Blog

31 MAR

RELATOS XIII QUINCENA DEL CONCURSO ALI I TRUC

Estos son los 12 relatos de la quincena 13 del concurso de micro, que empiezan con la frase «Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena» de la novela 'La muerte contada por un sapiens a un neandertal'.

A continuación, en orden alfabético a partir del primer relato que nos llegó, os ofrecemos los microcuentos que participan en la décima quincena de nuestro concurso. Os recordamos que eran relatos que debían comenzar con la primera frase del libro La muerte contada por un sapiens a un neandertal de Juanjo Millás y Juan Luis Arsuaga.

Podéis votar  hasta el domingo 3 de abril a las 20:00 enviando a la dirección de correo david@aliitruc.es vuestros tres relatos favoritos con 3, 2 y 1 puntos.

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el veredicto, desvelamos la autoría de cada relato así como las obras finalistas y ganadora.

 

FINALISTAS

Con 8 puntos, empatadas en 3ª posición:

PLENITUD Y DESPEDIDA, de María Nicolás.

Habíamos empezado Juan Luís Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena; cuando un insecto acabó su vuelo en mi copa de vino. Con una servilleta extraje el extraño y moribundo comensal del lugar de su atropello...

Haciendo uso de nuestros conocimientos en Entomología y Palenteología, analizamos y descubrimos que era un artrópodo con una efímera vida de veinticuatro horas; que había pasado el día picoteando a cientos de personas y saboreando lo que encontraba al paso.

Dicha especie de invertebrado, después de una fugaz vida de plenitud y sabedora de su «Hora Suprema» decidió celebrar su despedida brindando por la vida, en la cálida compañía de un sapiens y un neandertal.

 

HUESOS, de Mariam Vicente.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena, cuando entró aquella muchacha, apresurada y jadeante:

—Profesor, hemos encontrado un cráneo.

Él se levantó de un salto, emocionado ante un descubrimiento tan relevante en su excavación. Sin embargo, se puso lívido cuando ella añadió:

—Pero tiene un orificio de bala…

Era dolorosamente consciente de que no había balas en la prehistoria, y se derrumbó, pensando en que el prestigio del yacimiento quedaría en entredicho, y en qué hacer con un muerto sin nombre.

Mientras, yo volvía a sentir el peso del arma en mi mano y, después de tantos años, solo me arrepentía de no haberlo enterrado más hondo.

 

Con 9 puntos,en 2ª posición:

EL PROFESOR, de Raquel Zaragoza.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena, cuando, animado por «el Ribera», me atreví a interrumpir su disertación sobre la evolución del ser humano…

─Profesor, si tuviese una máquina del tiempo, ¿dónde viajaría: al pasado o al futuro?

─Jovencito, ¡soy paleontólogo! Trabajo para resolver dudas existenciales como: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos?... En fin, por mucho que se sepa, la prehistoria siempre se puede reescribir.

─Pero…, ¿no siente curiosidad por conocer qué nos depara el futuro?

─A estas alturas de mi vida, sobre el día de mañana, lo que más me preocupa saber es: «qué, cuándo y dónde voy a comer» ─contestó─, tras una sonora carcajada.

 

Ganador con 13 puntos:

HOMÍNIDOS, de Américo Fojo.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena en una tasca cercana a la editorial: discreta, velas en las mesas; éramos los únicos clientes del lugar.

Una sola persona atendía y, en un momento preguntó: «Perdóneme, ¿es usted el Dr. Arsuaga, de Atapuerca?».

Sin esperar respuesta continuó: «¿Cierto que eran antropófagos? ¿Comían carne humana? ¿Cómo hacían: cortaban partes del cuerpo estando vivos o los mataban primero? ¿Eh?»

El reflejo de las velas en su rostro impresionaba: ojos brillantes, labios húmedos, movimiento obsesivo al frotarse las manos… pero actuamos rápidamente: «Por favor… la cuenta… estamos apurados.»

En la calle, Arsuaga dijo: «El solomillo del segundo plato… ¿era cerdo, no?

 

Resto de relatos:

NOSTALGIA, de Fina Martínez Lozoya.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena, cuando recibí una llamada avisando de un hecho terrible. Desde aquel día voy al banco a recordar nuestros momentos felices, aquel primer beso que nos dimos bajo aquel árbol desnudo que nos cobijaba; esa canción de violín que fue tuya y mía que conectaba nuestra unión hasta el infinito; y ahora aquí estoy, apoyándome con un bastón que me ayuda a equilibrar los pasos y tú no estás para ayudarme; te marchaste dejándome un vacío devastador, sombrío y ahora estoy esperando a que me sorprenda la noche para abrazarte y cogidos de la mano marcharnos.


TODO BAJO CONTROL, de América Martín.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena, pasados de tragos y hambrientos, cuando oímos ruidos extraños desde la cocina…

—Cielo, ¿necesitas ayuda?

Mi amigo con susto simula una cuerda en el cuello.

—¡Qué va! todo bajo control.

Mi mujer apareció con la guarnición y dije cariñoso…

—Amor, ¿quieres que vayamos juntos a correr?

—¿Me estás llamando gorda?

—Bueno, si no quieres, no

—¿Me estás llamando vaga?

—¡Cálmate! mi amor…

—¿Me estás llamando histérica?

—Eso no fue lo que dije…

—Ah… ¿soy mentirosa?

—Nada, nada, entonces no vengas…

—A ver, ¿Por qué quieres ir solo?

 

DIETA PALEOLÍTICA, de Raquel Zaragoza.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena; degustábamos unas exquisitas chuletillas de corzo a la brasa con crema de castañas, maridadas con un «Azpilicueta, reserva 2016», cuando saqué el tema de la idoneidad de la dieta paleolítica para el ser humano:

─Juan Luis, ¿se podría considerar esta cena como paleolítica? Ya sabe, carne a la brasa, castañas…

─¡¿Acaso te consideras «neandertal» por tener los ojos claros?! ─argumentó con voz tajante─: ¡Pues no! Para adaptarla podríamos prescindir de la crema de castañas, por su elaboración; pero, también tendríamos que renunciar al vino. Y, amigo mío, por ahí no paso; ese sacrificio sería «inhumano» ─respondió levantando su copa.

 

DUDAS EXISTENCIALES, de Paquita Márquez.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena, cuando entró Matilda con el postre precedida de sus enormes tetas. Como siempre que la veo, el refrán viene a mi mente: «Teta que mano no cubre… es ubre», y advierto divertido la atónita mirada de Juan Luis.

—¿Tú crees que hace 400.000 años habría hembras con tetas de ese tamaño? —indago tras la retirada de Matilda.

—Es improbable. No hemos hallado columna vertebral femenina con la deformidad inherente al caso.

—Una pena —pienso en voz alta—. Imagínate dos enormes croquetas rematadas por pezones manando leche… Seguramente os hubierais ahorrado algunos esqueletos infantiles.

 

EL AZAR, de Mª Ángeles Vaíllo.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena, él con apetito y sonriente, yo en cambio estaba tímida.

Se cruzaron sus vidas esa mañana, comenzaron a hablar y decidieron pasar una bonita noche, luego seguirían siendo unos desconocidos. De pronto entre plato y plato surgió la magia, las velas titilaban y las flores que adornaban la mesa despedían una dulce fragancia.

Tras el ventanal caía una fina lluvia, los violines y el saxo empezaron a sonar, sin pensarlos dos veces salieron a bailar. Dos cuerpos en uno, como un sueño fugaz

¡A veces el azar juega con las almas!

Es caprichoso y nos invita a brindar


EN EL RESTAURANTE, de Silvia Espina.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena cuando observé a un hombre, en una mesa cercana, mirándonos insistentemente.

Solíamos reunirnos allí para hablar de trabajo, planear salidas y recrearnos con nuestra conversación, aunque a veces compartíamos el silencio; éramos amigos para cubrir nuestras necesidades, no nuestros vacíos.

Me molestó esa invasión pertinaz y pensé encararlo pero Juan Luis no creyó que tratara de molestarnos; tal vez sintiera tristeza por su soledad; no nos hubiera gustado estar en su lugar.

En ese momento entró en el restaurante una bella e interesante mujer, fue a sentarse a la mesa de nuestro solitario personaje, que la recibió con un beso.


MENUDO SUSTO, de América Martín.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena, con la carne que mi madre nos tenía al llegar de las prácticas deportivas, cuando Juan de manera jocosa comentó:

—Tú madre cree que yo como mucho, ¿verdad?

Engullendo un bocado que apenas podía tragar.

—¡Qué va! ella encantada de cocinar sus guisos…

Oímos un golpe y corrimos a la cocina encontrando a mi madre ahogada con un trozo de carne. Juan la tomó por detrás y presionando su cintura, lo sacó volando de su boca.

—¡Menudo susto, eh!

A lo que mi madre contestó:

—¡El que me he llevado yo viéndote comer!

 

NOCHE DE VERANO EN MADRID, de Raquel Domínguez.

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena. Era una noche tranquila de agosto en Madrid y yo estaba con él. La cena ligera, el vino generoso y las ganas incansables nos llevaron de paseo por calles inhóspitas.

Se acercó un coche.

El rodeo con sus manos mi cintura para protegerme y así, disimuladamente, meterme en el umbral de un portal. Olió el perfume de mi cuello y acercó sus labios a los míos, su boca a la mía. Con la mano acarició mi mejilla, la sien, el pelo y después tocó todos los timbres del portal.

Fue el mejor no beso que no me han dado nunca.

 

Volver