno.

Mientras tanto, yo me repliego en mi coraza de ilusión y amor, creyendo que cambiará; Y fabrico mi falaz alegría , esperando noche tras noche al pie de mi aposento.


MI VIEJA CASA, de Mª Ángeles Vaillo.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños, allí seguía mi vieja casa donde pasé mi niñez.

Todo seguía igual cuarenta inviernos después. En la entrada el viejo pozo, fui a asomarme a él, pero la niña de antaño no estaba, sus aguas quietas reflejan a una señora de edad.

He venido a quedarme, tengo que entrar, mariposas alborotando recuerdos, lagrimas enredadas de nostalgia y felicidad, percibo el aroma al pan que horneaba mi abuela, olores que agazapados abren el cajón del tiempo.

Miro por la ventana y digo «¡Rodeada de castaños y hasta que cierren mis ojos aquí es donde quiero estar!»

 

PERIODISTA BISOÑO, de Marcelo Celave.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños; las copas filtrando los rayos de luz sobre el suelo multicolor, difuminaban su figura.

Yo la imaginaba de 55 años bien llevados, cruzando una senda de peatones en Goya y Velazquez, pelo rubio, liso, corte “Carré”, gafas intelectuales y vestido de seda frufrú volando sobre su delgado cuerpo. Sujetando un libro que imagino, El existencialismo de Hegel…

Pero no, estaba con su recogedor, vestida con un mameluco de jeans, una capelina de mimbre roída y las uñas llenas de tierra.

Era mi primera entrevista en el periódico y dudé: ¿será esta de verdad la reina de los microrrelatos de Aliitruc?

 

PUNTOS DE VISTA, de Elena Fojo.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños.

El anciano la vio tirada entre las castañas y pensó que estaba muerta. Llamó a la policía y esperó.

A la hora un hombre rudo bajó del auto policial y pateó el bulto inerte como si fuera un trapo.

La mujer se movió y con un hilo de voz susurró -me desmayé.

¡Mamá! Se oyó el grito de un joven que llegaba en bicicleta. Es mi madre, está enferma.

 

REFUGIO DE UN SUEÑO, de Fina Martínez Lozoya.

Se encontraba en un claro delante de un bosquecillo de castaños, tuve miedo de lo que pudiera encontrar, era un cervatillo perdido, pasó por mi memoria la película preferida de mi infancia, Bambi; al momento se convirtió en un «peritio», subiendo a su lomo desplegó sus alas y nos pusimos a volar muy alto; fantástico viaje entre la poderosa naturaleza, surcando montañas y valles, liberándonos de nuestros miedos...

Me despertó el suave bálsamo del aire, cuando despuntaba el día, sentí una enriquecedora sensación de equilibrio entre la naturaleza y la espiritualidad de mi cuerpo. Fue el refugio de un sueño bajo las estrellas, escuchando la llamada del bello bosquecillo de castaños.

 

TRÁNSFUGA, de Raquel Zaragoza.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños donde descansaba mi campamento.

Sucedió durante una tarde de octubre del pasado año… Andaba yo rumiando hojas otoñales, cuando distraída me salí del bosquecillo. Fue entonces cuando encontré a Rudolph resoplando por el claro…, ¡hasta que me vio! Luego, con la nariz roja como un tomate, me olisqueó y empezó a berrear cautivado por la fragancia de mis infalibles feromonas. Yo me dejé llevar y…

Y ahora, doce meses después, me han expulsado por desleal del equipo de SS. MM. Mi pequeño «reno-camel» ha nacido con joroba, pero también… ¡con una nariz tan roja como la de su papá!

 

UN HOMBRE SABIO, de Silvia Espina.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños y allí íbamos llegando uno a uno, hechizados por su voz grave y amable que ejercía un efecto cautivador.

Hablaba como si flotara en un salto mortal que esperaba ser sostenido por sus oyentes. Sus palabras nos revelaban secretos de la vida y al repetirlas se iban puliendo, como el canto rodado que el agua del mar va dejando liso y brillante sobre la arena.

Él decía que quería encontrarse a si mismo y enriquecerse de experiencias, pero fuimos nosotros los que nos encontramos con nuestra verdadera esencia.

 

UNA OFICINA DE LOCOS, de Marcelo Celave.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños. La auxiliar me acompañó hasta la verja y señaló: me costó distinguirlo, pequeñito, humilde diría yo.

¿Qué fue de ese hombre altanero, de soberbia cínica, que nos tenía abochornados cada vez que entraba a la oficina?

De esto hace ya catorce años, cuando el ictus lo retiró. Es hora de pasar página, pienso.

Pero recurrentemente viene a mi memoria aquel 20 de diciembre cuando entre Ángel y Anita le amarraban los brazos mientras Luismi y yo le metíamos una cerveza tras otra por la garganta. ¡¿Y los cacahuetes que le metió Irene…?! Uno de ellos le produjo el ictus... ¡¡Jajaja!!

 

A BUENA DISTANCIA, de Paquita Márquez.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños rodeada de seis ovejas y un perro. A la izquierda, el chamizo con la Familia recién aumentada y una mula, un buey y una brillante estrella de purpurina. A la derecha, la senda por la que caminan tres Reyes con gran comitiva.

«No es mal sitio el de este año —piensa la pastorcilla— ¡Lejos de las zarpas de Misi! Esta vez no podrá derribarme de un zarpazo, como siempre. Y todo por querer quitarme el queso que le llevo al Niño». Y mira compungida su falda desconchada y su pierna derecha, mal pegada y sin pie…

 

ADIÓS, AMOR, de Ana Medina.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños. La mirada se extendía hasta el final del bosque, mientras el libro giraba y giraba entre sus manos. El paisaje la envolvió en un halo de tristeza. Sabia que tenía que despedirse de el por un largo tiempo. ¿Cuántos años estarían separados?, quizás, los mismos, en que el castaño florecería dando sus frutos.

Tus ojos se quedan conmigo, y en los atardeceres, al caer el sol, volveré a este sendero claro y pensaré en ti mi amor.

 

A TRAVÉS DEL CRISTAL, de Raquel Zaragoza.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños, la envidiada casa de las apariencias estaba decorada con preciosas guirnaldas y luces navideñas.

A través del cristal de una de sus ventanas, Laura, una niña de ojos tristes, observaba a cinco niños celebrando la Navidad. ¡Cómo reían y cantaban al son de sus panderetas! Les veía tan felices. Quizá estaban bendecidos por el Espíritu de la Navidad, al que tanto anhelaba conocer…

Corrió hacia la puerta principal y, sin importarle el frío, salió a la calle para jugar con los gitanillos.

¡Hay tantos tipos de carencias…!

 

¡AÚN MEJOR!, de Paquita Márquez.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños; disfrutó como un niño del aire puro, contemplando el cielo azul tachonado de nubes sonrosadas y sintiendo la caricia del sol en su rostro; aspiró con deleite los olores que desprendían las hojas tiernas, y la tierra húmeda, y las florecillas campestres. Se extasió ante aquella explosión de colores y sonidos nuevos a su alrededor… Le había costado muchos años de estudio y experimentos lograr entrar en este mundo virtual, reflejo fiel de aquel otro que desapareció tras el terrible cambio climático que arrasó el planeta. De pronto, sonrió esperanzado: «¡A lo mejor el dinosaurio de Monterroso todavía estaba allí!»


 

EL BOSQUECILLO DE KLEINSCHE FLÄCHE, de Daniel Farré.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños. Era yo, alto y canoso, caminando lento, hablando por celular.

Lo seguí de lejos. «Nunca cruzarse cara a cara consigo mismo» recitaba mi tío en sus historias intratemporales, «para no desvanecerse en el aire».

Guardó su teléfono y aceleró sus pasos, ¿me habrá percibido?

Copié su ritmo y sus zigzagueos hasta perderse entre los castaños.

Intenté encontrarlo, pero se había esfumado.

Tengo que contárselo a alguien, me dije.

Busqué un claro en el bosque para tener señal y grabarte el mensaje.

Shhh. Creo que alguien me está siguiendo.

Te dejo. Nos vemos mañana … si Dios quiere.

 

EL CLARO DEL BOSQUE, de Mariam Vicente.

Se encontraba en un claro, delante de un bosquecillo de castaños, donde el río se remansaba en un lago de aguas tranquilas y la brisa parecía cantar.

En ese lugar escondido se cuajó nuestra amistad, entre risas de maíz y chapoteos de cristal. Yo leía en voz alta, él miraba al infinito con la serenidad que solo los años dan.

Hoy he vuelto al claro, a buscar la luz de color caramelo, el vuelo de las libélulas y quizá algo de paz. Llevo mis recuerdos arrugados y el alma envuelta en un disfraz. Y allí, donde mi querida mascota, mi amigo, Sultán, duerme eternamente, creo que me he vuelto a encontrar.

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