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13 ABR

CONCURSO DE MICROS 22-23 DE ALI I TRUC. QUINCENA XV (1 de 2)

Aquí tenéis los 31 relatos que empiezan con la frase «Sí, así es, la noche del incendio», comienzo de la novela "Territorio desconocido", de Luis Leante.

Con esta frase, inicio del libro Territorio desconocido, de Luis Leante, deben comenzar los relatos de esta décimoquinrta quincena de la segunda temporada del concurso de relatos de Ali iTruc con Onda Cero.

Hemos recibido un total de 29 relatos que, durante los días 14, 15 y 16 de abril pueden ser votados por los autores y resto de público enviando sus puntuaciones al correo david@aliitruc.es, eligiendo los tres relatos favoritos. De estas votaciones, saldrá la terna finalista de la quincena, que conoceremos el próximo lunes 17 de abril en Onda Cero Elche, de donde Luis Leante elegirá el relato ganador.

 

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el veredicto, desvelamos la autoría de cada relato así como la terna finalista y el relato ganador.

Relatos finalistas:

UNA NOCHE DE IRA, de Marcelo Celave.

—Sí, así es, la noche del incendio, ja ja, tú y yo allí viendo las ruinas humeantes del convento. Fingiendo que nos importaba: mira, esa madera roída y calcinada es el escritorio de nuestro querido Prior.

—Y ese recinto arrasado es la sagrada sala de penitencia.

Y por lo bajini: —Calla, que tú estabas abonada a esa mazmorra.

—Anda que tú, tres días estuviste cuando arrojaste todo el whisky del cura sobre el futbolín de los diáconos.

—Sí, ese hijo de perra me tenía unas ganas…

—Estuvo bien, la verdad.

—Tal vez nos pasamos un poco al trancar las puertas por fuera con todos ellos dentro.

—Quizás…

 

SIN PAPELES, de Natividad Fernández.

Si, así es, la noche del incendio las chabolas de la gente que trabajaba en la recogida de la fresa estaban totalmente ocupadas. La temporada estaba en pleno auge y los sin papeles, se apiñaban como podían en colchonetas insalubres para descansar después de la dura jornada.

No se sabe dónde se originó el fuego, pero todo apunta que unos encapuchados fueron los responsables del mismo.

Un ataque de odio, manifestó el Ministro del Interior y así nos lo comunicó a la prensa.

Mañana todo se habrá olvidado y cuarenta sin papeles no habrán podido entregar sus monedas a Caronte, para cruzar la laguna Estigia.

 

Y relato ganador, con el veredicto de Luis Leante:

HABÍA QUE INTENTARLO, de Felipe Tenenbaum.

Sí, así es, la noche del incendio el emperador estaba desolado. Amaba a su corneja negra desde que la vio sobre la rama de una encina y mandó que la capturaran. Desde entonces. se hicieron inseparables. Él, metáfora viviente del autoritarismo más puro. Y Pichí, de la libertad domesticada.

Cuando el ave expiró, el emperador ordenó pompas fúnebres suntuosas. Por la noche de la tercera jornada luctuosa, decidió enterrar a su entrañable amiga. Antes, hizo un último intento por reanimarla. Solo entonces, Nerón aprendió dos cosas. La primera, que Pichí no era un ave fénix y la segunda, que las cortinas palaciegas suelen ser muy inflamables.

 

El resto de relatos, de menos a más puntuación, fueron:

LA URBANIZACIÓN, de Natividad Fernández.

Sí, así es, la noche del incendio todos dormían en la Urbanización.

El incendio pudo ocasionarse por un cortocircuito en el apartamento nº 8.

Esta es una urbanización pequeña donde todos nos conocíamos por eso la tragedia ha sido terrible.

Han muerto veintitrés personas de las veintiocho que formábamos esta comunidad, y los que hemos sobrevivido, como yo, estamos en un estado deplorable con quemaduras que a algunos nos dejarán como un monstruos para el resto de nuestra vida.

A veces el destino se ríe de ti y considera que tienes que padecer hasta el último aliento.

Yo quiero una eutanasia digna.

 

SUEÑOS PELIGROSOS, de Felipe Tenenbaum.

Sí, así es, la noche del incendio fue muy mala para mí. Caí enfermo. Una mezcla rara, doctor. Tenía hipo. Y también, toses y estornudos. Mis resuellos eran anormales. Casi monstruosos. Un combo de esos que amenazan con expulsar los pulmones mismos por la tráquea.

Probé todo tipo de remedios caseros. El último, una ramita de canela hervida con dos gotas limón y tres de menta. Me los bebí como reza en la Wikipedia; intercalando seis sorbos cortos y dos largos.

Finalmente, me quedé dormido, aspirando esencia de miel silvestre. Entonces soñé que era un dragón. Uno que, desgraciadamente, seguía teniendo hipo. Desperté rodeado por las llamas.

 

LA CREMÁ, de Fco Ramírez Munuera.

Si, así es, la noche del incendio culmina la semana festera.

Menuda la que se monta en la Fiesta Sanjuanera

por ver qué Barraca planta la foguera más señera:

porque si la Primera Especial da la talla,

no hallará rival ni en la más puntera Falla.

Y es que los alicantinos conservan sus tradiciones

junto a esas atávicas aversiones

que transmiten a las nuevas generaciones,

gritando con toda contundencia

¡Puta Valencia, Alicante independencia!

 

TRAVESURAS DEL AVERNO, de Silvia Espina.

Sí, así es, la noche del incendio surgió su figura flamígera entre las ventanas del primer piso, con su cuerpo transparente y los cabellos destilando gotas de fuego; se elevó por los aires, hizo una cabriola y desapareció en una nube de cenizas y azufre.

Si, así lo vi, y cuando nos encontramos allá abajo, en las tinieblas, le pregunté intrigada: —¿Hacía falta que, para divertirte un rato, quemaras la sede del Congreso?

 

EL GARITO, de Fco Eugenio Crespo.

Sí, así es, la noche del incendio me había vestido de punta en blanco. Mi corbata brillaba y el chaleco relucía contra la noche estrellada. No llevaba calzoncillos, la ocasión lo requería, aunque leve incomodidad por los bajos yo sentía. La emoción llegó cuando la puerta se abrió. La muchedumbre entró sintiendo un impacto de calor. Bomberos eran gogós, vestidos con la mínima expresión, y fuegos alrededor ardían con gran fulgor. Requisito de admisión: entrar sin ropa interior. Discoteca “el incendio”, rezaba un gran cartelón. Mangueras con agua fría apaciguaban el sofocón. Con lipotimias y golpes de calor ni tres horas abierto el garito aguantó.

 

GIRO, de Ana Montesinos.

Sí, así es, la noche del incendio encontré el medallón.

Nunca antes lo había visto, tan brillante, una serendipia que cambió mi suerte.

La inscripción me dio las pistas que encumbraron la verdad.

Si ella siguiera viva podría reprochárselo, pero con su marcha arrastró una mentira ahora descubierta que me alinea en el orden sucesorio y me da el trono del Reino.

Seré justa y bondadosa, seré una buena soberana.

 

AMORES DE ALTO RIESGO, de Paquita Márquez.

Sí, así es, la noche del incendio del navío en la página tres del número veinticinco de la revista, el Capitán Trueno y Crispín luchaban por sofocar aquellas pavorosas llamas. Me disfracé de Crispín y, con sumo sigilo, subí al barco incendiado en busca de Sigrid y la rescaté. Cuando volví a abrir la página, seguían luchando contra el fuego. Y ella, la hermosa, valiente y dulce Sigrid, ajena a todo, se emocionaba leyendo la carta de amor apasionado que le escribí hace sesenta años. Solo espero que el Capitán no sepa dónde está y no se empeñe en rescatarla, o que se haya muerto…

 

EL MISTERIO DEL PRESIDENTE, de Natividad Fernández.

Si, así es, la noche del incendio el Presidente no se encontraba en sus aposentos. Nadie en el Gobierno sabe nada, o dice, no saber nada.

Estamos absolutamente desconcertados. ¿Por qué estaba ausente?, ¿Sabía que se iba a producir ese incendio, que arrasó con todo?

La policía está dando palos de ciego y nadie es capaz de resolver el misterio.

El Presidente riéndose a mandíbula batiente desde un chalet privado y acompañado por su amante, había decidido que la política era una basura y que les dieran tila a los diputados, a los senadores, al, partido y a la patria.

 

LA CAJA DE RECUERDOS, de Raquel Zaragoza.

Sí, así es, la noche del incendio tuve que dejarlo todo y salir corriendo. Cuando, por fin, el fuego se extinguió y pude volver al lugar que un día fue mi hogar, escarbando entre los escombros encontré una caja metálica de galletas. Aunque estaba chamuscada, cumplía con su cometido de guardar, a salvo, los botones: los forrados de raso de mi vestido de novia, los metálicos del uniforme de Carlos, los de madera de la primera trenca de Pablito…

Al quedarme sin fotografías con las que ilustrar mis recuerdos; para mí estos botones son un tesoro.

—¡Mi vida en una caja de botones!

 

CENIZAS EN LA SOMBRA, de Manuel Sepulcre.

Si, así es, la noche del incendio cuyo rescoldo mortecino junto al crepitar de las pocas, pero todavía vigorosas lumbres vestían mis lágrimas de cenizas y frisaban la intensidad de mis llantos. Y además de aquel incidente doméstico que se ensañaba quemando lo más profundo de mi alma, la luna llena de aquel anodino mes de septiembre que, maquiavélica y caprichosa fue sin piedad a emitir su tenue luz sobre nuestro hogar calcinado; un brillo apagado que con su débil fuerza se colaba por la ventana mostrando la sombra dilatada que mi amada proyectaba sobre la pared de la cocina. Pues mi bella esposa ahí yacía.

 

FIESTA SORPRESA, de Rafa Olivares.

Sí, así es, la noche del incendio se detectaron alrededor del pueblo siete focos. Uno por cada año que cumplía Javito, a quien en la terraza de su vivienda, su familia cantaba el «cumpleaños feliz» animándole, entre risas, a que soplara fuerte.

 

EN LLAMAS, de Fco Eugenio Crespo.

Sí, así es, la noche del incendio fue aquel veinte de abril de años. Estábamos jugando al balonmano. Ella llevaba camiseta blanca y pantalón corto, dejando a la vista unas piernas hermosas y atléticas. Su pelo largo castaño caía sobre sus hombros; ojos marrones decían la verdad con la mirada y sus labios eran carnosos cual mango maduro que te tienta a morderlo aún sin ganas.

Yo estaba en llamas. Un incendio se desató en mi interior, imposible de apagar. Mi corazón buscó con desesperación alguna continuación:

—¿Quieres salir conmigo? —le dije.

—No. Mejor somos amigos —y el incendio se apagó.

 

EL COMPLOT DE EULOGIA Y LOS VECINOS, de Marcelo Celave.

Sí, así es, la noche del incendio se quemaron nuestros certificados de nacimiento, el libro de familia, el acta de casamiento… ¡todo! Pero yo llevo treinta años casado con Eulogia y la tía me dice con un cinismo increíble que no me conoce… Yo la miro incrédulo: «Pero Eulo, ¿qué dices? Soy Renaldo tu marido de toda la vida». Y me contesta: «¿Tiene algún papel que lo acredite señor?» Vale, no he sido el marido perfecto, reconozco que me he gastado sus sueldos íntegros en juego, bebida, infidelidades, pero ¡nunca le pegué! Y ahora, los vecinos me desconocen y el cura que nos casó ¡dice no recordarme!...

 

FLAMARADA, de Fco Ramírez Munuera.

Si, así es, la noche del incendio un fuerte viento del sureste hizo que el fuego se extendiera rápidamente. Pronto corrió el pánico por las calles: el humo, la precipitación de unos, la confusión de otros, los lamentos de las mujeres, la incapacidad de los viejos y la desorientación de los niños provocaron atascos y aglomeraciones, agravando el peligro.

Como casi siempre, los hombres se preocuparon de sí mismos.

En la ciudad eterna no encontraron sospechosos a quienes cargar el sambenito: allí no había gitanos y los términos Queer/LGTBI aún no se habían acuñado, así que les endilgaron el muerto a los cristianos.

 

CANCIÓN DE AUSENCIA Y FUEGO, de Mariam Vicente.

Sí, así es, la noche del incendio yo estaba allí viendo cómo se quemaba la casa. Viendo cómo unas lucecitas temblorosas aparecían brillando aquí y allá en la oscuridad, se movían y de pronto prendían una cortina o un mueble.

Al principio era divertido, casi hipnótico, pero el fuego era poderoso, crecía, lo devoraba todo.

Yo estaba allí, la veía deambular con la mirada extraviada mechero en mano. Cuando tuve miedo la llamé a gritos, imploré, pero ella no me oyó. Ya se había ido del mundo mucho antes de aquella noche. Esa que incendió mi futuro y me olvidó dentro ya no era mi madre.

 

MALOS HUMOS, de Rafa Olivares.

Sí, así es, la noche del incendio el matrimonio acababa de cenar y el marido sugería tímidamente a su esposa que podrían salir y dejar la mesa para recogerla al día siguiente, que además era sábado y no tenían que madrugar. Pero ella, inflexible, decía con cierto retintín que, en su casa, no como en otras, no se dejaban las cosas de orden y limpieza de un día para otro. Mientras tanto, desde la ventana y encaramado a su escalera, un circunspecto bombero alternaba su mirada entre la discusión conyugal y las llamas que ya asomaban dos pisos más abajo.

 

CONCRETAMENTE TRES, de José Manuel del Río.

Sí, así es, la noche del incendio mis padres se despertaron alertados por el humo. El fuego solo ofrecía una salida. Huyeron al jardín por el tejado. Mi padre volvió a entrar varias veces, concretamente tres, salvando las vidas de mis hermanos menores y mi perro.

Mi padre inhaló tanto dióxido de carbono que pocos días después, concretamente tres, sufrió un infarto que no superó.

Yo pude evitarlo. Discutimos en la cena. Salí de casa furioso. Conduje varios kilómetros, concretamente tres, hasta el bar del Rubio. Y me perdí.

Nos dejó porque yo no estuve a su lado. Llevo varias décadas sin perdonarme. Concretamente, hoy, suman tres.

 

RESURRECCIÓN, de Ana Montesinos.

Sí, así es, la noche del incendio morí para renacer de mis cenizas cual ave Fénix.

Hui con lo puesto, sin mirar atrás. Las llamas fueron cómplices en la escapada. Las sirenas ensordecedoras acallaban mis pensamientos y el caos reinante me dio el empujón que necesitaba. Annie, dije en voz alta, me gusta mi nuevo nombre, pensé...

 

AVE FÉNIX, de Raquel Zaragoza.

Sí, así es, la noche del incendio, ocasionado por una bomba mediática, fue cuando Ella sintió que renacía.

Las redes ardían analizando cada uno de los diferentes prismas que ofrecía la incendiaria noticia. En España, todo giraba en torno a Ella. Ya no importaba nada más: ni la guerra de Ucrania ni el terremoto de Turquía ni, tan siquiera, la situación económica del país. ¡Hasta los políticos debatían sobre su decisión!

Mientras tanto…, Ella, inmune a las lenguas de fuego, tomó a su bebé en brazos y emergió renovada de las cenizas.

 

AQUEL 15 DE ABRIL, de Américo Fojo.

Sí, así es, la noche del incendio todavía el cruel resplandor se reflejaba en el río dando un perfil extraño a la ciudad: la aguda aguja abatida y la catedral mirando al cielo por su gran boca incandescente, con el tejado desmembrado.

Sobre la mesa del bar, un hombre miraba, obsesivo, el fondo de su copa y murmuraba, mordiendo las palabras: «Sí, así es, las gárgolas reían, las efigies de piedra se retorcían por el fuego, parecía que bailaban festejando; nuestra dama nos ha abandonado».

El pequeño Pierre, a su lado, lo tomó del brazo y dijo: «No abuelo, no nos abandonó, nuestra dama nos está advirtiendo».

 

DESOBEDECIENDO LAS ÓRDENES, de Silvia Espina.

Sí, así es, la noche del incendio, procurando que nadie me viera, robé algo muy valioso de la hoguera, ocultándolo bajo mi gruesa chaqueta ignífuga.

Al llegar a casa, con manos trémulas, lo saqué de su escondite y quedé asombrado de su aura resplandeciente; mi audacia me había compensado de los temores pasados al rescatarlo de ese espantoso destino.

Lo acaricié suavemente y al caer las cenizas que lo cubrían, pude ver impreso en su frente, la imagen de un hidalgo caballero, su escudero y un hermoso título impreso en letras doradas.

 

LÓGICA ELEMENTAL, de Rafa Olivares.

Sí, así es, la noche del incendio me encontraba durmiendo. Parece que el fuego empezó en las sábanas de mi cama. Cualquiera pensará que la causa sería el típico cigarrillo que se fuma antes de dormir, pero no, nunca fumé, por tanto, descartada esa elemental suposición. El caso es que alguien avisó a los bomberos, quienes, con inusitada rapidez, silencio y limpieza, extinguieron las llamas y se marcharon, antes incluso de que me despertara. Al levantarme, descubrí lo sucedido, no por el olor a chamusquina ni por restos cenicientos, que nada de eso había, sino por la indiscutible evidencia de que mis sábanas estaban mojadas. Completamente mojadas.

 

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