Blog

16 JUN

RELATOS XVIII QUINCENA DEL CONCURSO ALI I TRUC

Estos son los 21 relatos de la quincena 18 del concurso de micro, que empiezan con la frase «Son más de las doce» de la novela 'La manguera que nos unió' de Elena García.

A continuación, en orden alfabético a partir del primer relato que nos llegó, os ofrecemos los microcuentos que participan en la décimoséptima quincena de nuestro concurso. Os recordamos que eran relatos que debían comenzar con la primera frase del libro La manguera que nos unió de Elena García.

Podéis votar  hasta el domingo 19 de junio a las 20:00 enviando a la dirección de correo david@aliitruc.es vuestros tres relatos favoritos con 3, 2 y 1 puntos.

 

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el resultado del concurso, dejamos al principio los relatos finalistas y el ganador.

 

RELATOS FINALISTAS

EL ALZHEIMER, Y OTRAS COSAS DE LA EDAD, de Mariam Vicente.

Son más de las doce, y he olvidado qué hago aquí. Últimamente me pasa, en mi mente se agitan revoltosos los recuerdos y la realidad.

Súbitamente me acuerdo: voy a vender mi casa y en la inmobiliaria me han pedido que desaloje el sótano.

Con dificultad, saco los bártulos a la calle y monto una especie de mercadillo. Espero a los compradores, pero quien llega es la policía.

No entiendo su insistencia, ni la cara de horror de los vecinos. Mientras me esposan escucho: «Increíble, parecía un apacible abuelito, pero era un asesino en serie que guardaba los restos de sus víctimas en el sótano».

 

¿HASTA CUÁNDO?, de Paquita Márquez

Son más de las doce y, contra todo pronóstico, ni se muere padre ni cenamos…

 

MI TÍA ALMUDENA, de Américo Fojo

Son más de las doce, tía Almudena se encerró en su cuarto y veo que comenzó su rito de cada viernes.

De pie, frente al espejo grande, mira su imagen atentamente.

Despacito se desviste, dejando la ropa tirada por el piso; se suelta el rodete y veo su pelo oscuro que llega a la cintura.

Contempla su cuerpo y comienza a acariciarse los pechos, como si no los conociera.

Lentamente se quita la última prenda y la arroja con fuerza hacia la puerta; el pequeño triángulo negro queda colgado en el manillar y tapa el ojo de la cerradura.

Ahora sí que no veo nada.

 

EL ENCARGO, de Silvia Espina.

Son más de las doce y todavía estoy aquí. El plazo ha vencido y no he logrado moverme para cumplir el encargo.

Esta vez mis fuerzas me abandonaron, o fue mi cobardía o quizás mi vuelta al sentido común o mi arrepentimiento al actuar como un autómata durante años y años, bajo las órdenes de los más despiadados.

Hoy la supuesta víctima partió; era un desconocido para mí y seguramente nunca sabrá que su destino pasaría a ser el mío, porque esos desalmados nunca perdonan.

 

Y EL SÉPTIMO DÍA «DESCANSÓ», de Felipe Tenenbaum.

Son más de las doce. Jehová se ajusta las gafas y lee el telegrama que acaba de recibir.

Muy S. Mío:

La dirección de esta empresa le comunica que el día 6 del inicio de la creación finaliza el contrato de trabajo temporal suscrito con Vd., por finalización de la obra para la que fue suscrito.

En cumplimiento de las normas vigentes sobre contratación de personal y preaviso, se le comunica que con esa fecha quedará rescindida a todos los efectos su relación laboral con la empresa UNIVERSAL UNITED SL., causando baja de la misma.

Lo que se comunica a efectos oportunos.

Atentamente,

LA EMPRESA.

 

RELATO GANADOR

POLINIZACIÓN ASISTIDA, de Raquel Zaragoza.

Son más de las doce, cada vez me queda menos tiempo…; y, como flor de un día, todavía no he cumplido con mi cometido.

Conocedora de la brevedad de mi existencia, muestro, sin pudor, mi sexualidad hermafrodita: Desde lo más profundo de mi ser, emerge erecto el pistilo exhibiendo orgulloso su estigma; un poco más abajo, desesperan los estambres, en su esfuerzo inútil por llega a alcanzarlo, ¡tan cerca, tan lejos!

«Tic–tac, tic–tac…», el tiempo no se detiene; pero en el último momento llega una mariposa y, con su leve aleteo…, ¡me cambia la vida!
 

 

RESTO DE RELATOS

BOSQUE ENCANTADO, de Maria Ángeles Vaillo

Son más de las doce, hay un cielo chispeante de estrellas.

¡Es la noche de San Juan! Ella se adentró en el bosque, se bañaría en una poza con el agua cristalina a la luz de las luciérnagas… Noche mágica, la luna colgada en el porche filtrando sus rayos en la arboleda.

Dicen que los cuentos cobran vida, ella le dirá a Blanca Nieves que no muerda la manzana y a Caperucita que no sea tan confiada. Mientras las hadas tejen las horas con jazmines y albahaca, ella busca una charca para besar la rana. ¿Y si fuese un príncipe encantado?  ¡Ella sería reina mañana!

 

DETERMINACIÓN, de Paquita Márquez

Son más de las doce y ahí siguen: inquebrantables tras la alambrada esperando su oportunidad.

Y yo debo impedirlo.

Aún me acuerdo de la primera vez que, siendo muy pequeña, vi a un hombre negro. Pensé que si lo tocaba, su piel se cuartearía, como cuando aprietas con un dedo un donut de chocolate. Pero me miró, me sonrió y no se desconchó.

Ahora los miro angustiada desde el otro lado de la alambrada, y sé que terminarán con la piel resquebrajada y rota por las concertinas.

Ellos también lo saben. Pero ahí siguen: inquebrantables. No les queda otra.


EL LIBRO QUE NOS UNIÓ, de Sandra Quirant.

Son más de la doce y tu recuerdo vive en mí cada día, cada instante. Aquella tarde leía mirando al mar, me mirabas de reojo y entonces me percaté de que leías mi novela preferida. Allí contemplando el cielo violeta del atardecer descubrí que compartíamos una pasión, la lectura. Me leíste un relato. Tu mirada me retaba, tu voz me deleitaba, tu aroma a jazmín me transportaba a la infancia, la ternura, la felicidad. Tus labios me llamaban. Solo que no querías quemarte. Seríamos amigos, eso me dijiste. Pero, ¿es posible que dos almas que se acarician con la mirada vivan una amistad sin heridas?

 

EL TIEMPO QUE NOS QUEDA, de Sandra Quirant.

Son más de las doce y mis ganas de volverte a ver vencen a mi sueño. Hace algo más de tres años desde que colisionamos en aquella oficina de prácticas. Papeles revoloteando por los aires. Una risita coqueta. Lluvia al salir. Un «ya nos veremos». El tiempo pasa y no te encuentro. Tal vez cuando quieras dar el paso ya sea tarde. Ya te hayas convertido en lo que querías ser, ya no seas la persona que conocí. Los años nos habrán cambiado y tal vez el «sin ti yo no» se haya convertido en «sin ti ya no».


LA CASA DEL RELOJ, de Mari Bastida.

Son más de las doce en el viejo reloj de pared. Era un reloj especial, las horas pasaban muy lentamente. Había que darle cuerda, si se paraba, el tiempo se aceleraba.

Pasados los años decidieron vender la casa, todos estaban de acuerdo menos la hermana menor.

‒Olvidé darle cuerda, papá y mamá nos están esperando.

‒Tú y tus fantasías, sabes que nuestros padres ya no están, madura y acéptalo.

Tomó el reloj y al darle cuerda…Silencio.

La pared se abrió dejando ver un largo pasillo, al otro lado unos niños jugaban en el jardín mientras en la cocina, la madre preparaba la merienda.

 

LA HORA MÁGICA, de Paquita Márquez.

Son más de las doce, la hora de las brujas. Los gemidos de mi hijita me han alertado. Desde que hace dos años su madre desapareció, las pesadillas son diarias. Todos creen que nos abandonó y que nos ha olvidado, pero yo sé que no. Voy corriendo a la habitación de la pequeña y allí está su madre, acariciándola hasta que se calma y vuelve a su sueño reparador. Yo las contemplo desde la puerta con el alma en los ojos. Ella, como cada noche, me mira con sonrisa triste, levanta la mano en señal de despedida y se va desvaneciendo poco a poco…

 

LA PRINCESA Y EL GUISANTE, de Felipe Tenenbaum.

Son más de las doce en el cuarto real.

‒¿Ya ha despertado, madre?

No…

El príncipe se queda un rato embelesado por la tersura de la piel de la náufraga que ha rescatado en la playa.

‒No te preocupes, hijo. Pronto sabremos si es auténtica o no.

De improviso, la náufraga abre los ojos y se sorprende descansando sobre una cama de ricas telas.

‒¿Cómo has dormido, querida? –pregunta la reina.

‒Mal, su majestad. He sentido algo duro bajo los colchones….

‒¡No sufras más, hijo mío! ¡Es un verdadero guisante! Sólo uno auténtico… sería capaz de notar a la princesa que escondí entre los colchones.

 

NARCISISMO REAL, de Felipe Tenenbaum.

Son más de las doce. Ding. Cenicienta inicia su precipitada marcha. Dong. Corre, salta y finalmente, tropieza con unas escaleras. No importa; la muchacha sigue con su frenética carrera antes de que el disfraz desaparezca del todo. Ding-dang-dong.

El príncipe la sigue lentamente, con parsimonia, aburrido. Hasta que pierde su pista, más allá del horizonte. Solo le queda aquel zapato de cristal para encontrarla…

Al día siguiente prueba el dichoso zapatito en los pies de infinitas doncellas. A ninguna le cabe. Como último recurso, el príncipe introduce su pie desnudo en el calzado mágico y exclama, alborozado:

‒¡Lo sabía! ¡Solo yo estoy a mi altura!

 

NUEVE LUNAS, de Raquel Zaragoza.

«¡Son más de las doce, y Candela no ha vuelto a casa!» ─corrió la voz por un pueblo sediento de cotilleos.

Empezaba a amanecer cuando, por fin, la vieron llegar; lo hacía apresurada y medio descalza. Dicen que se había ido con el señorito a la ribera del río; y, allí, sobre la fértil tierra mojada, él le juró amor eterno, durante una romántica verbena de luciérnagas y chicharras…

Han pasado nueve lunas, y el señorito no ha cumplido su palabra. Mientras Candela mece la cuna; en la orilla del río, una rana juega con su alpargata.

 

¿QUIÉN SOY YO?, de Mari Bastida.

Son más de las doce, vuelvo a ser polvo de estrellas. Moldeo aleatoria y caprichosamente la envoltura que me cubre, mañana no estaré, o sí, quién sabe.

¿Seré de nuevo yo? Siempre me cuesta encontrarme, reconocerme y saber dónde estoy.

Despliego mis alas de paloma errante dejándome llevar por un viento a favor, si tropiezo en el aprendizaje me vuelvo a levantar.

Cuando las nubes se tornan oscuras y las ráfagas de un viento furibundo me hacen perder el control, suelto esta envoltura y cambio el rumbo, ese ciclo terminó.

Me busco en otros cielos, en otros mundos, hasta descubrir de nuevo quién soy yo.

 

RESIGNARSE O MORIRr, de Marcelo Celave.

‒Son más de las doce. ¿Qué hago? ¿Le deseo feliz cumpleaños antes que nadie? Pero… ¿si le resulta asfixiante o peor aún, decepcionante ya que espera el mensaje de otro? Ella fue muy clara, me quiere como amigo. Pero yo no quiero ser su amigo, yo quiero llevarle el desayuno a la cama cada mañana. Aunque… ser su amigo me permitiría formar parte de su vida… ¡No, no, no! ¿Y tirarle arroz cuando se case? O… ¿llevarle bombones cuando para?... ¡¡NO!!

‒¡Marcelino, gracias por ayudarme tanto en la organización de mi boda. ¡Eres el hermano que no tuve!

‒De nada querida amiga… (sonrío idiotamente)

 

SIGO AQUÍ, de Sandra Quirant.

Son más de las doce y sigo aquí, esperando tus silencios, tu mirada y tu aliento. Todavía recuerdo aquella primera tarde. Ese «me ha encantado cómo explicas» me dio toda la energía que necesitaba para dar lo mejor de mí. Una clase de verano contigo se convirtió en una mezcla de risas nerviosas, miradas relatadoras de sentimientos y palabras atragantadas. Aquello me hacía sentirme viva, me llenaba la mente y encendía mi corazón. Cada noche nos escribíamos hasta que una tarde confesaste que no podías verme porque no querías hacerme daño. Y sigo aquí, recordando una historia perfecta que nunca se rompió porque nunca empezó.

 

SOLSTICIO DE VERANO, de Raquel Zaragoza.

Son más de las doce, y mientras los jóvenes se divierten saltando fogatas, a mí me arden las entrañas. Llevo demasiado tiempo obsesionada con un cadáver; el mío.

Jamás perdonaré al sádico inquisidor que, tras rechazarle, me acusó de bruja y me condenó a morir en la hoguera; mientras mi cuerpo desnudo se retorcía en el fuego, su mirada lasciva quemaba ¡tanto como las llamas!…

«El fuego purifica, incinerada la tentación, mi alma quedará libre y purificada», repetía babeante, a modo de oración.

 

TRISTE NOCHE, de Fina Martínez.

Son más de las doce, María no puede aceptar lo que ha pasado, prefiere dormirse bajo los efectos del fármaco e intentar evadir la realidad y el impacto del dolor. Busca lo que ahora nadie puede ofrecerle; la sombra, el equilibrio, el sosiego y quisiera sentirse como una pluma efímera cayendo al vacío, e inventarse que está muerta en la cama de la mentira, con el corazón roto. Queriendo subir al escalón de los recuerdos, aceptando los hechos para poder tirar las cenizas al río y, al despertar poder mirar a los ojos de su niño y hacerle comprender, que papá se durmió para siempre.

 

UN MALENTENDIDO ABSURDO, de Marcelo Celave.

Son más de las doce. No vino. Esa es la realidad. Mi caravana lavada, con sábanas nuevas, el frigorífico lleno, dispuesta a llevarnos lejos y empezar otra vida donde nadie nos señale. Pero no… prefirió a su marido, la seguridad del hogar, el no estar en boca de todos. Cogeré mi caravana y me marcharé solo con mi pena.

Mientras ella…

‒¡Son más de las doce, se arrepintió! Hice todo tal como acordamos, le di un somnífero a mi marido, dejé la ventana del dormitorio abierta y una escalera esperando. Pero no vino a buscarme como quedamos… Adiós felicidad, adiós amor, hola rutina, aquí seguiré…

Volver