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16 SEP

CONCURSO DE MICROS 22-23 DE ALI I TRUC. QUINCENA I

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido

Con esta frase, comienzo del libro Adiós, pequeño de Máximo Huerta, deben comenzar los relatos de esta primera quincena de la segunda temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de 28 relatos que, durante los días 16, 17 y 18 (hasta las 14:00), pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos y dándoles 1, 2 y 3 puntos. De estas votaciones sale una terna finalista de la que el lunes 19 será Máximo Huerta quien decida el relato ganador en Onda Cero Elche - Comarcas del Vinalopó.

A continuación podéis leer los relatos por orden alfabético a partir del primero que recibimos.

 

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el resultado, actualizamos la entrada con la autoría de cada relato y el podio.

Los relatos finalistas fueron:

EL ENCUENTRO, de Rubén Meseguer.

‒¿Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido? ‒preguntó la niña.

‒¿Por qué no se lo preguntas a ella? ‒le dijo esa señora que acababa de aparecer.

‒Nunca pude. Me abandonó el día que nací.

‒No me digas, pobrecita… yo la conozco ¿te la presento?

‒¡Siiiiii! ¿puede hacer eso por mí?

‒¡Claro! Nada me produciría más placer. Dame la mano pequeña, que te acompaño a verla.

Mientras caminaban la niña preguntó: ‒¿Desde cuándo la conoce?

‒Desde el día de tu nacimiento.

Y así, conversando, esa mujer con cara huesuda, vestida de negro, con capucha y guadaña en el hombro, acompañó a esa pequeña a conocer a su madre.

 

LÍNEA 1, de Ana Montesinos.

Mi madre hubiera sido más feliz si yo no hubiera nacido aquella lluviosa mañana 4 semanas antes de lo previsto en la línea 1 del metro de Madrid, hora punta para más inri. Me encanta que me cuente esta historia, reímos a carcajadas cuando llega el momento en el que rompe aguas, «Tirso de Molina», y un niño le grita a su padre que esa señora se está meando encima. Y más risas, había que quitarse la ropa para que mi cabecita pudiera salir, «Sol», nadie quería bajar en las estaciones, no querían perderse mi nacimiento, «Gran Vía». Rompí a llorar donde queda la oficina de papá, «Tribunal». Aplausos y vítores.

 

Y el relato que Máximo Huerta eligió como ganador fue:

«LA MADRE», de Raquel Zaragoza.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido, pero eso ya no importa; la demencia senil ha borrado mi existencia de su memoria. Y desde que confunde la tenue luz del ocaso con la del amanecer…, para ella, yo soy su madre.

En aquella época, resultaba muy difícil afrontar una nueva vida como madre soltera; tuvo que pasar muchas penalidades viviendo en un pueblo, donde todos la señalaban. Sin embargo, lo que más dolor le causó fue el rechazo de su estricta madre.

Ahora, que le hago saber lo orgullosa que estoy de ella; cuando me llama madre, corro a abrazarla y ella sonríe feliz.

 

El resto de relatos fueron:

REBELDE-CONFORMISTA, de Silvia Díaz.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. Me repetía esa frase cada noche antes de acostarme.

Había algo en aquellas palabras, el ser una decepción constante para ella que me hacía sentir especial, fuera de la norma, una manera de castigarla por tener fe ciega en mí.

«Consigue un buen trabajo, cásate, ten dos hijos, un perro y una casa con jardín».

Sus planes contradecían los míos, que por aquel entonces era tener una banda de rock.

No soy rockero, soy abogado, tengo una esposa estupenda, dos niños preciosos, una casa con jardín y un gato. Lo ves mamá, siempre fui un rebelde.

 

SIN TÍTULO, de Elvira Estrobel.

Mi madre habría sido más feliz si no yo hubiera nacido. Al menos eso pienso mientras la observo mirando desde la ventana la tímida lluvia de un otoño anticipado. Ella nunca reconocerá que se aferraron a esa vida como el náufrago al tablón que le salvará en medio de un temporal, creyendo que aquella decisión sanaría las heridas de un matrimonio herido tiempo atrás. Y es que nadie puede salvarnos de ciertas decisiones, por muy meditadas que sean. Pero, aquella tarde de febrero, mi madre llenó de esperanza sus ojos con la vida de ese bebé que nació entre interminables lloros, preludio de los difíciles meses que acababan de comenzar...

 

SÍNDROMES, de Paquita Márquez.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. Esta manía mía de traer a casa todo lo que veo por la calle que me gusta, la está volviendo loca. Al principio eran cosas de niños: juguetes estropeados, cajas de colorines, jaulas y peceras vacías… Entonces empecé con los animalitos: pájaros, peces, tortugas, gatitos, unas ardillas, un chimpancé, perros callejeros, dos lagartos, una cría de cocodrilo que asomaba por una alcantarilla… Mamá no deja de protestar por lo que cuesta alimentarlos. Ahora no tengo más remedio que dedicarme a los indigentes, porque la cría de cocodrilo se ha hecho grande, come demasiado y nos estaba dejando sin mascotas.

 

SOY ESPECIAL, de Silvia Espina.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido, lo digo porque soy diferente y la escucho llorar todos los días. Después que me acuesta y me tapa se encierra en su habitación para que yo no la oiga.

Yo hago lo imposible para que las cosas me salgan bien, pero me resulta muy difícil. Estoy triste porque a papi no lo veo más.

Soy chiquito, pero mamá dice que con el tiempo todo cambiará y que voy a ir a una escuela para chicos especiales y allí tendré amigos y todo será mejor.

Mi mami es lo más grande del mundo, lo que quiero es que no llore.

 

SU SONRISA ETRUSCA, de Raquel Zaragoza.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. Resulta evidente que tras la ambigüedad de su sonrisa se oculta una vida de renuncias y sacrificios.

Durante el último de mis innumerables ingresos hospitalarios, ella trataba de animarme relatando todo lo que veía por la ventana:

─Sergio, cuando te den el alta pasearemos por este parque tan bonito y…

─Mamá, ¿¡cuándo vas a darte cuenta de que no tengo edad ni ganas de ir a parques!? ─espeté, pagando con ella mi frustración.

Mi madre se niega a admitir que sería más feliz si yo no hubiera nacido, pero la tristeza de su sonrisa me da la razón.

 

ULTRASENSIBLE… Y CANSINO, de Marcelo Celave.

—Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido.

—Pero, ¿qué dices, hombre?

—Lo que oyes. ¿Recuerdas cuando la entrevistaron en aquella manifestación proaborto libre?

—Sí.

—Dijo ¡en la televisión! que tenía cinco hijos pero que al Carlitos se lo hubiera sacado de haber podido. Y que yo sepa, Carlitos soy yo…

—¡Carlos, no seas fabulador, que yo iba ese día! Íbamos todos los hermanos en el asiento de atrás y cuando el periodista preguntó asombrado cuántos niños llevaba, mamá respondió «cinco, pero Carlitos tendría que haber ido con su tía y ésta no pudo venir».

—Ya… y tú lo entendiste literalmente ¿no? El mensaje era otro, Amanda…

— ¡¡¡Uff!!!

 

AHORA PIENSO QUE, de Américo Fojo.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido…nací pesando más de cinco kilos…y venía de nalgas.

 

AUSENCIA, de Marcelo Celave.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido pero ahí estaba, en mi cunita con «DRE», así lo catalogaron los médicos: Defecto de Reducción de Extremidades. Mis brazos, simples muñones y mis piernas… prácticamente inexistentes. Mi vida, una sucesión de obstáculos, cada cual más imposible. Mi madre ausente desde que me dejó en el orfanato con pocos días de vida. Pero mi mente sobreponiéndose una y otra vez con un empecinamiento y obcecación inverosímiles: el Instituto, la Universidad, el Doctorado… ¡y mi madre ausente!

Mañana cuando suba a recibir el Nobel, me acordaré de ella… de su inexistencia… y la imaginaré como siempre y la perdonaré como nunca.

 

COMO LA VIDA, de Américo Fojo.

«Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido».

—Si hijo, escuché tu frase.

—¿Y tú qué sabes de la felicidad de una madre? Es más, qué sabes de la vida de una mujer-madre, de la soledad irrazonable e injusta del abandono, del frío hueco en la cama que tratas de disimular con una almohada colocada lateral a tu cuerpo, qué sabes tú de la espera inacabable, deseando oír el sonido de llaves en la puerta de casa.

—Tal vez tu equívoco se resquebraje si oyes mi voz, esa que te acompañó desde la cuna hasta hoy. Siempre fue mi felicidad, mi simple felicidad…como la vida misma.

 

CONDENA, de Leo Infinita ꝏ.

Mi madre hubiera sido más feliz si yo no hubiera nacido, esto le hubiera permitido escapar de una vida no escogida.

Mi nacimiento, fue su condena, la cadena que la unió a su maltratador. Una persona con quien la emparejaron de niña, aun sin conocerlo. Así se hacían, se hacen, las cosas en su país. Acuerdos entre familias, a cambio de la desgracia de una mujer.

Un hijo, mejor varón, es la prueba que sella una relación intocable, perpetua, en la que desgraciada y más habitualmente de lo que imaginamos, las vestiduras a flor de piel de una de las partes, la femenina, siempre van estampadas con traumatizantes marcas moradas.

 

DEL CERDO HASTA LOS ANDARES, de Leo Infinita ꝏ.

Mi madre hubiera sido más feliz si yo no hubiera nacido, en mi lugar, más le hubiera valido la pena comprar un gorrino.

Era lo que siempre me decía, después de hacer alguna de mis infantiles travesuras. Decía que este animal le hubiera dado más satisfacciones, aunque éstas fueran culinarias y menos disgustos.

De él y, según los dichos populares, se aprovechaba todo, hasta los andares.

¡En realidad, no sé por qué lo decía, ya que, de mí, no pocas satisfacciones obtenía y, en cuanto al asunto del condumio y, aunque fuera sólo a besos, mi madre no dejaba de mí ni un pelico de la cabeza sin su afectivo gesto!

 

DESTINOS INOPORTUNOS, de Mariam Vicente.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. Lo habría sido sin mis llantos, sin el cuerpo espigado, sin las ojeras que le provocaban las noches en vela.

Yo creo que tendría que remontarse aún más. Hubiera sido más feliz sin ese trabajo que no le permitía vivir dignamente, sin tener que seguir el patrón impuesto, y mucho más feliz sin mi padre al lado como un apéndice inútil.

Sin embargo, hoy lo añora. Todo.

Me lo cuenta por las noches, esas en las que no puedo dormir y su presencia me reconforta. También me confiesa que nunca fue su intención tirarse de aquel puente.

Aquí, siempre lloro.

 

DICHOSA, de Marieta Nicolás.

Mi madre hubiera sido más feliz si yo no hubiera nacido... y mi padre también.

Renuncié a casarme con un candidato de mi estirpe. Me enfrenté a sus costumbres y desafiando mi destino para cambiar mi suerte, me fui al bosque a lomo de mi caballo para perfeccionar mis habilidades con el arco; y otras artes de supervivencia.

Conocí una valiente amazona, compartimos fortuitas experiencias y nos enamoramos.

El destino unió nuestras vidas viviendo en una acogedora cabaña junto al río; muy cerca del reino de mis padres. Allí colmamos nuestra felicidad, amparando niños desprotegidos en el bosque.

Mis padres viven en su palacio, sufriendo por mi desdicha.

 

EL CALOR DEL TRIUNFO, de Paquita Márquez.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido, porque dice que soy muy pesada, que siempre estoy quejándome y lloriqueando. Pero hoy se sentirá orgullosa de mí, igual de orgullosa que de mis hermanos. ¡Por fin yo también he triunfado! He conseguido una gran medalla, ¡y de oro! Me ha costado muchísimo, creí que no podría llegar porque me ahogaba, pero un último esfuerzo y aquí estoy, en el escalón más alto. Quiero que me saquen la foto mordiéndola, como hacen todos los campeones, pero que se den prisa, porque con este caloruzo, se está empezando a derretir el chocolate de dentro.


ELISABETH, de Ana Montesinos.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. Elisabeth, 23 años, belleza, talento, una carrera cinematográfica a sus pies. Todas las revistas hablaban de una nueva promesa del cine, de la nueva Marilyn, de otra Hepburn.

Ella, dispuesta a triunfar, a viajar, a comerse el mundo, a ser inmortal.

Llegó el guion el mismo día que ese afamado actor, al que amaba perdidamente, la abandonaba de celos por su éxito.

Llegó el mismo día que supo que estaba embarazada.

Aquella película fue un taquillazo, nací yo mientras la estrenaron, nunca quiso verla. La otra actriz vivió su vida.

Elisabeth simplemente fue mi mamá.

 

EN ESTADO DE GRACIA, de Deméter NP.

Mi madre habría sido más feliz si no yo hubiera nacido a través de ella. Si mi llegada al mundo no la hubiera partido en dos mitades irreconciliables: la que sueña una vida y la que vive una vida. Siempre en alerta. Media vida disociada de su otra mitad. Cuando crecen los dientes porque muerdes y cuando crecen las patas porque vuelas. No hay sutura para un cuerpo que pare. Mi madre habría sido más feliz si me hubieran puesto en sus brazos ya terminadita. Mira qué bella. La hice para ti. Es tu hija. Te amará. Te cuidará. Tiene tus ojos. No, no es necesario que me des las gracias.

 

EXHIBICIONES, de Paquita Márquez.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido, seguro. He vuelto a soñar que me lanzo al mar desde el acantilado en un salto perfecto, con doble tirabuzón y una entrada limpia en la postura idónea; a los pocos segundos emerjo del agua con una radiante sonrisa y escucho los aplausos de la gente, como antes de esa vez que mi cabeza tropezó con aquella maldita roca desprendida de quién sabe dónde. Ahora tengo que intentar que esta misma cabeza roce ese sensor lateral, a la derecha de mi supersilla, para que mamá oiga la alarma y venga a limpiarme la baba… y las lágrimas.

 

INTOLERANCIA, de Ana Medina.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. Ella no podía tolerar la manera afeminada en que me movía, tampoco le gustaba cuando me probaba sus vestidos delante de un espejo, mucho menos si le cogía las pinturas labiales. Para mí todo eso era una cosa normal, pero ella salía de la habitación horrorizada gritando: «Por qué Dios me castiga de esta manera». Yo entonces pensaba lo feliz que ella hubiera sido de tener una hija mujer. No quiero recordar aquellos momentos en que le presenté a mi novio, solo le dije «Este es mi futuro esposo». ¡Tampoco entiendo por qué se desmayó!

 

«LA MADRE», de Raquel Zaragoza.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido, pero eso ya no importa; la demencia senil ha borrado mi existencia de su memoria. Y desde que confunde la tenue luz del ocaso con la del amanecer…, para ella, yo soy su madre.

En aquella época, resultaba muy difícil afrontar una nueva vida como madre soltera; tuvo que pasar muchas penalidades viviendo en un pueblo, donde todos la señalaban. Sin embargo, lo que más dolor le causó fue el rechazo de su estricta madre.

Ahora, que le hago saber lo orgullosa que estoy de ella; cuando me llama madre, corro a abrazarla y ella sonríe feliz.

 

LAS LÁGRIMAS DE MI MADRE, de Ana Medina.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. La siesta del verano se quedó suspendida aquella tarde en que vi llorar a mi madre. Agazapado tras la puerta, trataba de escuchar lo que mi padre y ella hablaban. Mi madre con la voz entrecortada por el llanto trataba de explicar lo que el médico le había dicho de esa enfermedad rara en que con el paso del tiempo mi cuerpo se iría deteriorando. «Yo no entendía eso de la enfermedad». Esa noche no quise mirar la luna a través de la ventana, solo el rostro y las lágrimas de mi madre me acompañaban.


LO DIJERON SUS OJOS, de Jesús Zornoza.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. Su vida se apagaba por culpa de aquella maldita enfermedad. El sufrimiento que transmitían sus ojos son el reflejo del dolor de aquellas personas que la querían. Ya no sufría por ella, su vida ya estaba vivida…, sufría por los que se quedaban, por la tristeza reflejada en el rostro de sus hijos, por ese dolor de aquellas personas que la quisieron, por ese dolor que ella como tantas veces había hecho, ya no podría consolar…

 

LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE…, de Sandra Cerdá.

Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. Eso pensé el día que encontré los informes de urgencias y los de la demanda de divorcio dentro de una caja en el ático. Coincidían en la misma fecha. 16 de enero de 1992. Mi madre había firmado los documentos e iba a entregarlos cuando sufrió un desmayo en plena calle y fue trasladada al hospital. Allí supo que estaba embarazada. No quiso que su bebé naciera sin padre. Aunque el padre fuera él. Quizás cambiaría. Dejaría de pegarle. Quizás. Por eso me llamó Esperanza.

 

MAHIMA, de Maria Angeles Vaillo.

Mi madre hubiera sido más feliz si yo no hubiera nacido. Hablo de mi madre biológica, porque mi madre adoptiva fue la más feliz cuando me tuvo en sus brazos.

Nací en la India donde las niñas no tienen valor alguno, mi madre biológica estaba angustiada, no sabía que hacer conmigo, mi padre la repudiaba si no se deshacía de mí.

Mis padres adoptivos eran voluntarios en un hospital, y se apiadaron de Mahima que, llorando, dejaba una niña famélica y sucia en una raída caja…

«Madre sé que estás donde titilan las estrellas, ¡escúchame! Te quiero porque me regalaste lo más hermoso: ¡la LIBERTAD! ¡Ahh, y me llamo como tú, Mahima!

 

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