Viene de AQUÍ
EL GARITO
Sí, así es, la noche del incendio me había vestido de punta en blanco. Mi corbata brillaba y el chaleco relucía contra la noche estrellada. No llevaba calzoncillos, la ocasión lo requería, aunque leve incomodidad por los bajos yo sentía. La emoción llegó cuando la puerta se abrió. La muchedumbre entró sintiendo un impacto de calor. Bomberos eran gogós, vestidos con la mínima expresión, y fuegos alrededor ardían con gran fulgor. Requisito de admisión: entrar sin ropa interior. Discoteca “el incendio”, rezaba un gran cartelón. Mangueras con agua fría apaciguaban el sofocón. Con lipotimias y golpes de calor ni tres horas abierto el garito aguantó.