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21 ABR

RELATOS XIV QUINCENA DEL CONCURSO ALI I TRUC

Estos son los 23 relatos de la quincena 14 del concurso de micro, que empiezan con la frase «Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel» de la novela 'Purgatorio' de Jon Sistiaga.

A continuación, en orden alfabético a partir del primer relato que nos llegó, os ofrecemos los microcuentos que participan en la décimocuarta quincena de nuestro concurso. Os recordamos que eran relatos que debían comenzar con la primera frase del libro Purgatorio de Jon Sistiaga.

Podéis votar  hasta el domingo 24 de abril a las 20:00 enviando a la dirección de correo david@aliitruc.es vuestros tres relatos favoritos con 3, 2 y 1 puntos.

 

ACTUALIZACIÓN: Una vez conocido el veredicto, desvelamos la autoría de cada relato así como las obras finalistas y ganadora.

FINALISTAS

Con 4 puntos en 3ª posición:

ROSAS ROJAS, de Raquel Zaragoza.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel, pero después de tantos meses en «dique seco», su editor la apremiaba para que le enviase algo digno de publicar.

El único recurso que le quedaba por explorar era el de relatar su propia vida. Para la popular escritora Casandra Devil, lo que empezó siendo un ejercicio catártico terminó convirtiéndose en una macabra novela negra, de la que la autora era la protagonista, y sus cuatro amantes las víctimas que yacían bajo los rosales rojos del jardín.

El bestseller ROSAS ROJAS resultó, sin dudas, su mejor obra escrita en libertad. En prisión le surgieron nuevas fuentes de inspiración…

 

Con 6 puntos,en 2ª posición:

LA CORTESANA, de Raquel Zaragoza.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel o, lo que es peor, aparecería descuartizada por cualquier arrabal.

Después de una década alternando con miembros del Gobierno, Daniela sabía tanto de sus amantes y de sus placeres clandestinos que les conocía mejor que sus esposas.

Si empezaba a escribir sobre ellos, podría desvelar chantajes, traiciones y secretos de Estado que harían temblar los cimientos del país.

Si empezaba a escribir…, pero no podía hacerlo; porque como la mayoría de mujeres de la época, ella tampoco sabía escribir; y eso le salvó la vida.

 

Con 10 puntos empatado en la primera posición:

VOZ INTERIOR, de Américo Fojo.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel, pero luchar contra su otro yo nunca le resultó sencillo ni fructífero.

Ya lo tiene asumido: si se concentrara frente a una página en blanco comenzaría a diluirse, a esfumarse y entonces aparecería el otro: imperativo, autoritario, veraz… y tomaría comando del relato… y vaya a saber qué revelaría.

El grave problema es que ese otro es capaz de espiar en su interior como si fuera transparente… saber lo que piensa, siente, desea, sueña… y también que es lo que oculta profundamente y nadie debería conocer.

Por eso decidió romper la hoja y salir a caminar.

 

Y ganadora, también con 10 puntos pero con el voto de calidad de Mayte Vilaseca, de Onda Cero Elche:

DESTINO INESPERADO

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel.

Tenía dos opciones:

La primera; podría escribir arrepintiéndose del daño causado y que la justicia dictara sentencia.

En la otra opción; podría declarar su culpabilidad y después suicidarse.

Sin tomar determinación alguna, comenzó a relatar los hechos.

Una vez finalizada su declaración, dejó la carta sobre su despacho y salió a pasear, reflexionando sobre la decisión a tomar.

Su mente atormentada, le impidió ver el semáforo en rojo y también el coche que se aproximaba hacia él a toda velocidad, haciéndole volar por los aires.

El azar se encargó de tomar la decisión y también de juzgarlo.

Resquiesce In Pace.

 

Resto de relatos

 

FÁBULA TERRORÍFICA, de Raquel Domínguez.

Si empezaba a escribir seguramente pasaría el resto de mi vida en la cárcel, pero aun así lo hice. Solo algunos entenderían el mensaje, los que más me conocían. Escribiría una fábula ambientada en aquellas tierras verdes y de tradiciones firmes. No sería una fábula como las de Esopo, sería una fábula tétrica donde unos cisnes secuestrarían a dos patitos indefensos y se desharían de ellos desplumándolos en vida, poco a poco, hasta acabar con ellos. Los cisnes pueden ser unos animales muy agresivos, pero ¿sienten remordimiento?

Solo unos pocos entenderían aquello que además firmaría bajo un seudónimo. Tiaga Sisjon

 

JUSTICIA DIVINA, de América Martín.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel… «Debe vivir», reflexiona el médico al redactar el tratamiento más efectivo para su gravedad.

—¿Lo vas a medicar? ¡No se lo merece! En tu país es un dictador, y aquí tú solo eres un médico refugiado, víctima de su régimen, y aun así ¿lo piensas salvar?

—La culpa no se entierra con el cuerpo, y yo no curo el daño de su pasado, ni cierro el duelo de sus víctimas… yo me encargo de hacer el bien, y de la justicia se encarga Dios… —le respondí, para convencerme a mí también.

Entonces, el corazón del hombre se detuvo.

 

LA BESTIA, de América Martín.

—Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel —pensé al salir corriendo para irme del instituto, porque el director ordenó que debíamos anotar si practicamos deporte al final del día.

A él le chivaron que un chico organizaba orgías en el trastero del gimnasio, y a mí, la culpa me agobiaba.

—Yo le debía la vida y todo lo que soy —me decía, y sus caricias y la posesión de mi cuerpo ya no le compensaba… ¡Quería más!

Cuando llegué a casa, mi padre al verme se sorprendió, y preguntó ¿Qué pasó? ¿Acaso hoy no vamos a reunirnos como siempre y a la misma hora en el gimnasio?

 

LA COBARDÍA, de Concha Vacas.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de mi vida en la cárcel, estaba invitado en un barco con unas rubias y un señor de la aristocracia, soberbio hasta la medula, no era mi sitio. Yo era un reconocido periodista.

Llegué allí con una terrible borrachera, y un amigo de pega. Me hubiera gustado despertar en mi cama, pero estaba allí, con un desayuno de drogas y alcohol; de pronto sin pretenderlo, una terrible pelea desencadeno los celos.

Una de las rubias, la apocada, se llevó un gran golpe en la cabeza, la cara se llenó de sangre y cayó sobre la cubierta, sin dejar que me acercara, la tiraron al mar.

Reconozco mi cobardía, callé como todos, aquella chica se difumino en un mar azul.


SIN REMEDIO, de Paquita Márquez.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel. De nada servirían las argumentaciones, ni los motivos, ni las circunstancias. Solo contarían los resultados. Y los resultados seguirían siendo terribles.

¿Qué su padre era un tirano? Sí

¿Qué los maltrataba continuamente? Sí

¿Qué cuando bebía y quería dormir los amordazaba para que no se oyera ni el vuelo de una mosca? Sí

Por eso preparó y provocó el incendio en absoluto silencio. Su padre despertó cuando empezó a arder. Oyeron sus gritos, pero no avisaron a los bomberos. Lo malo fue que, además de su padre, ardió la casa, la residencia de al lado, tres ancianos minusválidos… Un cortocircuito, dijeron.

 

TREMENDO ÉXITO, de América Martín.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel, y soy su amigo, pero… si es malo cantando, componiendo es peor.

Lo más absurdo fue ganar el concurso para el himno de la nueva penitenciaría.

—¿Esto es lo que vas a presentar? Por muy convictos que sean no se lo merecen

En la inauguración, él y las autoridades en el podio reciben al Director Regional de Prisiones, y en el patio los presos, con el nuevo himno que sonará diariamente.

Los presos y el nuevo Director no paran de llorar, y mi amigo emocionado al exclamar ¡Tremendo Éxito! desde el patio los presos…

¡Te estamos esperando para celebrarlo!

 

UN FIAMBRE EN MI JARDÍN, de María Ángeles Vaillo.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel, y no lo merecía, ¡mato en defensa propia!

Lo que no me gustó es que lo enterró en mi jardín, ya no crecían flores ni frutos, el jardín estaba muerto como su marido. Decidí hablar con mi vecina y decirle que sabía su secreto, que sacara el fiambre de mi jardín. Yo le ayudaría, haríamos una hoguera en la noche de San Juan, las cenizas a un pozo ciego, era tan malvado que allí donde estuviera muerto o vivo no crecía la hierba.

Desde entonces mi jardín se llenó de flores y de color ¡y mi vecina empezó a vivir!

 

VAYA PAREJA, de Marcelo Celave.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel y así se lo dije, cuando intenté convencerlo machaconamente de que no lo hiciera.

Sin embargo, el muy cabezón escribió con precisión quirúrgica el robo del principal banco de la ciudad, cómo se creó la banda, cuándo idearon el plan, ¡dónde se ocultaron con el botín!

Tan detallada novela fue una autoinculpación porque solo el propio ideólogo y ejecutor del atraco podía ser el escritor.

Ahora, él cumple condena y yo… su mujer, vivo muy bien de los cuantiosos derechos del libro traducido a diez idiomas.

¿Ves Juan? siempre haces lo contrario a lo que yo te digo…y yo lo sabía.

 

X, de Mariam Vicente.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel. Aun así, escondió su identidad entre las letras y vomitó los sentimientos que le atenazaban el alma.

Pero las palabras eran pequeñas para expresar la fuerza de ese deseo que le quemaba la entrepierna, y por más que escribía siempre faltaban unas sílabas, las que formaban el nombre de ese amor prohibido, el que escondía tras una X. Le pareció pura traición, rasgó el papel, y con una navaja arañó su piel hasta que la sangre brotó revelando la identidad de su amado.

Dos hombres y un destino, que quedaba tan lejos como las leyes ordenaran. Y rompió a llorar.

 

ARREPENTIMIENTO, de Américo Fojo.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel, pero debía hacerlo. Sus remordimientos le impedían dormir, borrar esa imagen terrible persiguiéndolo día a día: el rostro desencajado por el espanto del vagabundo cuando vio a Claudio prender su encendedor acercándolo a las ropas empapadas de combustible.

Los dos habían salido a divertirse y sólo pretendían jugar con el miedo del pobre hombre que dormía cada noche en el túnel del parque; pero Claudio estaba desenfrenado y terminó de la forma más violenta posible… enviaría un anónimo y la Policía lo entendería.

No escuchó el sonido de la puerta al abrirse ni advirtió la sombra de Claudio acercándose por detrás.

 

ASUMIENDO RIESGOS, de Paquita Márquez.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel. Sabía que sería un bombazo, un best seller, sin ninguna duda. Siempre tuvo un cerebro privilegiado para todo. Pero era preferible renunciar a sus aspiraciones literarias que lavar su mala conciencia. Seguiría enriqueciéndose con el tráfico de órganos. Todo era cuestión de la elección de receptores: cuanto más ricos e importantes, menos riesgo y más ganancias. Encontrar donantes, era pan comido. Nunca falta gente ahogada en deudas. Solo que ahora aquel contacto le pidió con urgencia un cerebro privilegiado como el suyo y, francamente, no le gustó nada la forma en que lo miró cuando se lo estaba pidiendo…

 

CELEBRIDAD, de Silvia Espina.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel y eso está clarísimo porque una autobiografía se supone que debe ser veraz y revelar los hechos tal cual sucedieron.

Algunos detalles no muy relevantes podrían ser modificados brevemente para enriquecer el relato, pero los acontecimientos realmente importantes deben figurar necesariamente tal cual se produjeron.

Nunca pensó que su instinto incontrolable lo convertiría en un sádico asesino en serie y que ninguno sospecharía del cúmulo de cuerpos sepultados bajo el piso de su garaje.

Pero ya era hora de lograr su fama escribiendo un best seller.

 

CONFESIÓN, de Mari Bastida.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel, pero tenía que hacerlo.

«Si, fui yo… Me tomé la justicia por la mano, harto de tanto asesinato, de tanto pederasta, de tanto violador reincidente, harto de tanta injusticia.

»Me informé de cada criminal, que después de una ridícula condena quedaba libre, como si nada hubiera ocurrido.

»Realicé un seguimiento exhaustivo y envuelto en el camuflaje de la noche, apliqué justicia Divina.

»Pensarán que soy un monstruo, tienen razón, ahora se ha convertido en una adicción, y seré implacable hasta que me detengan».

Encendió un pitillo y con la llama del encendedor, convirtió su confesión en una lengua de fuego.

 

CRISÁLIDA EN PRIMAVERA, de Marcelo Celave.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel o peor aún; en laboratorios ocultos en catacumbas de la ciudad.

Porque cuando descubrieran su verdadero origen, las consecuencias serían imprevisibles.

Sin embargo, no fue tan fantástico como parece…

Una parejita amándose entre girasoles, un espermatozoide abriéndose camino y fecundando el óvulo, jóvenes que se duermen desnudos, una mariposa que entra por la caverna del amor y roba el óvulo fecundado…

El instinto maternal hace el resto: lo recubre con una cálida y mullida larva alimentándolo cada día con el néctar de las flores, hasta que en primavera nace de la crisálida un hermoso niño.

Esta es la insólita historia...

 

DESDE EL OTRO LADO, de Paquita Márquez.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel… si estuviera vivo. Pero como ya está muerto, la idea de que el mundo sepa lo que ha contribuido a conseguir, le entusiasma. ¡Lo que se va a reír cuando se conozcan los tejemanejes de la vida política, cultural, social y económica de este país! ¡La de personas importantes, de todos los estamentos y tendencias, que se verán con el culo al aire cuando los descomunales chanchullos salgan a la luz! Se regodea en su tumba con solo imaginarlo. Ahora solo tiene que encontrar la manera de burlar al cancerbero y encontrar una editorial que se atreva.

 

DESPEDIDA ESCUETA, de Marcelo Celave.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel… en la cárcel de un alma atormentada por la culpa de un acto involuntario.

Pero era una nube tóxica que le invadía el intelecto. Un efecto corrosivo que necesitaba expiar de alguna forma, contarlo todo, con la verdad por delante.

Aunque sabía que su vida cambiaría y que no volvería a ver los amaneceres en la playa, ni las amapolas bailando al son del fresco viento septentrional, escribió:

—Amanda: sabes que te quise mucho… pero en el taller de literatura me enamoré de otra mujer… lo siento. La casa de la playa puedes quedártela y cuida las amapolas…

Con afecto.

 

EL ARREPENTIDO, de Fina Martínez Lozoya.

Si empezaba a escribir, seguramente pasaría el resto de su vida en la cárcel, pensó, pero prefirió arriesgarse porque su conciencia no le dejaba silenciar aquellos hechos, ellos jamás se lo perdonarían y seguro que tomarían represalias.

Aquella noche fui coaccionado para participar en el robo de un retablo existente en una apartada ermita, la noticia se hizo eco rápidamente; decidí presentarme ante la autoridad y declararme cómplice.

Actualmente estoy acabando la condena y mi conciencia está más tranquila por la recuperación de los objetos robados, gracias a mi colaboración y arrepentimiento al no dejarme influenciar por esa falsa amistad en la que creí por entonces; una amistad mal entendida puede ser muy dañina.

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