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18 MAR

RELATOS XII QUINCENA DEL CONCURSO ALI I TRUC

Estos son los 17 relatos de la quincena 12 del concurso de micro, que empiezan con la frase «Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar» de la novela 'Romperás la noche con un grito' del valenciano David Orange.

A continuación, en orden alfabético a partir del primer relato que nos llegó, os ofrecemos los microcuentos que participan en la décima quincena de nuestro concurso. Os recordamos que eran relatos que debían comenzar con la primera frase del libro Romperás la noche con un grito de David Orange.

Podéis votar  hasta el domingo 20 de marzo a las 20:00 enviando a la dirección de correo david@aliitruc.es vuestros tres relatos favoritos con 3, 2 y 1 puntos.

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el veredicto, desvelamos la autoría de cada relato así como las obras finalistas y ganadora.

 

FINALISTAS

LA RAZÓN PERDIDA, de Fina Martínez Lozoya.

«Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar».

Hoy me he perdido entre lágrimas, al verla en ese estado de confusión mirando tras la ventana. Hermano mío ve a visitarla con tiempo, para cogerla de la mano y darle un paseo por el parque, deja que se apoye en ti, dale un beso, un abrazo, los mimos que ella nos daba, esos pequeños detalles pueden hacerla reaccionar, aunque solo sea por un instante. Sencillas cosas tan grandes, que nos ofrecía y no apreciábamos por aquel entonces.

¡Ah…! Y tráele un ramillete de violetas porque siempre reconocerá su perfume y te regalará esa sonrisa suya, que nosotros tanto extrañamos.

 

LIBERTAD, de Mari Bastida

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar, como la seguridad que nos brinda el hogar.

La casa limpia, la ropa planchada, los cajones ordenados y comida en la nevera

El agua que corre del grifo, las toallas esponjosas y el aroma del café.

Dormir en una cama confortable, sin estruendos que interrumpan el sueño al clavarme los cristales.

Pisar en suelo firme, sin barro que manche los pies.

Vivir sin miedo a un presente que arrebate mis mañanas, que destroce mis paredes y que arranque hasta mi piel.

Y si un día tengo que correr, que mi espalda no resbale tinta roja al amanecer.

 

DHARMA, de Américo Fojo.

«Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar» era el proverbio preferido de mi profesor de Geotecnia y Cimientos: lo repetía en cada exposición con el fin de alertarnos de los posibles errores de cálculo en la profesión.

Pero el último día de clase, cuando ya nos despedíamos de nuestra universidad, cambió su frase y nos dijo: «cada uno tiene un propósito especial en la vida y un talento único para expresarlo: apreciarlo no es difícil ni sencillo, sólo hay que meditar en ello».

Aún lo recuerdo claramente y tal vez por eso abandoné la ingeniería de caminos y ahora soy mago.

 

GANADORA

COMO CADA DÍA, de Paquita Márquez.

Las cosas más sencillas son a veces las más difíciles de apreciar: el olor del café recién hecho al despertar, tu sonrisa al verme aparecer somnoliento y quejándome de tus ronquidos, el beso mañanero con el que me conformabas.

Hoy, cuando vaya a verte, sé que no me reconocerás, pero te cogeré de las manos y volveré a pedirte que seas mi esposa. Me mirarás asustada, pero el chispazo de un recuerdo iluminará tus ojos, como cada día. Luego, otra vez ausente, te arrebujarás en ese chal que te traje ayer, y me dirás:

—Pero… ¿nos conocemos?

Y yo te volveré a contar nuestra historia de amor.

 

ELLA COLOREABA MIS MIEDOS, de María Ángeles Vaíllo.

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar, y ahora que han pasado los años, voy reviviendo retazos sencillos que entonces no sabía valorar… A veces oigo la voz de mi abuela, calmando mis miedos en las noches de tormenta. ¡No temas princesa! Te voy a contar un cuento para que tú duermas, no te vayas abuelita que la noche está muy negra, y ella con sus manos ajadas y con tacto de seda me acariciaba el rostro.

Mi abuela corrigió mi niñez con palabras sabias y sencillas que hoy son bálsamo para mis sentidos.

Coloreaba mis miedos dibujando hadas, mariposas y flores sobre mi almohada.

 

El INSPECTOR, de Raquel Zaragoza.

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar. El inspector Fuentes lo sabía bien: «Los grandes hallazgos siempre se encuentran en los pequeños detalles». Por eso quiso ser el primero en investigar el lugar del crimen.

Buscó, con lupa, cualquier prueba que pudiera delatar al asesino: una huella, un pelo, una gota de sangre. Examinó con minuciosidad las uñas y hasta los dientes del cadáver.

Lo único que se le pasó por alto fue la cámara de seguridad…

Cuando salió de la casa, la policía ya le estaba esperando.

 

EL RUBIO PACO, de Silvia Espina

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar, como la simple y sencilla amistad del Rubio Paco, que no tomó relevancia en mi vida hasta que cayó preso, acusado de matar al dueño de la gasolinera para robar la recaudación.

El arma no tenía huellas porque yo había usado guantes y él me dijo: «tranquilo, yo te la guardo» y nunca, nunca abrió la boca.

 

INCOMODIDADES, de Paquita Márquez.

Las cosas más sencillas son a veces las más difíciles de apreciar. Una verdad como un templo. Ahora valoro las comodidades perdidas: un espacio amplio, con dormitorio y baño… aunque bien mirado, para lo que me puedo mover…; una surtida biblioteca, pero bueno, así perderé el vicio de la lectura, que me tenía absorto; también apreciaría poder abrir la ventanita del techo, por aquello de la ventilación y porque empieza a oler raro, pero puedo pasar sin abrirla. Sin embargo, lo que de verdad, de verdad echo de menos sobremanera, es el wifi. Desde que soy vampiro, los días se me hacen eternos en este ataúd sin cobertura.

 

INVISIBLE, de Mariam Vicente.

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar. Tú ni las ves, caminas mirando hacia arriba, como si los que te rodeamos tuviéramos que estar agradecidos por unas migajas de atención.

Puede que esto valga para tu mejor amiga, a la que nunca llamas por pereza. O para tu padre, al que hace semanas que no ves.

Pero no me sirve a mí.

Yo no soy uno de esos que te bailan el agua mendigando tus sonrisas. Por eso no me ves.

Pero sigo aquí, como un cuervo, acechando.

A tus pies se fragua tu destino, árido, crudo. Cuando mate a todos los demás, dejaré de ser invisible.


LAS RUBIAS A VECES NO SABEN BIEN, de Concha Vacas.

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar, eso se decía mientras intentaba masticar aquella ruptura delante de sus amigos, una hermosa amiga de su “ex” le había salido al paso, con unos protuberantes pechos y rubia era la envidia de todos, sin embargo su corazón estaba enganchado aquella mujer que le había puesto los cuernos con el novio italiano de su madre, y aunque todos le decían que aquello no tenía futuro, Raúl cada vez que cerraba los ojos los veía en la cama comiéndose, el pobre intentaba hacer lo mismo con Ana pero sus tetas eran demasiado grandes para él y a veces lo difícil apetece.


ORÁCULO, de Américo Fojo.

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar precisamente porque su sencillez, como un iceberg, solo muestra una mínima parte y lo más trascendente queda encubierto, profundamente escondido y tú caíste en esa trampa de la simplicidad.

Brujita blanca, ayudabas con conjuros y hechizos inocentes a tus amigas en sus penitas de amor; luego comenzaste a tener premoniciones, claros presagios de lo que sucedería en el futuro, pero nadie te advirtió de los peligros de bajar al mundo oculto.

Cuando te golpeó la terrible visión de conocer el día de tu propia muerte, ya era tarde.

 

PREMONICIÓN, de Mari Bastida

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar, sobre todo cuando uno se acostumbra.

Percibo pensamientos ajenos y detecto sucesos antes de que ocurran.

Pensar de repente en alguien, de quien hace tiempo no sé nada y volverlo a ver ni siquiera me sorprende.

Nunca le di demasiada importancia, ahora, estoy realmente asustada.

Una foto en movimiento se repite en mi cabeza.

Una bola de fuego arrasa la ciudad cubriendo toda la tierra.

Cierro los ojos hasta que desaparece, no quiero mirar.

Esta percepción que siempre me acompaña me ha mostrado lo que va a pasar.

Lloro en silencio y contemplo el cielo, pronto dejará de ser azul.

 

REFLEXIONES EN LA HOGUERA, de Marieta Nicolás.

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de valorar, así como el placer de cocinar, reír con amigos, contemplar un atardecer, sentir la brisa del viento en la cara, oler a tierra mojada, pisar hojas secas...

Así nos lo contaba mi madre cuando nos sentábamos por la noche frente a la chimenea.

También nos explicaba, que los humanos nos diferenciamos de los animales, por nuestra habilidad de complicar nuestra existencia; intentando encontrar la dicha mediante la competencia y lo inalcanzable, que en ocasiones provoca insatisfacción y frustración.

Y que si la felicidad es darle contenido a la vida; la sobriedad tiene mucho que ver con todo esto.

Cuánta razón tenía.

 

RENCOR, de Paquita Márquez.

Las cosas más sencillas son a veces las más difíciles de apreciar, como esas palabras seductoras que acostumbrabas a dedicarme en los momentos más apasionados, rendida de amor y enardecida de placer. Ahora, después de nuestra traumática ruptura, quisiera olvidarlas, pero no me las puedo quitar de la cabeza. Cada furioso paso que doy, intento deshacerme de alguna de ellas, de esas que quedaron prendidas en mi cuello, o en mis manos, o en mis labios… Y deseo con toda el alma que las que tú aprendiste conmigo las tengas clavadas en el corazón… y te lo rompan… y te duelan…

 

AÑOS FELICES, de Martina Arreaza.

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar. Pamela hija única de familia humilde, tuvo una infancia feliz y sin carencias. Sus padres vivían sólo por ella.

Ella siempre quiso estudiar, pero las circunstancias no fueron propicias.

Conforme creció, tras el fallecimiento de su padre; desarrolló un rechazo hacia su madre. Siempre creyó que no pudo crecer intelectualmente por ella.

Con el paso de los años y con mucho sacrificio, formó su intelecto, maduró como persona; y aquello que creía la colmaría de felicidad… no fue suficiente. La hija pródiga quiso volver, recuperar a sus padres y el tiempo perdido. Demasiado tarde, el tiempo no se recobra.

 

AQUEL AMANECER, de Francisca Marhuenda.

Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar, -pensaba El Alba-mientras observaba como los Ángeles derramaban sus lágrimas sobre aquel huerto de rosas blancas, ellas amanecieron mojadas igual que cuando el rocío las acariciaba. El alba ensimismada miraba cómo las lágrimas abrazaban el tallo, como si fuera un traje de luces enamorado y sintió entonces como su corazón estremeció. Soy El Alba, el amanecer de un muevo día, soy el despertar, la nueva oportunidad, soy aquel que no supo entender aquellas maravillosas almas blancas, blancas rosas, al atardecer dichosas, las que cada mañana me esperan ansiosas, para los Ángeles volver a ver.

 

AQUELLA EXTRAÑA PRIMAVERA, de Raquel Zaragoza.

«Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de apreciar» ─eso creíamos─; hasta que con el último año bisiesto llegó la pandemia y las revalorizó.

Aquella extraña primavera, encerrados en nuestras casas, nos castigaron «a pensar». Y, como sobraba mucho tiempo, aprendimos a sonreír con la mirada, a valorar los abrazos, las caricias y la ilusión.

Aquella extraña primavera nos enseñó que tanto las cosas sencillas como las gotas de agua, por minúsculas que sean, ¡dan vida!

Y de tanto asomarnos a los balcones descubrimos que…

«No existe cielo más hermoso que el que tiene nubes, ni persona más feliz que la que tiene ilusión».

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